domingo, 12 de enero de 2025

La Historia del Himno Nacional

LA COMPLICADA HISTORIA DEL
HIMNO NACIONAL PERUANO


Hace varios años, más concretamente en julio del 2011, empezó a circular por Hotmail la noticia de que el Himno Nacional del Perú había sido designado por un grupo de compositores clásicos de renombre mundial como el mejor Himno Nacional del mundo, luego de un exhaustivo trabajo de dos años (2008-2010) en que supongo, habrán escuchado y revisado las partituras de todos los himnos nacionales de los 198 países del orbe. Los resultados se podían ver vía YouTube. El problema es que no se consigna quien o quienes promovieron tal concurso, ni quienes fueron esos músicos de renombre que participaron en la elección. Esto me hizo recordar algo que desde muy pequeño siempre había escuchado; que el Himno Nacional Peruano era el segundo más bello del mundo después de la Marsellesa, el muy conocido himno nacional de Francia. Pero ¿hay algo de cierto en esa afirmación? Pues parece que no. Ni siquiera existen evidencias que en algún momento se haya dado tal concurso

Pero ¿qué nos dice la tradición sobre su creación? Pues que, ejerciendo como Protector del Perú, el Libertador José de San Martín, Generalísimo de los Ejércitos Patriotas, había convocado a un concurso para elegir la Marcha que habría de representar al Perú independiente y al cual se presentaron varios concursantes. La composición de José Bernardo Alcedo con letra de José de la Torre Ugarte fue interpretada por la cantante Rosa Merino. Inmediatamente San Martín se habría levantado del asiento para exclamar con algarabía ¡Este es! Y desde ese momento el Perú ya contó con su propio Himno Nacional.



Ahora, ¿esta será la verdad? Para saberlo he de recurrir a las fuentes y entre los que más tiempo han dedicado a nuestro amado himno patrio está el historiador Gustavo Pons Muzzo y el crítico musical y estudioso de la historia musical del Perú, Carlos Raygada.

Partiré de que no existe ningún documento oficial que narre lo acontecido en aquel concurso, puesto no existe ninguna publicación en la Gaceta de Lima, el diario oficial del Protectorado –como lo señala Pons Muzzo- más bien, lo que conocemos de este episodio se lo debemos al escritor y tradicionalista Ricardo Palma, que la narra en La tradición del Himno Nacional y la complementa en uno de los anexos de sus famosas tradiciones titulada Parrafadas de crítica, dedicadas al Himno Nacional. De ellas se desprende que poco después de proclamar la independencia y ya ejerciendo como Protector del Perú, el Libertador José de San Martín expidió un decreto convocando a los compositores del Perú para que participen en un concurso donde se elegiría la mejor composición para que represente al Perú independiente. Seis habrían sido las composiciones que entraron al concurso, cada una con su respectiva letra: La del músico mayor del Batallón Numancia, la del maestro Mariano Huapaya, la del maestro Juan de Tena, la del maestro Francisco Filomeno, la del maestro del a capilla de los agustinos, Fray Cipriano Aguilar y la del Maestro José Bernardo Alcedo (con letra de José de la Torre Ugarte), que habría sido presentada al final, por lo que fue entonada al último.

Cuenta Palma que apenas terminó Alcedo su interpretación, el Libertador se puso inmediatamente de pie y exclamó ¡He aquí el Himno Nacional del Perú! Y al día siguiente se emitió el decreto de su oficialización. Su estreno oficial fue el 24 de setiembre de 1821, con ocasión de la capitulación de los realistas que se hallaban en la fortaleza del Real Felipe ante San Martín, cinco días antes.

Rosa Merino, una famosa actriz de teatro y cantante de ópera de la época, fue elegida para interpretarlo con apoyo de una numerosa orquesta formada ex profesamente para tal evento, en el Teatro de Lima (hoy Teatro Municipal, ubicado donde se encuentra el actual Teatro Segura), ante el distinguido público presente, entre los que se encontraban los altos oficiales del Ejército Libertador y las autoridades de la Iglesia y del Cabildo de Lima, quienes ovacionaron de pie su interpretación y a sus autor, el maestro Alcedo.



Ricardo Palma fue el primero que dedicó unas letras a la historia de nuestro Himno Nacional en sus famosas "Tradiciones Peruanas", sin embargo no pueden ser tomadas al pie de la letra, puesto que no son verdaderas fuentes históricas. Los que sí han hecho un estudio serio sobre el tema son Carlos Raygada, en su "Historia Crítica del Himno Nacional" y Gustavo Pons Muzzo, tanto en su obra "La Ley N° 1801 y la letra auténtica del Himno Nacional" y "Símbolos de la Patria", publicada en la Colección documental de la Independencia del Perú. Más recientemente, tenemos a Julio César Rivera Dávalos, a Santiago Agurto Calvo y al historiador Eduardo Torres Arancibia.


