EL PRIMER GOLPE
DE
ESTADO (*)
El primer golpe de Estado en
la historia republicana del Perú es el que se conoce como Motín de Balconcillo. Fue un amotinamiento o una sedición en el
cual se contiene un golpe de Estado, si por éste debemos entender, tal como he
propuesto, “la alteración de la legalidad
preexistente por medio de la fuerza o la violencia con el objeto de imponer una
nueva legalidad”.
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Pezuela |
Curiosamente, el dominio
español en el Perú también concluye con otro motín, el Motín de Aznapuquio. El 28 de enero de 1821, dieciocho altos jefes
reunidos en la localidad de Aznapuquio, entre los que se encontraban José de
Canterac, Jerónimo Valdés y Ramón Rodil, dieron un ultimátum al Virrey Joaquín
de la Pezuela, de 60 años, culpable de debilidad e impericia ante los ojos de aquellos,
para que entregara el mando al General José de la Serna, de 51 años, verdadero instigador
de la conspiración, quien ya antes había dado a conocer su estado de ánimo,
rehusando obedecer al Virrey.
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La Serna |
Descontados los turbulentos
episodios que siguieron inmediatamente a la Conquista, nada semejante había
ocurrido en cerca de 300 años de ininterrumpido dominio español. Nunca había
estado en tela de juicio el principio de legitimidad. Jamás se había discutido
ni contradicho la autoridad del Virrey nombrado por su Majestad Católica.
Aunque Pezuela no oponga resistencia, que en verdad, no puede oponer; aunque
Madrid convalida ex post facto, la
usurpación realizada por La Serna, los amotinados de Aznapuquio hacen entrar en
descomposición al Virreinato del Perú.
Poco tiempo después, el Motín
de Balconcillo, será la réplica exacta del Motín de Aznapuquio. Como presagio
para el destino del Perú, puede señalarse que, con un golpe de Estado, comienza
la agonía del poder Real y con otro golpe de Estado, se inicia la atormentada
vida de la República. ¿Qué había ocurrido?
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Luna Pizarro |
Al ingresar a Lima el General
San Martín y proclamar nuestra independencia, lo primero que hace es convocar a
los pueblos a la elección del Congreso Constituyente, para que los peruanos
decidan así su destino por intermedio de sus representantes libremente
elegidos. El Congreso se instala el 20 de setiembre de 1822 bajo la Presidencia
de Francisco Xavier de Luna Pizarro. Ante él, San Martín –desengañado en
Guayaquil por Bolívar y convencido de que no puede por sí mismo completar la
independencia- dimite al mando supremo y se despoja de la banda bicolor que lo
simboliza. En su proclama de despedía a los peruanos consigna las célebres
palabras: “La presencia de un militar
afortunado…es temible a los Estados que de nuevo se constituyen…Peruanos, os
dejo establecida la representación nacional; si depositáis en ella una entera
confianza, cantad el triunfo…si no, la anarquía os va a devorar”. Y así ocurrió. La anarquía nos devoró porque
no entendimos el mensaje de paz y unidad de San Martín.
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Riva Agüero |
Ante esta situación, el
Congreso tenía que hallar una solución a la vacancia del Ejecutivo que se había
producido con la renuncia de San Martín. Había que elegir un jefe de Estado con
el máximo posible de atribuciones para que continuara y terminase la guerra
contra los realistas. Es así como Luna Pizarro, asume el poder por un día, solo hasta que entre en funciones la Junta
Gubernativa que se había creado ex profesamente para reemplazar temporalmente a
San Martín, solo hasta que se elija al próximo gobernante del Perú. Esta Junta
estuvo formada por un triunvirato integrado por José de la Mar, Manuel Salazar
y Baquíjano y Felipe Antonio de Alvarado. Sobre su conformación, Bolívar
advirtió su fracaso cuando dijo: “La
conformación de este gobierno es mala porque el Congreso es el que manda y el
triunvirato es el que ejecuta, es decir, que va a haber una mano para obrar y veinte
cabezas para deliberar”. Y así ocurrió. Tras el fracaso de la Campaña de
Intermedios se produjo el primer golpe de Estado de nuestra historia
republicana. Los jefes del Ejército Patriota, encabezados por Andrés de Santa
Cruz, envían al Congreso una representación con un ultimátum, en el que señalan
el fracaso del gobierno. “Recomiendan” la designación de un Jefe Supremo y
señalan, para ese cargo, al Coronel José de la Riva Agüero. Algunos diputados
protestaron, el presidente del Congreso, Luna Pizarro, declara que, en estado
de coacción, carece de libertad para votar. La mayoría acepta la posición
conciliadora de Hipólito Unanue de acceder al pedido del Ejército y termina
nombrando a Riva Agüero como Presidente de la República (el primero de nuestra
historia) el 27 de febrero de 1823. Pronto lo asciende al rango de Gran
Mariscal pese a que no ha tomado parte en batalla alguna. Luna Pizarro se
exilia.
En adelante, la Constitución
Política del Perú prohibirá para siempre a las FF.AA. ejercer colectivamente el
derecho de petición, pues no sería
realmente un “pedido”, sino un ultimátum con pistola en la sien.
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Retratos de José de La Serna y Joaquín de la Pezuela según
Evaristo San Cristóbal |
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Artículo del diario La República sobre el
Motín de Aznapuquio |
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Los conspiradores de Balconcillo, Riva Agüero y Santa Cruz |
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(*) Adaptado del artículo homónimo de
Enrique Chirinos Soto, publicado en el diario El Comercio el 21/03/95
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