sábado, 17 de febrero de 2018

La Tregua de Navidad


UNA NAVIDAD EN LAS TRINCHERAS

Simbólico apretón de manos en medio de la nieve, entre viejos enemigos, un soldado inglés y uno alemán


Situémonos primero en el contexto. La I Guerra Mundial empezó en 1914; las grandes potencias europeas combaten unas a otras en un conflicto buscado hace mucho y que nadie se atrevía a iniciar. Tuvo que ser un hecho fortuito (o al menos eso se cree) el que lo desencadenó: El asesinato del Archiduque Franz Ferdinand de Habsburgo, heredero al trono austro-húngaro, a manos de La Mano Negra, un grupo ultranacionalista y paneslavista serbio que operaba en Bosnia-Herzegovina, cuyo ejecutor fue Gavrilo Princip. Al fin las potencias tenían la oportunidad de probar sus fuerzas para decidir en el campo de batalla, cuál era el país más poderoso de Europa.

Todos pensaban que la guerra duraría poco; que por el armamento con el que contaban, fácilmente aplastarían a sus enemigos; pero fueron precisamente esas armas  y la política de alianzas, las que contribuyeron a extender por cuatro años un conflicto que todos esperaban durara entre seis meses y un año como máximo. Fue una carnicería tremenda, nunca antes vista en conflicto alguno. Las Trincheras fueron la táctica más empleada en el campo de batalla; profundas y largas zanjas cavadas por las tropas para posicionarse ante el avance del enemigo. Se construyeron como protección, pero terminaron siendo la tumbas de millones de soldados.

Fue precisamente en una de esas trincheras donde ocurrirán los hechos que trataré en este artículo.
Diversas escenas de lo ocurrido en la Navidad de 1914. La foto inferior derecha muestra un suculento manjar,
rata asada, Cuando la comida se acabó en las trincheras, los soldados se comieron a sus caballos y mulas, pero también a sus perros y a las ratas, abundantes en toda trinchera

24 DE DICIEMBRE DE 1914
Nos encontramos en el Frente Occidental, específicamente en la frontera germano-belga, cerca de la ciudad belga de Ypres. Dos trincheras se encuentran frente a frente. En una, soldados británicos, llamados Tommys, por los alemanes y en la otra, soldados alemanes, conocidos como los Fritz, por los ingleses. Ambos apelativos hacían referencia a los que en cada país consideraban era el nombre más común entre sus enemigos. Se encontraban a escasos metros, pero ninguna recibía la orden de atacar a la otra. Estaba viviendo lo que ha sido llamado La Guerra Boba. Llevaban varios meses en estado de letargo, aburridos. Nada parecía alterar tal situación. Entre ambas se encontraba lo que llamaban Tierra de Nadie.

El año se terminaba y la Navidad se acercaba. Los soldados de ambos países pasarían por primera vez tan importante celebración fuera de casa y en medio de una guerra que se había iniciado para satisfacer el ego de sus gobernantes.

Era la víspera de la Navidad, el frío arrecia y la nieve cae. Parecía que sería otro día aburrido en la trinchera británica, hasta que se empezó a notar un movimiento inusual en la frontera alemana. De repente se empezó a escuchar un coro desafinado de voces que entonaban en alemán el coro de Noche de Paz. Los británicos alzan la mirada sobre el parapeto y ven en la trinchera enemiga una hilera de árboles decorados al estilo navideño. Al terminar su canción, los británicos entonaron a plena voz Adeste fideles, que inmediatamente fue coreada por los alemanes en su propio idioma. Después de unos minutos de silencio, un alemán grita en inglés ¡No queremos pelear! ¡Es Navidad! Como nadie responde, el alemán insiste ¡Voy a salir, podemos hablar!  Desde la trinchera inglesa se oye ¡No disparen!

El primero en acercarse es un alemán, quien atraviesa el alambrado de púas rumbo a la Tierra de Nadie. Un inglés, precavido, emerge de su trinchera y se acerca. Ambos se detienen en la zona fronteriza, llena de cadáveres y cráteres dejados por los bombardeos y que se hallaban convertidos en charcos por la lluvia de la noche anterior. Ambos extendieron sus manos y se desearon Feliz Navidad en sus respectivos idiomas. Al poco rato, los demás hombres se acercan e intercambian saludos, botones, fotos, algo de comida y bebida. Los ingleses comparten whisky y los alemanes cerveza. Logran comunicarse rompiendo la barrera del idioma. Celebran juntos la Navidad.

