domingo, 28 de agosto de 2022

Nación y Raza

NACIÓN Y RAZA


Existen en la historia  innumerables ejemplos que  prueban con alarmante claridad  cómo, cada  vez que la  SANGRE ARIA  se mezcla con la de otros pueblos inferiores, la consecuencia fue la destrucción de la RAZA PORTAESTANDARTE de la cultura. La América del Norte, cuya población está formada mayormente por elementos germánicos que  apenas si   llegaron a confundirse con las razas inferiores de color, exhibe una cultura y una humanidad muy diferentes a las que  exhiben  América Central  y del Sur, pues allí los colonizadores, principalmente de origen latino, mezclaron con mucha liberalidad su sangre con la de los aborígenes. Si tomamos esto como ejemplo, fácilmente comprenderemos los efectos de la confusión racial. El  habitante germánico de América que se ha conservado puro y sin mezcla, ha logrado convertirse en el amo de su continente;  y lo seguirá siendo hasta que no caiga en la deshonra de confundir su sangre.

Todo lo que admiramos en el mundo -la ciencia, el arte, la habilidad técnica y la inventiva- es el producto creador de un número reducido de naciones únicamente, y en su origen quizá, el de una sola raza. La existencia misma de esta cultura depende de estas naciones. Si las mismas perecen, se llevarán consigo a la fosa toda la belleza de esta tierra.

Si dividiésemos a la raza humana en tres categorías -Fundadoras, Conservadoras y Destructoras de la cultura- sólo la estirpe aria podría ser considerada como representante de la primera categoría.

Cuando las razas arias invadieron a pueblos extraños que los superaban numéricamente (aunque tal superioridad no  representaba un obstáculo, pues tales pueblos estaban integrados por individuos de inferior categoría), comenzaron a desarrollar con ayuda del medio geográfico, las cualidades de inteligencia y organización latentes en ellos. En el transcurso de  algunos siglos, crean en el país y entre los pueblos que han conquistado, culturas que llevan originalmente el sello de su  propio carácter.


Judíos, comunistas y afro descendientes; dos minorías étnicas y una ideología política, víctimas del odio del nazismo. Hitler los consideraba los causantes de todo lo malo que le pasaba a la Alemania de la posguerra.  



Para que se  desarrolle una cultura superior,  es necesaria la existencia  de individuos de  civilización inferior, pues  nadie, sino éstos, podrían sustituir el instrumento técnico  sin el cual el progreso era inconcebible. En sus comienzos, la cultura  humana dependía menos, por cierto, del animal doméstico que del empleo del material humano de INFERIOR CALIDAD. No fue sino después  que las razas  conquistadas fueron reducidas a la esclavitud, cuando el  mundo animal  corrió  igual suerte;  lo contrario no fue jamás el caso, como muchos  podrían desear creer. Ya que  el primero en tirar del arado fue el  esclavo y después de él, vino el caballo.

El progreso humano es como la ascensión de una  interminable escalera; nadie  puede llegar a las  alturas sin haber  trepado antes el primer peldaño. De esta suerte, el ario tuvo que seguir la senda que le condujese a la realización   y no la  que existe en la fantasía de un pacifista moderno. Mas la senda que el ario debió pisar, estaba trazada con nitidez. Como conquistador  destronó a los  hombres inferiores, quienes trabajaron desde entonces bajo su dirección, con arreglo a  su  voluntad  y para la satisfacción de sus propósitos. Y al paso que extraía de sus súbditos una labor provechosa, aunque dura, no solamente aseguraba la existencia de los mismos, sino que les proporcionaba además, una existencia mejor que aquella de que disfrutaban bajo su titulada libertad.

Mientras el vencedor continuó sintiéndose amo, no solamente  pudo conservar su dominio, sino  que fue, además,  el propulsor de la cultura. Es así que los súbditos  comenzaron a elevarse y, probablemente, a asimilar el lenguaje del  conquistador, comenzando también a ceder la barrera que separaba a los Señores de los criados. Y el ario se volvió impuro.