CONTEXTO POLÍTICO
Pero ¿Cuál era la coyuntura vivida en eso días? Según narra Pons Muzzo, Lima vivía permanente amenazada por las fuerzas realistas que aún se encontraban en el interior del Perú, pues el Virrey José de La Serna se había refugiado en el Cusco y el Ejército Realista controlaba gran parte del centro y el sur del Perú. Realmente la Independencia se limitaba a Lima y a algunas ciudades del norte y la costa central del Perú. El General realista José de Canterac había sitiado Lima desde Huancayo el 2 de setiembre, con la finalidad de auxiliar a los realistas que resistían en el Real Felipe comandados por el Mariscal de Campo José de La Mar. El Ejército Patriota bloqueó en todo momento el acceso al Callao, impidiendo a Canterac llegar al Real Felipe, sin llegar a enfrentarse militarmente, pues San Martín no quería arruinar las conversaciones que estaba teniendo con diversos jefes realistas, con consentimiento del Virrey, bajo la premisa del reconocimiento español de la independencia del Perú. Como al mismo tiempo se bloqueó el acceso a los fértiles valles del sur para aprovisionarse, Canterac y sus tropas abandonaron Lima dirigiéndose al norte por la ribera del río Chillón, hacia Canta. Sin más ayuda y completamente aislada, la guarnición realista de la fortaleza del Callao aceptó la capitulación ofrecida por San Martín y su comandante el Mariscal La Mar, capituló el 19 de setiembre de 1821. La mañana del 21 del mismo mes, el Ejército Patriota ocupó la Fortaleza del Real Felipe del Callao y la rebautizó como Castillo de la Independencia, mandando borrar todo vestigio realista de él (banderas y escudos nobiliarios). Un mes después, La Mar, abandonó el Ejército Realista, renunciando a las condecoraciones y rangos otorgados por el Rey para asimilarse al Ejército Patriota con el grado de General de División, tal vez guiado por su condición de criollo o por su vieja amistad con San Martín (se conocían desde los tiempos de la invasión francesa a España) y al poco tiempo fue designado para presidir la Junta de Gobierno que sucederá a San Martín.



DESMITIFACANDO LA TRADICIÓN
Ahora toca ver el testimonio de los historiadores que le han dedicado unas cuantas o muchas líneas a este tema. Empezaré por Germán Leguía y Martínez, quien refuta Palma diciendo que no pudo haber sido interpretado por primera vez el 24 de setiembre de 1821 con ocasión de la rendición del Real Felipe, pues la convocatoria hecha por San Martí recién vencía el 28 del mismo mes. Resulta que la convocatoria al concurso tenía como plazo el día 18 de setiembre, pero al no haberse presentado ninguna composición, el plazo final se amplió diez días más (28/09/1821), como bien lo asegura Pons Muzzo. Ahí se habrían presentado las composiciones mencionadas por Palma en su tradición, pero agrega Carlos Raygada en su Historia crítica del Himno Nacional, que a última hora Alcedo presentó una composición adicional en solitario, en su condición de hermano terciario del convento de Santo Domingo. El jurado de tal concurso estaba compuesto por los ministros Bernardo Monteagudo (Guerra y Marina), Hipólito Unanue (Hacienda) y Juan García del Río (Relaciones Exteriores) y el mismo José de San Martín, en su cargo de Protector del Perú; todos ellos de gran cultura literaria y musical. La composición ganadora ese 28 de setiembre fue la de Alcedo con letra de José de la Torre Ugarte, elegido al parecer a dedo por el propio San Martín, que de seguro ya la había oído en uno de los ensayos previos a los que todos los compositores acudieron antes de la presentación oficial en el concurso del 28 de setiembre, realizado en uno de los salones Palacio de Gobierno a tono de clave. Su presentación pública fue el 8 de octubre en el Teatro de Lima, donde fue interpretado por Rosa Merino.

La composición ganadora contaba con un coro y seis estrofas que, citando a Leguía, entusiasmaron a San Martín por su grandiosidad extraña y severa, olímpica excelsitud, épica grandilocuencia que derramaba como erupción de cólera, de júbilo, de protesta ardiente, de plegaria fervorosa, de audaz entusiasmo, de gozo y denuedo, de esperanza y de gloria. ¿Y cuál fue el premio? Tan solo las gracias y que su composición ahora represente a toda una Nación. Sin embargo, el haber ganado el concurso les abrió las puertas a ambos autores. José de la Torre Ugarte, autor de la letra, fue nombrado por San Martín Oficial Mayor de Guerra, cargo que en aquel entonces constituía una de las más altas distinciones y que le significó el inicio de una ascendente carrera pública, pues años después fue nombrado Auditor de Guerra, luego Oficial Mayor de la Secretaria de la Presidencia y Contador de los Fondos de Policía. Posteriormente fue nombrado Juez de Chancay, y en 1830 fue designado Vocal de la Corte Superior de La Libertad, hasta su fallecimiento el 1 de setiembre de 1831, poco después de haber sido elegido diputado y antes de que asumiera la función legislativa.




José Bernardo Alcedo dejó definitivamente la vida conventual y se dedicó a ejercer su pasión por la música. Recibió ofertas para ser músico mayor tanto del Ejército Peruano como del Ejército auxiliar chileno-argentino, decidiéndose por este último –no se sabe el por qué de tal decisión- donde ingresó con el grado de Subteniente de Infantería en el batallón Nº 4 de Chile, participando en las batallas de Moquegua y Torata dirigidas infructuosamente por la Junta Gubernativa, que había asumido provisionalmente el gobierno tras la partida de San Martín. Dejó las armas para establecerse en Santiago, donde se convirtió en maestro de música y de canto gregoriano en las principales iglesias de la capital chilena, hasta que fue contratado como músico oficial de la Catedral de Santiago. 41 años después regresó al Perú (1864) para encargarse de la formación del conservatorio de música de Lima, obra que no se realizó a causa de la agitada situación política por la que atravesaba el Perú. Mientras tanto, fue contratado con el alto sueldo de 200 pesos mensuales, para que se desempeñe como Director General de las bandas del Ejército Peruano, cargo que ejerció hasta su muerte el 4 de diciembre de 1878.

