LEGUÍA-FUJIMORI: TAL
CUAL
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Los dos gobiernos más largos de nuestra historia republicana han estado encarnados por dos personajes que llegaron al poder en elecciones limpias y después modificaron la constitución para reelegirse. A pesar de que entre ambos ha transcurrido casi un siglo, Augusto B. Leguía, que gobernó el país en dos períodos (el primero de 1908 a 1912 y el segundo de 1919 a 1930) y Alberto Fujimori (de 1990 al 2000), guardan coincidencias asombrosas y al parecer, escasas diferencias.
Leguía
era un hombre pequeño y ágil, siempre aseado y bien vestido, de trato amable y
de carácter sociable, amante de las fiestas y banquetes. Todos los domingos iba
al hipódromo. Había nacido en Chiclayo y descendía de una clase media de
terratenientes provincianos. Y gracias a un matrimonio provechoso y a buenos
negocios había accedido a las altas esferas sociales de Lima. Fujimori, por su
parte, era hijo de inmigrantes japoneses, que al casarse con Susana Higushi
había logrado ascender un poco en la esfera social. Era ingeniero agrónomo,
había sido rector de la Universidad Agraria y había conducido sin éxito un
programa político en el canal del Estado.
Sus
primeros cuatro años de gobierno constitucional le hicieron ver a Leguía que
era más cómodo gobernar sin Congreso, por eso, en pleno proceso electoral entró
a Palacio de Gobierno por la puerta falsa de la dictadura militar, disolvió el
Congreso, estableció un gobierno provisional y convocó a un Congreso Constituyente
con el encargo de incluir en la nueva carta política 19 puntos que él
consideraba vitales para crear la “Patria Nueva”. Fujimori, habiendo
ganado limpia y sorpresivamente las elecciones de 1990 en segunda vuelta, al
tener la constante oposición de los “partidos políticos tradicionales”, decide
cerrar el Congreso y proclamarse Presidente de Emergencia y Reconstrucción
Nacional, en lo que sería conocido como el Autogolpe del 5 de abril de
1992. Los argumentos que Leguía utilizó para justificar el “Cuartelazo” del 4
de julio de 1919 parecen haber sido calcados por Fujimori para hacer lo propio
el 5 de abril del 92. Dijo Leguía:
-
El país requiere de reformas constitucionales que destierren para siempre la
vergüenza intolerable de los gobiernos burocráticos y personalistas condenados a la pasión y al
error.
-
La función del poder no puede estar reducida a preparar sucesiones
presidenciales, a ubicar representantes amigos y a repartir las prebendas del
presupuesto nacional entre favoritos y cortesanos.
-
Las reformas de la Constitución que son
indispensables y que tengo prometidas a la nación las hará el pueblo mismo,
prestándole su sanción directa.
-
Confío en que la vos de la patria, a la cual, a pesar de mi modestia, yo
represento en este momento histórico, hará que todo el país complete la obra
que he comenzado.
- Conciudadanos: tenemos la
obligación de crear la democracia
efectiva y de hacer la felicidad de nuestra querida patria.
Leguía prometió
crear una “Patria Nueva”. Fujimori ofreció la “Nueva República”. Leguía era la
“voz de la patria” y Fujimori la “voz del pueblo”. Leguía odiaba a la
oligarquía civilista y buscó su desaparición política, mientras que Fujimori
hizo lo propio con la “partidocracia”. Ambos creían ser los únicos capaces de salvar
al Perú. Durante el Oncenio, Leguía entregó a Colombia el Trapecio Amazónico y
Fujimori donó Tiwinza a Ecuador, .más el territorio comprendido entre los hitos
Cunsumaza-Bumbuiza y Yaupi-Santiago.