Ingleses y alemanes en fotografía para el recuerdo. El dueño de la cámara es el que se encuentra en segundo plano,
entre el soldado inglés y el alemán

LA TREGUA DE NAVIDAD
A la mañana siguiente sepultan a sus muertos que se hallaban desperdigados por todo el campo de batalla y que, gracias al clima gélido, habían logrado conservarse en buen estado. Un sacerdote alemán oficia la ceremonia religiosa, primero en alemán y después en inglés. Después improvisan una pelota con ropas viejas  e inician un partido de fútbol que termina 3-2 a favor de los alemanes. Algo similar pasó en casi todas las trincheras del frente occidental, donde las pelotas fueron hechas de materiales tan diversos como bolas de paja atadas por cordeles, papeles viejos, vendas y hasta latas recicladas. Se calcula que unos 100 mil hombres participaron de estos días de camaradería.

Realidad y ficción del partido de fútbol realizado en el Frente Occidental entre ingleses y alemanes

Un Tommy, pone en el medio de ambas trincheras una silla y abre una improvisada barbería, donde soldados y oficiales de ambos bandos acuden a arreglar su apariencia: cabello, barba y bigote. El precio se fija en un par de cigarrillos. Muchos se pasan hasta altas horas de la noche hablando cordialmente, dado que muchos alemanes hablaban inglés, pues habían trabajado en Inglaterra hasta que fueron expulsados cuando empezó la guerra.

Además de los testimonios de los sobrevivientes, una fotografía, tomada por un soldado alemán, inmortaliza el momento. En ella se ven todos juntos a Tommys y Fritz, en un acontecimiento que nunca más se volvió a repetir en la guerra. Los sobrevivientes debieron haberse lamentado de no haber dejado su dirección al fotógrafo. Hoy serían dueños de una fotografía de invaluable valor histórico y monetario, por su puesto.

Fotografía tomada en la Zona Cero por los propios soldados

Pero no todos estuvieron de acuerdo con la que después será conocida como La Tregua de Navidad, entre ellos el joven cabo Adolfo Hitler, quien habría dicho “En tiempos de guerra una cosa como esta no se debe permitir”.  No se sabe quién denunció lo ocurrido; lo cierto es que el alto mando inglés envió un comunicado enérgico a los comandantes de las trincheras ordenando el cese inmediato de todo acto de confraternidad con el enemigo. Lo mismo ocurrió en las trincheras alemanas. Los oficiales fueron castigados y los batallones trasladados a zonas donde la guerra estaba más activa. En la Navidad del año siguiente no ocurriría nada parecido. Los altos mandos se encargarían de que no se repita.

El poderoso e influyente Daily Mirror, dando cuenta de lo ocurrido en la Trinchera con una de las fotos tomadas en el frente por los propios soldados


Una novela, una película, un documental y hasta un video musical se han hecho sobre la Tregua de Navidad.


Afiches alusivos a la celebración navideña en las Trincheras

Video documental de History Channel sobre el tema

Representación de la celebración de la Noche buena en la trinchera alemana

Caricatura sobre la Tregua de Navidad de 1918

Novela de Christian Carlon, donde se trata de reconstruir lo ocurrido
en la Navidad de 1914. La adaptación al cine se hizo tomando el libro
como fuente.

Dos afiches de la película francesa Feliz Navidad, que relata lo ocurrido durante la Tregua de Navidad

Escena de Pipes of Peace donde Paul MacCartney interpreta un doble papel. A la izquierda como el Comandante del Ejército británico y a la derecha, rubio, con bigote de punta y con tes más clara, interpretando al comandante alemán de la trinchera. 







lunes, 12 de febrero de 2018

La Pena de Muerte en el Perú II

LA MARCHA DE LOS CONDENADOS II





La pena de muerte es la más severa de las penas, aplicada desde la antigüedad. Es considerada como el castigo legalmente impuesto por el Estado al delincuente incorregible y altamente peligroso, para conservar el orden jurídico y social que consiste en privarle de la vida, por la gravedad del delito que cometió y con el objeto de que este tipo de delito no se siga cometiendo. 