Encendiendo aún más la mecha, Luis Antonio Meza Casas, músico destacado y crítico se atreve a poner en duda mucho de lo que se conoce sobre la historia del Himno Nacional, empezando por la tradición de Ricardo Palma, que por ser tradición, no guarda rigurosidad histórica. Sostiene que la información en la que Palma se basó para escribir su conocida tradición no es confiable porque se basa en una entrevista realizada a Alcedo en el final de su vida, cuando se encontraba anciano, enfermo y senil, con una memoria tan frágil que ni recordaba –afirma- con exactitud la totalidad de su Marcha Patriótica, nombre original del Himno Nacional. La vida de Alcedo –refiere- está llena de imprecisiones y vacíos históricos; el primero, la fecha de su nacimiento (¿1788 o 1798?) y el apellido materno (¿Retuerto o Larraín?). Sobre los participantes dice que ninguno era de renombre, pues no se sentían atraídos por el premio exento de retribución monetaria, limitado sólo a la consideración del gobierno y al tributo de gratitud de los ciudadanos. Tal vez por eso se tuvo que ampliar la fecha de para la recepción de composiciones. Tan sólo Alcedo, Tena y Aguilar tenían cierta fama. Ni siquiera hay consenso –dice Meza- sobre la fecha de la interpretación pública. Existen hasta siete fechas probables de estreno y hasta sobre Rosa Merino tiene dudas, pues además de no conocerse con certeza la fecha de su nacimiento, en diversas fuentes se menciona hasta a tres cantantes diferentes, por coincidencia todas llamadas Rosa. Igual ocurre sobre el lugar y la ocasión del evento.

El mismo Palma contribuye a la polémica al afirmar que la espléndida música compuesta por Alcedo merecía una mejor letra, pues la de De la Torre Ugarte era de poca calidad poética y que más bien sus estrofas pecan de patrioteras y de mal gusto; hay en ellas mucho de fanfarronada y poco de verdadera altivez republicana. Son malas con M de manicomio decía Palma, a la vez que proponía reemplazar las estrofas, que según decía, en ese tiempo (1901), muy poco se cantaban, así que nadie iba a extrañarse de su modificación porque no eran populares, a lo sumo la primera (la de Largo tiempo...) que la sabían algunos. Lo contrario –decía- ocurriría con el coro -que al parecer era el más entonado por el pueblo- por lo que la gente protestaría por su cambio y gritaría en Fiestas Patrias ¡El viejo! ¡Fuera el nuevo! Además de su popularidad, el coro sería de las simpatías del buen Palma por ser el inmortal recuerdo de nuestros días épicos, porque ese coro lo cantaron los peruanos del llano de Junín después de la victoria, y lo cantaron también a la falda del Condorcunca el día que se lució el espléndido sol de Ayacucho. Porque tres generaciones han sido arrulladas con las palabras de ese coro que todo peruano conserva en su memoria y acota para finalizar, que hay que conservarlo en homenaje respetuoso a los próceres que nos dieron la patria.

LOS AUTORES
Los versos de la Marcha Nacional fueron en su origen las letras de un poema de sentido patriótico. Su autor fue José de la Torre Ugarte y Alarcón, nacido el 19 de marzo de 1786. Su padre fue el español José Estanislao de la Torre Ugarte, quien luego de haber ejercido el cargo de Administrador General del Virreinato de Santa Fe, en el Ramo de la Lotería, vino al Perú a fines del siglo XVIII y se radicó en Ica. En este poblado conoció a Mercedes Alarcón, con la cual contrajo matrimonio, y tuvieron entre otros vástagos a José.

El joven de la Torre Ugarte se trasladó a Lima a inicios del siglo XIX, para iniciar sus estudios universitarios en San Marcos, en una época en la cual existía el internado, comodidad a la que solían acogerse los estudiantes venidos de provincia. Se graduó como abogado en 1812 y, al parecer, obtuvo un empleo en la Audiencia de Lima.

Su afición por los versos así como su marcado patriotismo, se complementaron con su gusto por la expresión popular. El fruto de esto fue la composición de varios poemas, de signo popular y patriota al mismo tiempo, uno de ellos fue la Marcha Nacional del Perú, pero antes había escrito La Chicha, muy conocida e interpretada con el acompañamiento musical que compuso el maestro Alcedo en la época en que San Martín ingresó a Lima, esto indica que ambos creadores tenían ya algunas obras conjuntas antes de forjar la Marcha Nacional.

Los biógrafos de José de la Torre Ugarte indican que San Martín, a los pocos meses de la elección de sus versos como la Marcha Nacional, lo nombró Oficial Mayor de Guerra, cargo que en aquel entonces constituía una de las más altas distinciones y que le significó el inicio de una ascendente carrera pública. El año 1827 fue designado Auditor de Guerra, luego Oficial Mayor de la Secretaria de la Presidencia y Contador de los Fondos de Policía. Posteriormente fue nombrado Juez de Chancay, y en 1830 fue designado Vocal de la Corte Superior de La Libertad, cumpliendo esta función falleció en la ciudad de Trujillo el 1º de septiembre de 1831, poco después de haber sido elegido diputado y antes de que asumiera la función legislativa.

Los protagonnistas en la historia del Himno Nacional. El compositor José Bernardo Alcedo, autor de la música, el poeta José de la Torre Ugarte, autor de la letra y la cantante Rosa Merino, primera intérprete de la Marcha Patriótica, que fuera elegida por el libertador San Martín paraser el Himno Nacional Peruano.


La música fue compuesta por José Bernardo Alcedo, limeño de origen mulato nacido el 20 de agosto de 1788. Fue hijo de don José Isidoro Alcedo y de Rosa Retuerto, gente de color de condición humilde y analfabetos, que al no poder brindarle una educación adecuada para el potencial musical que mostraba desde pequeño, fue entregado en condición de donado al convento dominico de San Agustín, donde aprendería música bajo la dirección de los sacerdotes Cipriano Aguilar (quien también participó del concurso) y Pascual Neves, maestros de capilla de los conventos San Agustín y Santo Domingo. Con 18 años, compuso su Misa en Re Mayor y poco después la música de la primera canción patriótica de origen popular titulada La Chicha, escrita por José de la Torre Ugarte y atribuida al comienzo a su contemporáneo Juan de Tena. Alcedo entonces, al participar en el concurso para la elección del Himno Nacional, ya era bastante conocido, especialmente en el ambiente religioso. Su fama acrecentó luego de haber ganado el concurso, recibiendo jugosas ofertas de los ejércitos patriotas para que sea su maestro de música, decidiéndose por la oferta de la sección chilena del Ejército auxiliar chileno-argentino, partiendo a Chile en 1822 como subteniente de Infantería y Músico Mayor.