Los gitanos o romaníes y los afro descendientes, estaban en la agenda racial de Hitler, destinados al exterminio. Los primeros, de origen incierto, eran despreciados por su cultura nómada, mientras que los segundos, procedentes de las colonias africanas de Alemania, eran discriminados, a pesar de ser alemanes de nacimiento. Por otro lado, los discapacitados, no solo eran vistos como la degradación de la raza aria, sino como una carga para el Estado, ya que éste, se hacía cargo de su tratamiento y manutención.


Se inundó en la  CONFUSIÓN DE RAZAS  y  fue  perdiendo  paulatinamente su  capacidad civilizadora  hasta  que  acabó  pareciéndose, tanto en la mente como en el cuerpo -mucho más que sus antepasados- a la raza aborigen que anteriormente había sido subyugada.  Es así como el  ario renunció a la  pureza de su sangre y  con ello al  derecho a permanecer en el  Edén  que  habría creado para sí mismo.

Así es como se destruyen los imperios y las civilizaciones y se hace lugar para nuevas creaciones.

La mezcla de la sangre y el menoscabo del nivel racial que le es inherente constituyen la única y exclusiva razón del hundimiento de las antiguas civilizaciones. No es la pérdida de una guerra lo que arruina a la humanidad, sino la pérdida de su capacidad de resistencia, que pertenece a la pureza de sangre solamente.


Edición alemana original del libro de Hitler, editado por Eher Verlag.


EL ANTÍPODA DEL ARIO ES EL JUDÍO. Es difícil que exista en el mundo  nación alguna  en la que el  instinto de la  propia conservación se halle tan desarrollado como en el "Pueblo Escogido". La mejor prueba de ello la constituye el hecho de  que esta raza continúe existiendo. ¿Qué pueblo ha experimentado en el transcurso de los últimos dos mil años tan contados cambios como los que exhibe la raza judía? ¿Qué otra raza ha debido soportar mudanzas más revolucionarias que las que ha  soportado ésta y ha logrado, no obstante, sobrevivir intacta a las más terribles catástrofes?  ¡Qué  bien expresan  estos  hechos su resuelta voluntad de subsistir y conservar el tipo!

Las cualidades intelectuales del judío se desarrollaron en el transcurso de los siglos (...) pero su capacidad intelectual  no es el resultado de la evolución personal, sino de la educación recibida de los extranjeros. Así, desde el  momento en  que  el judío no poseyó jamás una cultura propia, las bases de su actividad intelectual fueron suministradas siempre por otros.  En todos los períodos, su intelecto se ha desarrollado merced al contacto con las civilizaciones que le rodeaban. Jamás  ocurrió de modo contrario.


Dos ilustraciones que aparecían en textos escolares, donde se ven a judíos estereotipados, tratando de engatusar a una mujer alemana y a un par de niños arios. Ilustraciones como estas eran usadas para generar en los estudiantes, desde pequeños, un sentimiento antijudío, muy útil para formar futuros soldados para el Reich.


(...) Nada mueve al judío fuera del más puro interés personal; y a ello se debe que el ESTADO JUDÍO carezca por completo de confines. Porque, el concepto de un Estado  con fronteras definidas implica  siempre el idealista  sentimiento de una  raza dentro del mismo y, además, un concepto adecuado  del trabajo como idea.  Las muchedumbres que  desconocen este concepto carecen de ambición para formar o, siquiera, conservar un Estado con límites precisos.  No existe de  este modo  base para formar una cultura.

De esta suerte, la nación judía, con todas sus cualidades intelectuales evidentes, no posea una cultura verdadera, o por lo menos una que le sea peculiar. Porque  sea cual fuere la cultura que el judío aparente poseer, esta será propiedad  de  otros pueblos, corrompida, eso sí, gracias a sus manejos.

Es muy posible que el ario fuese originalmente nómada y que más tarde se hiciese sedentario;  esto es suficiente,  por si no existen otras pruebas para demostrar que el ario no fue judío. No, el judío no es nómada (...) El nómada poseía capacidad para formar ideales (...) En el judío, empero,  no existe tal concepto;  éste no fue jamás un nómada,  pero sí,  invariablemente un PARÁSITO en el cuerpo de otras naciones (...) ¡Su propagación misma en todos los rincones de la tierra  es un  fenómeno típico, común a todos los parásitos! El judío se halla permanentemente en busca de nuevos suelos donde nutrir su raza.