En el Perú la pena de muerte casi siempre ha imperado en situaciones coyunturales, dejando de lado las razones legales. Las tres primeras constituciones del país (1823,1826 y 1828) establecían la aplicación de la pena capital “solo en los casos que exclusivamente lo merezcan”, lo cual permitía que las autoridades cometan abusos a discreción en muchos casos.



Una historia de ejecuciones
·         DIARIO LA REPÚBLICA 1 Oct 2006 | 18:17 h
·         La imposición de la pena capital en el Perú ha obedecido casi siempre a situaciones coyunturales y emocionales, antes que a razones jurídicas. Eso es lo que dice la historia de la condena a muerte en el país. Las tres primeras Constituciones incluyeron la aplicación de la pena máxima "solo en los casos que exclusivamente lo merezcan".
·         LA PENA MÁXIMA EN LAS CONSTITUCIONES • La pena de muerte se aplicó a los criminales, entre ellos a los que violaban y asesinaban, durante más de un siglo, hasta que fue restringida en el año 1979.
·         Guillermo Lavalle fue fusilado en 1966 por abusar y matar a un niño.
·         María Elena Hidalgo.
·         La imposición de la pena capital en el Perú ha obedecido casi siempre a situaciones coyunturales y emocionales, antes que a razones jurídicas. Eso es lo que dice la historia de la condena a muerte en el país.

Las tres primeras Constituciones (1823, 1826 y 1828) incluyeron la aplicación de la pena máxima "solo en los casos que exclusivamente lo merezcan", lo que permitía a las autoridades gozar de un amplio margen de discreción.

Pero más temprano que tarde, hubo una correción: en la Carta Magna de 1856 se abolió la condena a muerte, declarando la inviolabilidad de la vida humana. Por ley no se podía cegar la existencia de una persona. Sin embargo, pronto cambió esta figura.

Idas y vueltas

La Constituyente de 1860 restableció la pena de muerte, aunque estuvo restringida a los delitos de homicidio calificado y por traición a la patria. Fue en el gobierno demócrata de Juan Manuel del Mar.

En 1867, la Constitución volvió a abolir la pena capital, lo que duró solo un año: en 1868, Luis La Puerta Mendoza, jefe del Estado elegido por el Congreso, consagró una nueva Carta Magna que restableció la condena a muerte. Nunca más volvió a ser abolida, porque en las Constituciones de 1920, 1933, 1979 y 1993 se mantuvo, aunque con algunas variantes.

La Constitución de 1920 contemplaba la ejecución de quien cometía homicidio calificado y traición a la patria. Sin embargo, en 1924, una reforma cambió la pena de muerte por la de carcelería indefinida para dichos delitos.
·         Ejecutados por la pena de muerte entre 1957-1979. Haga click para ampliar.
·         Sin embargo, una nueva Constitución, redactada durante un régimen convulsionado por la violencia política, restableció las ejecuciones: la Constitución de 1933.

Se aprobó durante el régimen represivo del coronel Luis M. Sánchez Cerro. La pena de muerte se hizo más extensiva: se aplicaba no solo para los delitos de homicidio calificado y traición a la patria, sino también por espionaje, parricidio, violación de menores de siete años, asesinato por lucro, por envenenamiento, fuego o explosión, así como para los casos de robo que culminara con la muerte de la víctima.
mano dura

En aplicación de la norma, en 1957 fue ejecutado Jorge Villanueva Torres (a) 'El monstruo de Armendáriz', por violar y asesinar a un niño de tres años. También fue eliminado, en 1966, Guillermo Lavalle Vásquez (a) 'Pichuzo' por abusar y decapitar a un niño.

Durante la dictadura de los general EP Juan Velasco Alvarado y Francisco Morales Bermúdez (1968-1980), aumentaron las ejecuciones, en especial contra los que mataban a miembros de las fuerzas del orden.

Los ejecutados

En ese periodo siete hombres fueron ejecutados. Alejandro Lastra Villavicencio y Gerardo Pinto Sulcahuamán fueron ajusticiados por matar a un policía y a un empleado del banco durante un asalto. José Murillo Andrade, de 21 años, fue ejecutado por el asesinato de un detective policial.

Miguel Salazar Valdivia, un obrero de 25 años, fue sancionado por matar a un policía durante el asalto a una tienda, lo mismo que Juan Machare Zapata, Luis Uscuvilca Patiño y Alfredo Benítez Caldas: los dos últimos mataron a un guardia civil durante un atraco a una agencia bancaria.