En Santiago abandonó la vida militar y se dedicó a la música, ingresando, en 1833, al coro de la Catedral de Santiago, llegando a ser Maestro de Capilla, puesto que ocupó durante 18 años. Residió en Chile durante 40 años. Viajó al Perú en 1864 requerido por el Presidente Juan Antonio Pezet, para que forme el Conservatorio de Música, obra que se truncó por el golpe de Estado del General Mariano Ignacio Prado y la guerra con España. Fue nombrado Presidente Honorario de la Sociedad Filarmónica de Lima y compuso canciones populares como Himno guerrero y Canción a la batalla de Ayacucho y gran cantidad de obras religiosas hasta su muerte el 4 de diciembre de 1878. Escribió además el libro Filosofía Elemental de la Música (1869), donde exploró el tema de la música de los quechuas.

MODIFICACIONES
No fue San Martín, sino el segundo Presidente peruano, José Bernardo de Tagle Marqués de la Torre Tagle quien decretó en sesión solemne que el Himno Nacional sea interpretado en todas las escuelas del territorio patrio en forma obligatoria y todos los domingos a las 4:00 pm en todas las plazas a nivel nacional. Resulta que José de San Martín emitió el decreto pero nunca lo promulgó, por eso es que, en el transcurso de los años, se va a ver una serie de interpretaciones que distan de la Marcha Patriótica que Alcedo presentara en dicho concurso. 

Con la llegada de Simón Bolívar, nuestro Himno sufre la primera modificación a petición del mismo libertador, quien, ordenó remplazar el nombre de San Martín por el suyo, pasando la estrofa de decir "Por doquier San Martín inflamado, ¡Libertad!, ¡Libertad! pronunció" a decir "Por doquier Bolívar inflamado, ¡Libertad!, ¡Libertad! pronunció".  Una modificación que no dura más allá del gobierno del libertador venezolano.

El tiempo fue pasando y, como, al parecer se perdió la composición original con la firma de ambos autories, que, dicho sea de paso, ya no estaban para defender su obra (De la Torre Ugarte ya había fallecido y Alcedo vivía en Chile), la Marcha Patriótica ahora es llamada "Himno Nacional" .

Como no se oficializó la adopción del Himno Nacional, éste fue víctima de diversas modificaciones. Algunas autorizadas y otras espontaneas. Entre las más destacadas están las de la inclusión de la apócrifa primera estrofa que empieza con el verso "Largo tiempo el peruano oprimido", la cual, al perecer era parte de una canción popular llamada "Marcha patriótica", que utilizaba la misma música, pero con una letra diferente. Incluso, se podría pensar, que era parte de una canción de afrodescendientes libertos, por la referencia a las cadenas de esclavitud que se cantaba en esa primera estrofa.

Alcedo, mucho tiempo después, al enterarse que su himno tenía varias versiones, tanto en letra como en música, envió al congreso una carta con la letra auténtica, escrita por José de la Torre Ugarte en 1864, cun la partitura original de su autoría; aún así, no se oficializó. 

La primera modificación oficial se le encomendó al músico sueco Karl Johann Eklund, pero recibió muchas críticas, especialmente del mismo Alcedo, que no gustaba de la musicalización. Por eso Alcedo, agrega en  una introducción musical, que Eklund rechaza. Es así que, ya en su vejez, Alcedo entra en contacto con Claudio Rebagliati, un músico italiano de prestigio, afincado en nuestro país, quien hizo una musicalización que contó con la aprobación del maestro Alcedo y que sigue vigente hasta hoy.

Tres partituras históricas. La de José Bernardo Alcedo, la del sueco Karl Johan Eklund y la de Claudio Rebagliati.


En 1900, el presidente Augusto López de Romaña, crea una comisión especial dirigida por el músico académico José María Velle Riestra, para buscar la versión más antigua del Himno, o su defecto, oficializar la versión restaurada por Alcedo y Rebagliati en 1869. Finalmente, el 8 de mayo de 1901, el Presidente López de Romaña, aprobó la versión restaurada y se declaró que sea oficial su entonación en todo evento oficial. Ese mismo año, se pensó cambiar la letra del Himno, por considerarla belicista, convocándose a un concurso (que contaba entre el jurado con Ricardo Palma), y que fue ganado por el poeta José Santos Chocano, la cual llegó a ser cantada algunos años en forma oficial. Sin embargo, en 1913, durante el gobierno del presidente Guillermo Billinghürst, los reclamos de la opinión pública por volver a la letra original fueron tan fuertes, que el Congreso se ve obligado a delcara intangible la música y la letra del Himno Nacional, mediante la Ley N° 1801 del 26 de febrero de 1913, incluyendo la estrofa apócrifa "Largo tiempo...", que pasó a ser la primera estrofa.

Durante el gobierno de la Junta Militar se dispuso que se cante la segunda estrofa ("al estruendo de broncas cadenas..."), pero con el gobierno de Belaunde, se cambió a la sexta estrofa ("En su cima los Andes sostengan..."), para que, nuevamente se interprete al estrofa apócrifa a partir del primer gobierno de Alan García. Así permanecería hasta el 2005, cuando el Tribunal Constiticional dispuso que no se interprete la primera estrofa, por no ser de la autoría de José de la Torre Ugarte, sino mas bien, producto de la expresión popualr de la época. Además, se incluyó la quinta estrofa, que había sido omitida para incluir la primera.
 