En 1926 un grupo
de personeros oficialistas presentó una
reforma constitucional que aseguró la indefinida reelección de Leguía bajo la
consigna de correr el riesgo que un
nuevo presidente deje de lado su obra, o que la continúe mal. La mayoría leguiísta del Congreso aprobó
inmediatamente el proyecto presentado. Así Leguía aseguraba su perpetuidad en
el poder. En epítetos parece que ningún
otro presidente lo supera. Su entorno se
dirigía a él con sobrenombres hiperbólicos como “Gigante del Pacífico”,
“Júpiter Presidente”, “Wiracocha”, “Pachacuti” “Napoleón”, “Nuevo Mesías”,
“Bolívar Peruano” y muchos más. Así como
Fujimori era llamado “el Mesías de los pobres”.
Leguía
modifica más de una vez la Constitución. En 1920 promulgó una que propiciaba
libertades nuevas y garantías sociales como la inviolabilidad de la propiedad.,
la libertad de comercio e industria y la protección de la raza indígena. En el
tema de la reelección, la constitución leguíista decía lo siguiente: “El
presidente durará en su cargo cinco años y no podrá ser reelecto sino después
de un período igual de tiempo”. Pero en 1923 la modificó de la siguiente
manera: “El presidente durará en su cargo cinco años y podrá, por una sola vez,
ser reelegido”. Y la nueva modificación de 1926 ya no fijaba número permitido
de reelecciones; decía simplemente: “El Presidente durará en su cargo cinco
años y podrá ser reelecto”. Algo similar ocurrió con Fujimori, que gracias a la
nueva constitución de 1993 pudo reelegirse para el período 95-2000, pero al
llegar la fecha de cambio, se dio una nueva modificación conocida como “Ley de
Interpretación Auténtica” con la cual
pudo postular a la re-reelección.
El
fin de Leguía fue dramático; el comandante Luis M. Sánchez Cerro desde Arequipa
exige su renuncia, su casa fue saqueada por la turba y cuando intentaba huir en
una de los barcos de la Marina de guerra fue descubierto, capturado y
encarcelado en la penitenciaría de Lima, donde agravó su maltrecho estado de
salud, siendo trasladado al Hospital Naval, donde falleció a los 69 años de
edad. En cambio, la historia le reservaba un final diferente a Fujimori, ya que
después del escándalo de los “vladivideos” logró fugar del país y refugiarse en
Japón, donde permaneció un tiempo e incluso postuló sin éxito al congreso de ese país. El 2005 viaja sorpresivamente a Chile, en un gesto provocador hacia la justicia peruana que infructuosamente trata de extraditarlo. Regresó al Perú en setiembre de 2007, después que la justicia chilena aceptara el pedido de extradición, por cinco casos de corrupción, y dos casos por delitos de lesa humanidad. El 2009 fue condenado a 25 años de prisión, pero no llegó a cumplirla gracias a un cuestionado indulto otorgado en la nochebuena del 2017 por el presidente Kuczynsky, producto de negociaciones bajo la mesa con Kenyi Fujimori, indulto que fue revocado en enero del 2019, volviendo a prisión, después de pasar un tiempo internado por su estado de salud.
Pero
no todo el gobierno de Leguía fue malo. Con el dinero de los créditos
internacionales se realizaron gran cantidad de obras, especialmente de
infraestructura urbana –la mayoría en la capital- como las avenidas Venezuela,
Colonial, Argentina y Arequipa –a la cual bautizó con su nombre- las primeras
para conectar la zona industrial de Lima con el puerto de Callao para que sean
exportados a EE.UU. y la última, para
conectar a los barrios residenciales del sur como Miraflores o San Isidro con
el Centro de Lima. Construyó el Hospital
Loayza, el Parque de la Reserva así como la remodelación de plazas como la de Armas,
San Martín o Dos de Mayo y sus alrededores. Promovió además la
urbanización de las haciendas de Santa Beatriz, Jesús María, Lince, Breña y
zonas aledañas a Miraflores, que se convirtieron en los nuevos barrios residenciales
de la capital. En provincias construyó gran cantidad de carreteras y algunas
obras de irrigación en los valles de
Olmos en Lambayeque, La Joya en Arequipa y Cañete en Lima, donde curiosamente
se encontraban sus tierras de cultivo. De esta forma, le quitaba el control
sobre la aguas que ejercía la oligarquía civilista a la cual había sacado del
poder, así terminarían los problemas de escasez de agua para las tierras de los
campesinos.