El último ejecutado fue el suboficial FAP Julio Vargas Garayar, el 20 de enero de 1979, por espionaje. Pocos meses después, se aprobó la restricción de la pena capital, en la Constitución de ese año, a los casos de traición a la patria en tiempo de guerra. Y en 1993, en medio de la dictadura de Alberto Fujimori, se amplió al delito de terrorismo.

Durante el siglo XX, solo los regímenes no democráticos impusieron la pena de muerte.
·         Cifras
·         1856 por primera vez se abolió la pena de muerte.
·         1933 se restituyó la pena para criminales, hasta 1979.

Pena de muerte: los últimos tres casos con esta condena en el Perú
El ‘Monstruo de Armendáriz’ fue fusilado en diciembre de 1957. El caso más reciente con una pena de muerte se registró en 1979
En diciembre se cumplen 60 años del fusilamiento de Jorge Villanueva, conocido como el ‘Monstruo de Armendáriz’. (Foto y video: El Comercio)
Redacción EC01.11.2017 / 01:10 am
A fines de los años cincuenta, Jorge Villanueva, de unos 35 años, fue condenado a pena de muerte por el secuestro, violación y asesinato de Julio, un niño de 3 años y medio. Este caso, uno de los más emblemáticos en el Perú, es conocido como el del ‘Monstruo de Armendáriz’.


El fusilamiento de Villanueva ocurrió la madrugada del 12 de diciembre de 1957, tres años después de ocurrido el crimen, en la entonces Penitenciaría de Lima. El pelotón de la Guardia Republicana estuvo encargado de dispararle.
Los críticos de la sentencia de muerte decían que la culpabilidad de Villanueva se basó solo en el testimonio de un vendedor, quien se desdijo más de una vez. Como única prueba, se mostró una moneda de 20 centavos con la que el supuesto violador habría pagado para comprar un turrón al niño.
Hace algunos meses, el presidente del Poder Judicial, Duberlí Rodríguez, señaló que podría existir una absolución póstuma para Villanueva.
“Habría sido una injusta condena. Un error judicial irreparable, pero que moralmente sí podríamos reparar”, indicó Rodríguez.
Los últimos dos condenados a pena de muerte en el país fueron Esteban Martínez Romero y el ex suboficial FAP Julio Vargas Garayar.
Martínez fue fusilado en El Frontón en 1977 por haber asesinado a un policía y a dos civiles.
Vargas fue ejecutado dos años después, en 1979, acusado de traición a la patria por realizar actos de espionaje en favor de Chile



Los sentenciados a pena de muerte durante el siglo XX en el Perú
La muerte una niña de 11 años en San Juan de Lurigancho ha reabierto esta polémica que año a año gana más adeptos.
Redacción
06 de febrero del 2018 - 1:15 AM
La historia de la pena de muerte en Perú. | Fuente: RPP Noticias | Fotógrafo: Periodismo Gráfico Audiovisual

El caso de César Alva Mendoza, presunto asesino de una niña de 11 años en San Juan de Lurigancho, ha reabierto el debate de la pena de muerte en el país. Según el informe de necropcia de la menor, esta murió por asfixia y posteriormente fue calcinada a tan solo unos metros de la vivienda del detenido.
La pena de muerte se abolió en el Perú en 1856; sin embargo, en 1933 se volvió a regular en 1933. Finalmente se derogó en 1979. En noviembre de 2017, Fuerza Popular presentó el proyecto de ley para condenar a pena de muerte por el delito de violación a menores de 7 años seguidos de muerte. La iniciativa aún se encuentra bajo la sombra.  Esta es la cronología de los sentenciados a pena de muerte duarante el siglo XX en el Perú. 
En 1957, Jorge Villanueva Torres, apodado el ‘Monstruo de Armendariz’ fue ejecutado por homicidio y violación de un niño de 3 años. Hasta el día de su fusilamiento declaró ser inocente. 

En 1966, Guillermo Lavalle Vásquez alias ‘Pichuzo’ fue acusado por abusar y decapitar a un niño.

En 1973, Alejandro Lastra Villavicencio y Gerardo Pinto Sulcahuamán fueron fusilados luego de ser acusados de matar a un policía y un empleado durante un asalto a un banco. Ese mismo año, Juan Murillo Andrade fue ejecutado por haber asesinado a un policía. 