Durante el segundo gobierno de Alan García, el 2009, se dispuso que en su lugar de la estrofa intrusa,  se debe interpretar, nuevamente, la sexta estrofa en todo evento oficial y público. Y así es como se mantiene hasta hoy.

Autores relacionados con las modificaciones del Himno Nacional; el sueco Karl Johan Eklund, el italiano Claudio Rebagliati y el poeta peruano José Santos Chocano, quien realmente, creó una nueva versión.


TRASCENDENCIA
Como reconocen Jorge Basadre y Robert Stevenson, el Himno Nacional peruano tiene el mérito de haber sido uno de los pocos de América compuesto por un autor nacional con versos de otro autor nacional en el momento de declararse independiente, captando el sentir de todo un pueblo que vivió tales acontecimientos y que fue cantado por la generación de la Independencia. Los himnos nacionales de EE.UU, Chile, Argentina, Ecuador, Bolivia y Colombia, Uruguay y Paraguay fueron escritos y/o musicalizados por extranjeros, que en muchos casos nunca pisaron suelo americano. Ingleses, catalanes, italianos, corsos, húngaros y alemanes figuran entre sus autores. Citando a Stevenson, el Perú puede ufanarse de que su Himno Nacional fue escrito por un natural del país, por algo difiere tanto de los demás países del hemisferio occidental, pues mantiene un Conservatorio Nacional llamado José Bernardo Alcedo, dedicado al compositor nacional, no a un extranjero viajero o de otros continentes. La revista Muy Interesante, lo ubica además, en el puesto ocho de los himnos nacionales más antiguos que aún están vigentes en el mundo.

¿Y sobre el concurso lanzado en Internet? Pues resulta que hay varios promovidos por diversos internautas y en la mayoría de ellos ni aparece entre los mejores el Himno peruano, y si aparece en alguno de esos rankings se encuentra en el top 10 y en el mejor de los casos en el top 5. Así que no nos quite el sueño tal concurso, porque no existe ninguno oficial, promovido por las Naciones Unidas o alguno de sus organismos autónomos como la UNESCO, así que cualquier lista es mera subjetividad.

Letra del Himno Nacional de la autoría de José Santos Chocano.  






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FUENTES:
“El mito de un Símbolo Patrio” – Julio César Rivera Dávalos
“Historia crítica del Himno Nacional” – Carlos Raygada
“Historia de la Emancipación del Perú: El Protectorado” Germán Leguía y Martínez - Colección documental de la independencia del Perú, tomo V
“Homenaje a José Bernardo Alcedo (1788 – 1878) – Robert Stevenson – Boletín de la Biblioteca Nacional del Perú
“La Ley Nº 1801 y la letra auténtica del Himno Nacional” – Gustavo Pons Muzzo
“La tradición del Himno Nacional” - Ricardo Palma – Tradiciones Peruanas, tomo IV
“Levantando la humillada cerviz” – Santiago Agurto Calvo
“Música académica” – Luis Antonio Meza – Enciclopedia Temática del Perú, tomo XVI, Música, danza y tradiciones
“Nuestro Himno Nacional” – Daniel Estrada Pérez, El Comercio, 7/11/98)
“Origen de los Símbolos Patrios” – Marcos Garfias – Municipalidad Metropolitana de Lima
“Símbolos de la Patria” – Gustavo Pons Muzzo – Colección documental de la independencia del Perú, tomo X
“Sobre el Himno del Perú” – Ricardo Palma – Tradiciones Peruanas, tomo V








miércoles, 11 de diciembre de 2024

La Historia que pudo ser y no fue

LA HISTORIA QUE PUDO SER
Y NO FUE



Si en el período de 1820 a 1842 el Perú aparece luchando, desangrándose, bajando y subiendo en un proceso de definición nacional, el período de 1842 a 1866, más o menos, y aun en años siguientes, se presenta caracterizado por el apogeo y, en medio del apogeo, por la prodigalidad. Con la fácil riqueza del guano y del salitre tuvo entonces el Perú todo lo que suele darse en los aristócratas acaudalados: cordialidad en el trato, generosidad en el gasto, abundancia en la dádiva, falta de cordura para ordenar los propios asuntos, despreocupa ción por el mañana. ¿Fue ello inevitable? Y aun si lo fue ¿podemos imaginar una trayectoria distinta? Un escritor francés escribió un ensayo titulado Napoleón venció en Waterloo, es lo que se llama la "ucronía". A la manera de él cabe soñar en una historia que pudo ser y no fue, en una historia imaginada pero verosímil, en una historia que contara lo que hubiese ocurrido si el siglo XIX peruano no hubiera sido (como en realidad fue) un siglo de oportunidades perdidas y de ocasiones no aprove chadas. 

Supóngase que en los manuales de esa historia de lo que pudo haber ocurrido, se leyeran estas o parecidas palabras: "Durante los años anteriores a 1879 llegó a promulgarse una Constitución realista y útil y los asuntos del Estado dejaron de ser manejados empíricamente y comenzaron a ser tratados con criterio técnico. La hacienda pública reposó sobre un maduro plan tributario y el crédito externo del país pudo permitir cualquier operación de emergencia. El problema indígena fue abordado cuidadosamente y se elevaron el nivel de vida y la capacidad productiva del hombre peruano. La aptitud de crear, circular y consumir riqueza creció paulatinamente entre ellos. Hubo correlación silenciosa, continua y eficaz entre el 'país legal' y el 'país profundo'. El comando militar y la acción diplomática estuvieron al servicio de un coherente, definido y sistemático plan internacional. Dos nuevos blindados, el 'Mariscal Castilla' y el 'Dos de Mayo' llegaron de Inglaterra para incrementar la escuadra. Comisiones especiales estudiaron las características de la guerra franco-prusiana de 1870 y las lecciones de ella aprovechables en América del Sur. Una instrucción pública en creciente expansión se caracterizó por ser adecuada a las circunstancias del ambiente y por ser sana en sus esencias y sus virtualidades y por eso desde las aulas escolares y universitarias se fue fomentando el estudio constructivo del Perú"