Carteles de propaganda que muestran a una mujer y un hombre con el biotipo ideal ario que Hitler deseaba para Alemania. Lo curioso es que Hitler no tenía la apariencia del ario alemán perfecto, que tanto pregonaba.


Su vida  dentro de otras naciones  podrá desarrollarse a perpetuidad,  sólo en el caso  de que  se consiga producir la  impresión  de que lo que con él se relaciona no constituye la cuestión de una raza, sino la de una  "VINCULACIÓN RELIGIOSA" , por más que ésta sea peculiar a aquélla. ¡He aquí la primera gran mentira!

Para seguir subsistiendo como parásito dentro de la nación, el judío debe consagrarse a la tarea de negar su propia existencia. Cuanto más inteligente sea involuntariamente el judío, tanto más afortunado  será en su engaño, gracias al cual conseguirá que una parte considerable de la población llegue a creer seriamente que el judío es un legítimo francés, un legítimo alemán, un legítimo italiano o un legítimo inglés, a quien no separa de sus compatriotas otra cosa que no sea su religión.

Los primeros judíos llegaron a las tierras de Germania durante la invasión romana y como siempre, en calidad de mercaderes (...) Paulatinamente se introduce en la vida económica, no como productor, sino exclusivamente como intermediario; su habilidad mercantil de experiencia milenaria lo pone en ventaja sobre el ario. Comienza por prestar dinero. Los negocios bancarios y el comercio terminan por ser de su monopolio exclusivo. El tipo de interés usado en el cobro de los préstamos provoca resistencia, indignación y envidia, ya que ocasiona su rápido enriquecimiento. Su tiranía llega a tal punto que se  producen reacciones violentas contra él; pero ninguna precaución es capaz de apartarlo de sus métodos de explotación humana. Para alivianar en algo la situación, se comienza a proteger el suelo de la mano avarienta del judío, dificultándole la adquisición  de terrenos.

Cuando aumenta el poder de las dinastías mayor es su empeño de acercarse a  ellas. Por último, no  necesita  más  que dejarse bautizar para entrar en posesión de todas las ventajas y derechos de los cristianos hijos del país. El  judío hace este negocio con bastante frecuencia para beneplácito de la Iglesia, que celebra la ganancia de un nuevo feligrés (...)  y  de  Israel, que se siente satisfecho con el fraude. (...) En el transcurso de más de un milenio ha llegado el judío a dominar en tal medida el idioma del pueblo que lo hospeda, que se siente más germano que semita. La Raza no radica en el idioma, sino exclusivamente en la Sangre; una verdad que el judío conoce mejor que nadie, pues da poca importancia a la conservación de su idioma, en tanto que le es capital el mantenimiento de la pureza de su sangre.


Las Juventudes Hitlerianas, fueron la expresión máxima de la militarización de la sociedad alemana. Desde pequeños eran adoctrinados en la ideología nazi, formando ciudadanos  leales a Hitler y sus ideales y futuros soldados fanáticos, dispuestos a dar su vida por Alemania y su Fhürer.

La razón por la cual el judío se decide a convertirse de un momento a otro en un  "alemán" surge  a la vista; su  aspiración única tiende a la adquisición del goce pleno de los derechos del ciudadano. Primero se convierte en el benefactor de la humanidad para remediar el daño que había causado. Un tiempo después tergiversa las cosas, presentándose como la única víctima de las injusticias de los demás y no viceversa. Algunas personas excepcionalmente tontas creen su mentira y no pueden menos que compadecerse del "pobre infeliz" (...) Gracias a la Bolsa, crece rápidamente la influencia del judío en la economía. Se vuelve el contador de las fuentes nacionales de producción.