En 1974, Juan Machare Zapata fue condenado por asesinato de un policía.

En 1976, el obrero Miguel Salazar Valdivia fue ajusticiado por matar a un policía durante el asalto a una tienda. Aquel año, Luis Uscuvilca Patiño y Alfredo Benítez Caldas también fueron ejecutados por matar a un guardia civil durante un asalto a una agencia bancaria.

En 1979 se realizó la última condena. Se dio durante el gobierno de Francisco Morales Bermúdez. Julio Alfonso Vargas Garayar fue fusilado luego de ser acusado de espionaje y traición a la patria.

domingo, 11 de febrero de 2018

La Pena de Muerte en el Perú I

LA MARCHA DE LOS CONDENADOS I




Hoy, la Pena de Muerte ha vuelto a la agenda social y, posiblemente, a la agenda política. Es clamor popular. Y es que, los recientes actos de violación seguido de asesinato (especialmente de niños y mujeres), marcaje y sicariato, cada vez más execrables, han recibido la enérgica condena social.  

Todos sabemos que la pena capital en el Perú se desterró para delitos civiles hace mucho tiempo, que solo está vigente para el delito de traición a la Patria en caso de guerra exterior, tal como lo dice nuestra Constitución Política, tal como aparece en el artículo 140°, donde además se lee que también se aplica al delito de terrorismo, conforme a las leyes y a los tratados de los que el Perú es parte obligada. ¿Qué significa esto? Pues que al ser miembro el Perú  de la Convención Americana de Derechos Humanos también conocida como el Pacto de San José, no puede aplicar la pena de muerte a ningún otro delito que no esté contemplado en este pacto. Dicho en palabras simples...NO SE PUEDE APLICAR LA PENA DE MUERTE, NI A LOS MARCAS, NI A LOS SICARIOS Y MUCHO MENOS A LOS VIOLADORES-ASESINOS DE NIÑOS. Para que esto ocurra, tendría que denunciarse el Pacto y salirse de la jurisdicción de la Corte, y eso que no se están tomando en cuenta los encendidos debates que se darán en el Congreso para modificar el dichoso artículo constitucional. Y, aunque la polémica esté encendida y el la población haga marchas exigiéndola, esto, al parecer, no ocurrirá.

Pero, ¿Alguna vez se aplicó la pena de muerte en nuestro país? ¿En algún momento fueron ejecutados delincuentes los comunes además de los traidores a la Patria? La respuesta a ambas preguntas es un rotundo SÍ.

UN POCO DE HISTORIA
La Pena Capital es un concepto legal relativamente nuevo en nuestra historia, sin embargo siempre ha estado presente en ella. Los pobladores antiguos la aplicaban. Eso lo sabemos por las crónicas que dejaron los españoles y cronistas indígenas como Guaman Poma de Ayala. Los Paracas, Moche, Nasca, Wari, Chimor y, especialmente, los Incas la aplicaron, mayormente con fines religiosos. Hay relatos de su aplicación, ya sea por lapidación, desollamiento, desbarrancamiento, descuartizamiento, decapitación o devorados por las fieras en las sancayhuasis, una especie de fosas llenas de animales salvajes, donde los condenados eran arrojados. Claro que si alguien lograba sobrevivir, era porque los dioses así lo querían, por lo tanto, se les perdonaba la pena y se les dejaba vivir. ¿Cuántos lo habrán logrado? Según Waldemar Espinoza, un tal Chuquimis, fue el único que sobrevivió. ¿Y por qué se condenaba a muerte? Guamán Poma da varias razones. Se aplicaba en caso de traición, atentado contra algún miembro de la nobleza o por delitos religiosos como la profanación de templos, destrucción de ídolos o violación de las acllas o sacerdotisas del sol. Imágenes de su aplicación abundan en su Nueva Crónica y Buen Gobierno.