Estas cosas y otras parecidas podrían haber dicho los manuales al hablar de la época anterior a 1879. Pregúntense, serena y lúcidamente, cuando estén a solas los peruanos, hijos o nietos o bisnietos de los hombres que lucharon en aquella guerra terrible, pregúntense con franqueza y sin mezquindades, con seriedad y sin acrimonia, sacudiendo con manos trémulas a la esfinge severa de la Historia: –¿Qué dirían, qué dirían esos manuales al llegar a 1879?











jueves, 28 de noviembre de 2024

Mariano Ignacio Prado

 MARIANO IGNACIO PRADO OCHOA


Nació  en  Huánuco,  el  18  de diciembre  de  1825.  Era  hijo  de Ignacio  Prado  (¿?  -  4/5/1833)  y Francisca  Ochoa  Tafur  (¿?  - 1827),  miembros  de  una  familia de escasos recursos económicos.   Se cree que Ignacio Prado nació en el pueblo de San Damián, en la provincia de Huarochirí.  Era hijo de  Juan  Prado.  No  se  puede precisar si el apellido de la madre era  Zoroastúa  o  Ballayro. Francisca  Ochoa  era  natural  de Huánuco. Contrajeron matrimonio el 5 de junio de 18042.   Su  madre  falleció  en  mayo  de 1827,  cuando  Mariano  Ignacio Prado era poco más que un bebe. Las dificultades de  la infancia se le  acrecentaron  pues  su  padre murió, quedando él en la orfandad absoluta, a los escasos 7 años de edad,  hecho  agravado  porque  la situación  económica  de  su progenitor  le  impidió  dejar  a  sus vástagos herencia alguna.   Hizo sus estudios escolares en Huánuco. En medio de limitaciones económicas pasó su infancia y juventud. Se dedicó a algunas actividades comerciales para asegurar su subsistencia y a realizar algunos trámites judiciales sin poseer título de abogado. No era miembro de Ejército sino más bien de la Guardia Nacional, donde tenía el grado de capitán, lo que solo le proveía algún ingreso cuando esta era convocada por las autoridades políticas a fin de asegurar el orden público. (*)

(*) Al  propósito  del  tema,  el  doctor  Francisco  García  Calderón  Landa  en  su  Diccionario  de  la legislación peruana define la Guardia Nacional: “Se da este nombre a los cuerpos formados de todos los ciudadanos que, sin estar sujetos al estricto servicio que prescriben las ordenanzas, se ejercitan periódicamente en el manejo de las armas; y pueden emplearse, en caso preciso, en conservar el orden y cuidar de la seguridad pública. Suele darse también a la Guardia Nacional los nombres de milicias, guardia civil y fuerza cívica, porque los individuos que hacen parte de ella no renuncian sus ocupaciones cotidianas y solo  se  ocupan  del  ejercicio  militar  en  días  determinados”  (García  Calderón,  Francisco, Diccionario de la legislación peruana, tomo II, p. 228. Lima, Imprenta del Estado, 1862).

 

La Guardia Nacional estaba regulada por la Constitución Política y por la ley del 2  de  marzo  de  1857,  que  modificó  las  normas  anteriores.  En  su  artículo  1 ordenaba:  “La  Guardia  Nacional  se  compone  de  todos  los  varones  que  la Constitución reconoce como peruanos, excepto los ordenados in sacris, los que hubieren hecho votos monásticos, los menores de diez y ocho años,  los  mayores  de  sesenta,  los  valetudinarios,  los  inhábiles  y  los individuos del Ejército y la Armada en actual servicio”.   

El artículo 28 añadía:  “La Guardia Nacional está obligada a defender la soberanía de la nación, la integridad de su territorio, la Constitución y las leyes; a conservar el orden público y a desempeñar los demás actos del servicio en el modo y según las reglas que esta ley prescribe”.  Cada  cuerpo  de  la  Guardia  Nacional  tenía  un  teniente  coronel,  un  sargento mayor y la dotación de oficiales y clases de tropa que  requiriese.  

El teniente coronel, el sargento mayor y los ayudantes eran elegidos por sus miembros. Los capitanes, tenientes primeros y segundos, y los subtenientes eran elegidos por los  miembros  de  cada  compañía.  Este  último  era  el  caso  del  capitán  de  la Guardia  Nacional  Mariano  Ignacio  Prado.  Para  los  cargos  de  subteniente  a capitán se solicitaba como requisitos saber leer y escribir y poseer una renta de 300 pesos, mientras que para los grados de mayor a coronel la renta se debía elevar a 500 pesos.  Durante el gobierno del Presidente Constitucional de la República, general José Rufino Echenique, estalló en Arequipa una revolución liberal, encabezada por el Gran Mariscal Ramón Castilla (1854). Echenique y sus principales colaboradores fueron acusados de corruptos, principalmente por la llamada consolidación de la deuda del Estado. Prado se unió a Castilla, integrándose al regimiento Lanceros de la Escolta, siendo ascendido a teniente coronel. El 5 de enero de 1855 en la batalla de La Palma (Surco) Castilla logró la victoria definitiva sobre las tropas gobiernistas  y  asumió  el  Mando  Supremo  como  Presidente  Provisorio  de  la República.