Se había
proclamado a sí mismo “protector de la raza indígena” para lo cual creó
el “Día del Indio” y la Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio de
Fomento: A la vez, muchos indígenas fueron nombrados autoridades en sus
respectivos pueblos y prohibió a nivel nacional el trabajo gratuito que éstos
prestaban desde la colonia. Aunque aparentemente fueron medidas beneficiosas,
con la Ley de Conscripción Vial, se produjo un retroceso en su política
indigenista, ya que, según esta ley, todos los varones entre 18 y 60 años de
edad tenían la obligación de trabajar 12 días al año y en forma gratuita, en la
construcción de carreteras. Quienes no podían hacerlo, pagaban una multa de 10
soles. Con el tiempo, muchos preferían pagar la multa en lugar de trabajar, así que los únicos
realmente obligados resultaron siendo los más pobres, los indígenas.
Los partidos políticos
fueron proscritos y sus líderes apresados o exiliados, incluyendo a su primo
Germán Leguía y Martínez, quien se había atrevido a presentarse como candidato
presidencial en 1924, siendo deportado a Panamá. Los medios de comunicación
fueron censurados, difundiendo solo lo que era beneficioso para el régimen.
Quienes se negaron fueron perseguidos.
Aunque
aparecía como un dictador autócrata y autoritario, era manipulado por su
asesor, el colombiano Guillermo Forero Franco, quien habría generado en él un espíritu
americanista que lo llevó a convencerse que era el elegido para
continuar la labor americanista de Bolívar
llevando la paz a Latinoamérica,
para lo cual era necesario ceder a Colombia el Trapecio Amazónico; 120 mil km2
que le permitieron tener acceso directo
al Amazonas. La firma en secreto del tratado Salomón-Lozano del 24 de marzo de
1922 –a espaldas de la Cancillería, del Congreso, de Brasil- demostró una vez más sus dotes manipuladoras. Ni la
población de Leticia, fue consultada. Ésta se enteraría años más tarde que
había sido desarraigada del Perú, cuando el 17 de agosto de 1930 –cinco días antes de la revolución de
Arequipa- tropas colombianas tomaron posesión efectiva de la ciudad de Leticia.
Si
bien hubo múltiples acusaciones de corrupción en su contra, hay que resaltar
que nunca pudieron demostrárselo, aunque sí hallaron pruebas contra muchos de
sus parientes y amigos, que habían llegado a ocupar cargos importantes en la
burocracia estatal gracias al más descarado nepotismo.
Con
el Oncenio se cierra el período de República Aristocrática civilista, dando
paso a la formación de una nueva oligarquía vinculada al capitalismo
estadounidense. Su política se caracterizó por ser personalista y dictatorial,
además de centralista. Significó la más grande e irresponsable entrega de
territorios, recursos, empresas y servicios del país a los capitalistas
norteamericanos y a los países vecinos. Logró el desplazamiento de la
oligarquía civilista pero formó una nueva, esta vez con todos sus allegados,
los cuales practicaban un servilismo nunca antes visto. Y aunque ambos
justificaron sus reelecciones con argumentos que hacían referencia al atraso
económico, social y moral que no permitía el desarrollo democrático del país y
que lo llevaría al caos nacional, lo que realmente estaban justificando era su
adicción a la “Droga del Poder”.
__________________________
FUENTES:
“Clases,
Estado y Nación en el Perú” – Julio Cótler
“Afianzamiento
de la dominación imperialista y emergencia de las corrientes populares” –
Fernando Silva Santisteban
“Leguía-Fujimori:
Pasiones Fatales” – Revista Oiga, 17/08/92
“Fujimori:
¿La larga sombra de Leguía?” – Diario El
Comercio, 16/04/00
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