Bajo la dominación española, los caso de ejecuciones aumentaron, especialmente durante las guerras civiles. Recordemos no más las muertes de Diego de Almagro, Francisco de Carvajal, Diego de Almagro El Mozo y Gonzalo Pizarro, quienes fueron condenados a muerte en forma sumaria tras perder sus respectivas rebeliones contra el poder establecido. Pero también se la aplicaron a los habitantes de este reino como la propio Atahualpa, a Túpac Huallpa o a Túpac Amaru, último Inca de Vilcabamba. En tiempos virreinales, la pena se aplicó de la mano con el Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición, que no le perdonaba la vida a los herejes, los hechiceros, los protestantes, los islamizantes y especialmente, a los judaizantes. El estrangulamiento en el garrote, la horca y la decapitación, se aplicaban a los condenados cristianos, pero si los que van a morir no profesaban la fe Católica, la hoguera estaba reservada para ellos. Los casos más sonados fueron los de el luterano francés Mateo Salade, quien fue condenado por hechicero, debido a que decía que se podía comunicar con los espíritus y el célebre proceso del 23 de enero de 1639, donde diez judaizantes portugueses y españoles, entre ellos  Luis Rodríguez da Silva y Francisco Maldonado da Silva, fueron quemados vivos. 

En las postrimerías del virreinato, la pena de muerte se aplicó a todos los que osasen rebelarse contra el poder español en búsqueda de la independencia. Los casos más conocidos son los ocurridos tras la gran rebelión indígena del sur, liderada por el cacique cusqueño Túpac Amaru II en los tiempos del virrey Agustín de Jáuregui. Por orden del Visitador Antonio de Areche, enviado especial del Rey Carlos III para sofocar la rebelión, el líder indígena primero fue torturado y sometido al suplicio para luego ser condenado al desmembramiento jalado por cuatro caballos. Como no pudieron arrancarle los brazos y las piernas, fue descuartizado y decapitado. Su esposa Micaela Bastidas también fue decapitada luego que no funcionara con ella la pena del garrote. Sus hijos, sus parientes y muchos de sus seguidores también fueron ejecutados. 

Más tarde, los criollos rebeldes también perecieron bajo la pena capital, ya sea por ahorcamiento, decapitación o fusilamiento, entre ellos los hermanos Mariano, José y Vicente Angulo, Enrique Paillardelle, Juan José Crespo y Castillo, Gabriel Aguilar, Manuel Ubalde, Mariano Melgar y Mateo García Pumacahua. Todos ellos, ejecutados durante el gobierno del virrey Fernando de Abascal, en la coyuntura revolucionaria que azotó hispanoamérica a inicios del siglo XIX, aprovechando la crisis en la que se encontraba el gobierno del Rey Fernando VII a causa de la invasión napoleónica. Poco después, con la promulgación de la Constitución Liberal de Cádiz de 1812, la pena de muerte es abolida en España y sus colonias, sin embargo, será restituida tras la expulsión de los franceses y la liberación de Fernando VII. 

Con la llegada de San Martín, el régimen virreinal incrementa su crisis, pues la presencia de un ejército extranjero desestabiliza la ya endeble estructura virreinal. El Virrey Pezuela es destituido por José de la Serna, por medio del Motín de Aznapuquio, pero su gobierno dura poco, pues tras una serie de infructuosas negociaciones con los altos mandos del Ejército Libertador en Miraflores primero y Punchauca después, se ve obligado a abandonar Lima, dejándola a merced de los invasores. José de San Martín, su líder, proclama la independencia el 28 de julio de 1821 y forma un gobierno provisional conocido como el Protectorado, donde va a abolir la pena de muerte en todo el territorio nacional controlado por él y su ejército.












lunes, 5 de febrero de 2018

El Motin de Aznapuquio y el Motín de Balconcillo

EL PRIMER GOLPE DE
ESTADO (*)



El primer golpe de Estado en la historia republicana del Perú es el que se conoce como Motín de Balconcillo. Fue un amotinamiento o una sedición en el cual se contiene un golpe de Estado, si por éste debemos entender, tal como he propuesto, “la alteración de la legalidad preexistente por medio de la fuerza o la violencia con el objeto de imponer una nueva legalidad”.

Pezuela
Curiosamente, el dominio español en el Perú también concluye con otro motín, el Motín de Aznapuquio. El 28 de enero de 1821, dieciocho altos jefes reunidos en la localidad de Aznapuquio, entre los que se encontraban José de Canterac, Jerónimo Valdés y Ramón Rodil, dieron un ultimátum al Virrey Joaquín de la Pezuela, de 60 años, culpable de debilidad e impericia ante los ojos de aquellos, para que entregara el mando al General José de la Serna, de 51 años, verdadero instigador de la conspiración, quien ya antes había dado a conocer su estado de ánimo, rehusando obedecer al Virrey.