El 5 de febrero el gobierno convocó a elecciones para la Convención Nacional, la que se instaló el 14 de julio siguiente. Mariano Ignacio Prado fue elegido  Diputado  por  la  entonces  provincia  de  Huánuco,  que  dependía  del departamento de Junín.  Sin embargo, seis meses después solicitó licencia  al Poder Legislativo y se reintegró a su regimiento. El 13 de octubre de 1856 la Convención  Nacional  aprobó  una  nueva  Constitución  Política,  de  carácter marcadamente  liberal,  la  que  limitó  las  atribuciones  del  Jefe  del  Estado  –estableció la vacancia de la Presidencia de la República por atentar contra la forma de gobierno o disolver el Congreso, recortó el período gubernamental de seis  a  cuatro  años,  creó  el  Consejo  de  ministros,  etc.–;  suprimió  los  fueros eclesiásticos, los diezmos y las primicias; abolió la pena de muerte; estableció el quien era hijo del ingeniero Augusto Tamayo Chocano y de Guillermina Möller Sojo Vallejo. Manuel Tamayo fue un destacado médico e investigador, autor de numerosas publicaciones sobre salud pública, la verruga y otros temas de su especialidad, quien falleció de peritonitis. Luego de este hecho Rosa Prado decidió consagrar su vida a Dios y profeso de religiosa, como hermana de la Comunidad del Sagrado Corazón.  Josefa  Prado  Ugarteche  (Lima,  9/12/1878  -  1881):  Fue  bautizada  en  el adoratorio del Palacio de Gobierno, el 12 de enero de 1879.  Jorge Antonio Prado Ugarteche (Lima, 13/5/1887 - 29/7/1970): Fue bautizado en la Parroquia de El Sagrario, en Lima, el 30 de mayo de 1887. Junto con sus hermanos Javier y Manuel apoyó al coronel Óscar Raymundo Benavides Larrea  cuando  éste  decidió  deponer  al  Presidente  Constitucional  de  la República,  Guillermo  Billinghurst  Angulo,  el  4  de  febrero  de  1914.   

Sin embargo, cabe precisar que Billinghurst estaba proyectando romper el Estado de Derecho y disolver al Congreso que lo había elegido Presidente porque no contaba con una mayoría parlamentaria oficialista. Diputado por las provincias de Lima (1917) y Dos de Mayo (1919). Presidente del Consejo de Ministros y Ministro de Gobierno y Policía (1933 - 1934); candidato a la Presidencia de la República  en  1936  y  embajador  y  ministro  plenipotenciario  en  Brasil  e Inglaterra. Casado con Grace Flinders.  El  ingeniero  Manuel  Carlos  Antonio  Prado  Ugarteche  (Lima,  21/4/1889  - 15/8/1967): Fue bautizado en la Parroquia de El Sagrario, en Lima, el 3 de junio de 1889. En dos ocasiones fue elegido Presidente Constitucional de la República (1939 - 1945 y 1956 - 1962). Contrajo matrimonio con Enriqueta Garland Higginson, en su oratorio particular, el 19 de enero de 1914. La novia era hija de Guillermo Garland von Lotten y Elsa Higginson Carreño. Fruto de esta unión fueron sus hijos Manuel y Rosa Prado Garland. El 19 de junio de 1958,  luego  de  divorciarse,  contrajo  un  segundo  matrimonio  con  Clorinda Mercedes  Málaga  Bravo  (3/9/1905  -  1993),  quien  era  hija  del  ingeniero  y empresario minero Fermín Málaga Santolalla (1869 - 1964) y Clorinda Bravo Bresani.  Fue  Diputado  por  Huamachuco  (1919).  Por  su  oposición  a  la reelección del Presidente Augusto B. Leguía tuvo que partir al exilio. Regresó al país en 1932. Fue presidente de las Empresas Eléctricas Asociadas y del Banco  Central  de  Reserva.  En  dos  oportunidades  fue  elegido  Presidente Constitucional de la República (1939-1945 y 1956-1962).  

En las elecciones de 1862 fue elegido Presidente Constitucional de la República el mariscal Miguel San Román, quien falleció a los pocos meses de iniciada su gestión.  Al  hallarse ausentes de  la capital los  dos vicepresidentes  –el Primer Vicepresidente,  general  Juan  Antonio  Pezet,  en  Europa;  y  el  Segundo Vicepresidente,  general  Pedro  Diez  Canseco  Corbacho,  en  Arequipa–  el mariscal Castilla se encargó interinamente del Mando Supremo. El 10 de abril fue relevado por Diez Canseco, quien estuvo encargado hasta el 5 de agosto, fecha  en  que  Pezet  asumió  la  Presidencia.  Le  tocó  enfrentar  la  grave  crisis internacional ocasionada por la agresión española a nuestro país. En agosto de 1862 partió de Cádiz una “expedición científica”, transportada por una escuadra española,  conformada  por  cuatro  buques  de  guerra,  con  destino  a  América.



 

  tuvo sin duda su origen en el patrimonio mal habido del general Mariano Ignacio Prado” (*).   McEvoy concluye que…  “Desde minas hasta inversiones inmobiliarias, pasando por un banco, el balance patrimonial del ex prefecto de Arequipa, calculado luego de la Guerra del Pacífico en 70 millones de dólares, es impresionante. Las adquisiciones,  debidamente  documentadas  por  García  Belaunde,  son producto de una habilidad para los negocios inusual entre los militares peruanos  que,  como  hemos  señalado,  morían  pobres. 

* García Belaunde, Víctor Andrés, El expediente Prado, p. 450. Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres, Lima, 2014. 29 El autor muestra parte de la escritura pública en que aparecen las cifras referidas a la venta final de las minas de Prado en Chile por 175,000 libras esterlinas. Su valor actual, según expertos en  el  tema,  ascendería  a  más  de  300  millones  de  dólares.  Hay,  asimismo,  un  texto  en  que Thomas North dice haberlas comprado. Y esto incluía el muelle en Laraquete, el ferrocarril, las bodegas, etc. Lo que ha faltado investigar es a quién y por cuánto vendió Prado sus minas en Bolivia  (Caracoles),  la  isla  Juan  Fernández,  su  barco  Concepción  y  sus  casas en  Viña  y en Caupolicán. (Esta procede de la obra que se cita). 30  Prólogo  a  la  obra  de  Víctor  Andrés  García  Belaunde,  El  expediente  Prado,  p.  21.  Fondo Editorial de la Universidad de San Martín de Porres, Lima, 2014. 31 Artículo elaborado por Fernando Ayllón Dulanto. Sitio Web del Museo del Congreso y de la Inquisición.

 

Es,  también, bastante inusual la estrecha relación que Prado sostiene con los políticos chilenos,  a  quienes  el  jefe  de  Estado  hace  confidencias  que  aún sorprenden. Y es que para un hombre forjado en una realidad donde lo público y lo privado se imbricaban resultaba muy normal confiar secretos de  Estado  al  amigo  personal,  olvidando  que  este  era  el  potencial enemigos de la nación a la que el no solo representaba, sino que también debía proteger. Porque para quien salió a comprar barcos en una guerra que se estaba perdiendo y, además, nunca rindió cuentas precisas del dinero  que  el  Estado  peruano  le  asignó,  los asuntos  del  gobierno  se resolvían a título personal”.  El  martes  28  de  julio  de  1874,  al  asumir  la  Presidencia  de  la  Cámara  de Diputados, durante la sesión de instalación de la Legislatura Ordinaria, el general Mariano Ignacio Prado Ochoa, pronunció las siguientes palabras:   PALABRAS DEL PRESIDENTE DE LA CÁMARA DE DIPUTADOS, GENERAL MARIANO IGNACIO PRADO OCHOA  Señores:  Hoy es el gran día de la Patria, de esta Patria que fundó el ilustre San Martín; y que  nosotros,  Representantes  del  pueblo,  debemos  consolidar.  Ella  viene atravesando por rudas pruebas. Dios quiera seamos tan patriotas y tan dichosos que podamos guiarla a la prosperidad. En el nombre de Dios Todopoderoso se abren  las  sesiones  de  la  Cámara  de  Diputados  del  Congreso  Ordinario  de 1874.


martes, 8 de octubre de 2024

La Conferencia de Paz de Arica (Lackawanna)

LA CONFERENCIA DE PAZ DEL LACKAWANNA

 Foto del USS Lackawanna, lugar donde se realizaron las conferencias, de izquierda a derecha se ven los retratos de Thomas Osborn (Estados Unidos), Eusebio Lillo (Chile), José Francisco Vergara (Chile), Eulogio Altamirano (Chile), Antonio Arenas (Perú), Aurelio García y García (Perú), Mariano Baptista (Bolivia), Juan Crisóstomo Carrillo (Bolivia) (Texto: Juan José Pacheco Ibarra)


El 22 de octubre de 1880 se iniciaron las conferencias de Arica. En la bahía de Arica, a bordo del barco norteamericano “Lackawanna”, allí se reunieron los representantes de Chile, Perú y Bolivia, para detener la guerra entre estos tres países. Las conferencias se realizaron entre 22, 25 y 27 de octubre de 1880 estuvieron dirigidas a cargo del ministro norteamericano Thomas Osborn.

Los representantes chilenos Eulogio Altamirano, José Francisco Vergara y Eusebio Lillo presentaron como condiciones para lograr la paz:
1. Cesión a Chile de los territorios de Antofagasta y Tarapacá;
2. Pago a Chile de una indemnización de 20 millones de pesos, cuatro de los cuales serían en efectivo;
3. Devolución de todas las propiedades chilenas confiscadas en el Perú y Bolivia;
4. Devolución del transporte Rímac;
5. Anulación del Tratado Secreto de Alianza entre Perú y Bolivia;
6. Chile se quedaría con los territorios de Moquegua, Tacna y Arica como garantía para cumplir las condiciones anteriores;
7. El puerto de Arica sería devuelto condición de ser puerto comercial y no militar.

Los representantes del Perú, Antonio Arenas y Aurelio García y García, propusieron que el territorio peruano sea intangible, se negaron a pagar indemnización y propusieron que Estados Unidos sea árbitro en el proceso de paz. Los representantes de Bolivia apoyaron la posición peruana.

Los Representantes de Chile, rechazaron la idea del arbitraje y se reafirmaron en sus peticiones.

El Ministro americano Osborn, dejó en claro en todo momento, que el Gobierno de los Estados Unidos no deseaba ser árbitro en esta cuestión, pero si mediador. En realidad, esta negociación mostraba a Estados Unidos como un país preocupado por intervenir en un conflicto que podía tener consecuencias continentales, pues detrás de él estaban los intereses comerciales de Inglaterra.

Hasta la última reunión celebrada el 27 de octubre, los representantes chilenos se mantuvieron firmes en sus demandas, los peruanos lamentaron que el gobierno de Chile rechazara el arbitraje norteamericano.

En algún momento los chilenos propusieron a los bolivianos romper su alianza militar con Perú y ofrecerles un puerto en Moquegua. Bolivia no aceptó traicionar al Perú.

De esta manera fracasaron las negociaciones de paz, la guerra entraría a una etapa de mayor agresión: las tropas chilenas invadirán las ciudades de la costa peruana hasta ocupar la ciudad de Lima en enero de 1881. (Juan José Pacheco Ibarra)

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Artículo de Juán José Pacheco Ibarra publicado en Rincón de la historia Peruana, 22/10/2015