La Serna
Descontados los turbulentos episodios que siguieron inmediatamente a la Conquista, nada semejante había ocurrido en cerca de 300 años de ininterrumpido dominio español. Nunca había estado en tela de juicio el principio de legitimidad. Jamás se había discutido ni contradicho la autoridad del Virrey nombrado por su Majestad Católica. Aunque Pezuela no oponga resistencia, que en verdad, no puede oponer; aunque Madrid convalida ex post facto, la usurpación realizada por La Serna, los amotinados de Aznapuquio hacen entrar en descomposición al Virreinato del Perú.

Poco tiempo después, el Motín de Balconcillo, será la réplica exacta del Motín de Aznapuquio. Como presagio para el destino del Perú, puede señalarse que, con un golpe de Estado, comienza la agonía del poder Real y con otro golpe de Estado, se inicia la atormentada vida de la República. ¿Qué había ocurrido?

Luna Pizarro
Al ingresar a Lima el General San Martín y proclamar nuestra independencia, lo primero que hace es convocar a los pueblos a la elección del Congreso Constituyente, para que los peruanos decidan así su destino por intermedio de sus representantes libremente elegidos. El Congreso se instala el 20 de setiembre de 1822 bajo la Presidencia de Francisco Xavier de Luna Pizarro. Ante él, San Martín –desengañado en Guayaquil por Bolívar y convencido de que no puede por sí mismo completar la independencia- dimite al mando supremo y se despoja de la banda bicolor que lo simboliza. En su proclama de despedía a los peruanos consigna las célebres palabras: “La presencia de un militar afortunado…es temible a los Estados que de nuevo se constituyen…Peruanos, os dejo establecida la representación nacional; si depositáis en ella una entera confianza, cantad el triunfo…si no, la anarquía os va a devorar”.  Y así ocurrió. La anarquía nos devoró porque no entendimos el mensaje de paz y unidad de San Martín.


Riva Agüero
Ante esta situación, el Congreso tenía que hallar una solución a la vacancia del Ejecutivo que se había producido con la renuncia de San Martín. Había que elegir un jefe de Estado con el máximo posible de atribuciones para que continuara y terminase la guerra contra los realistas. Es así como Luna Pizarro, asume el poder por un día,  solo hasta que entre en funciones la Junta Gubernativa que se había creado ex profesamente para reemplazar temporalmente a San Martín, solo hasta que se elija al próximo gobernante del Perú. Esta Junta estuvo formada por un triunvirato integrado por José de la Mar, Manuel Salazar y Baquíjano y Felipe Antonio de Alvarado. Sobre su conformación, Bolívar advirtió su fracaso cuando dijo: “La conformación de este gobierno es mala porque el Congreso es el que manda y el triunvirato es el que ejecuta, es decir, que va a haber una mano para obrar y veinte cabezas para deliberar”. Y así ocurrió. Tras el fracaso de la Campaña de Intermedios se produjo el primer golpe de Estado de nuestra historia republicana. Los jefes del Ejército Patriota, encabezados por Andrés de Santa Cruz, envían al Congreso una representación con un ultimátum, en el que señalan el fracaso del gobierno. “Recomiendan” la designación de un Jefe Supremo y señalan, para ese cargo, al Coronel José de la Riva Agüero. Algunos diputados protestaron, el presidente del Congreso, Luna Pizarro, declara que, en estado de coacción, carece de libertad para votar. La mayoría acepta la posición conciliadora de Hipólito Unanue de acceder al pedido del Ejército y termina nombrando a Riva Agüero como Presidente de la República (el primero de nuestra historia) el 27 de febrero de 1823. Pronto lo asciende al rango de Gran Mariscal pese a que no ha tomado parte en batalla alguna. Luna Pizarro se exilia.

En adelante, la Constitución Política del Perú prohibirá para siempre a las FF.AA. ejercer colectivamente el derecho de petición, pues no sería realmente un “pedido”, sino un ultimátum con pistola en la sien.

Retratos de José de La Serna y Joaquín de la Pezuela según
Evaristo San Cristóbal

Artículo del diario La República sobre el
Motín de Aznapuquio

Los conspiradores de Balconcillo, Riva Agüero y Santa Cruz




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(*) Adaptado del artículo homónimo de Enrique Chirinos Soto, publicado en el diario El Comercio el 21/03/95