Para reforzar su posición política, el judío trata de eliminar las barreras raciales y civiles que todavía le molestan.  Empeño singular muestra por la tolerancia religiosa, teniendo como arma a la prensa, que le permite manipular la opinión pública  en su favor. (...) A menudo fomenta el matrimonio de judías con cristianos influyentes, pero en cambio, sabe  mantener  pura  su descendencia masculina; envenena la sangre de otros, pero la suya la mantiene intacta. Los hijos de estas  uniones  mixtas, siempre se inclinan al lado judío. Para disimular sus manejos y adormecer a sus víctimas no cesa en hablar de la igualdad de los hombres, sin diferencia de raza y color. La etapa final de este desarrollo significa la victoria de la DEMOCRACIA, o como el judío la interpreta: La hegemonía del PARLAMENTARISMO. (...) De acuerdo con los fines que persigue la  lucha judía  y que no se concentran solamente en la conquista económica del mundo, sino que también buscan la supeditación política de éste. El judío divide la organización de su política  "marxista" en dos partes, que aunque separadas en apariencia, constituyen un todo invisible: el movimiento político y el movimiento gremial.

El Sindicalismo es el más beneficioso de ambos, debido al vertiginoso aumento del a masa obrera industrial. Se presenta como el defensor de los derechos de los trabajadores. Poco a poco se convierte en el líder del movimiento sindicalista identifica con la víctima; en tanto que su interés consiste, no en suprimir la injusticia social, sino organizar al interior de las industrias una fuerza de combate dotada de ciega obediencia, que le sirva  para lograr su  propósito de  destruir la  independencia económica nacional. Asistido de la voraz brutalidad en él innata, transforma los sindicatos en un instrumento de violencia.

Todo aquel que tenía la lucidez para oponerse a este nuevo engaño judío, era controlado gracias a la intimidación y el terror.  El judío destruye los fundamentos de la economía nacional sirviéndose del sindicalismo, que podría ser la salvación del país.

Paralelamente avanza el desarrollo de la actividad política. Opera en común con los sindicatos que preparan a las  masas y las inducen por la fuerza a ingresar en la actividad política, como azuzadores en los grandes mítines y manifestaciones políticas. Finalmente, los sindicatos dejan de lado las demandas económicas y ponen al servicio de la política su principal arma de lucha: el paro en forma de huelga general (muchas veces indefinida). Es la prensa judía o pro-judía la más fanática; realiza campañas difamatorias contra los opositores que no aceptan la dominación judía o contra los intelectuales que aparecen a los ojos del judío como una amenaza. Esta prensa se dirige principalmente,  a los sectores  menos ilustrados  de  nuestra sociedad. Políticamente, el judío acaba por sustituir  la idea de  Democracia por la de  DICTADURA DEL PROLETARIADO. El caso más terrible es Rusia, donde el judío con su salvajismo realmente fanático, hizo morir de hambre, bajo torturas feroces, a 30 millones de personas con el sólo fin de asegurar de este modo a un pequeño número de judíos intelectuales, políticos  y agentes de bolsa, la hegemonía sobre todo un pueblo.

Analizando las causas del desastre alemán [en la Gran Guerra], advertiremos que la principal y decisiva fue no  comprender el problema racial, y en especial, la amenaza judía (...) Las derrotas en el campo de batalla fueron causadas desde el  interior de la nación alemana. 


En el nazismo, la mujeres cumplían un rol subalterno, en una sociedad patriarcal y machista con rasgos misóginos. No solo debían de tener una apariencia marcadamente aria, sino que tenían la "noble" misión de procrear futuros soldados para el Reich. El proyecto Lebensborn, las convirtió, prácticamente, en objetos, cuya única misión era dar a luz arios puros, destinados a poblar al mundo, después de que la guerra haya acabado y se haya exterminado a las llamadas razas inferiores.

La pérdida de la pureza racial frustrará por siempre el destino de la raza (...) despojando a la nación del instinto  y  la energía política y moral. La pérdida de la pureza de sangre destruye para siempre la felicidad interior; dejada al hombre [y a la sociedad] (...) Todo intento de reforma  en auxilio de la misma, todos los esfuerzos políticos, todo aumento de prosperidad   económica y científica serán vanos. La NACIÓN Y EL Estado no saldrán fortalecidos, sino que se deslizarán inconteniblemente  hacia la decadencia (...) Por eso, a la Gran Guerra no se lanzó un pueblo preparado para la lucha; fue simplemente el último destello de un instinto de conservación nacional ante la invasión del Marxismo y del Pacifismo. Como tampoco en aquellos días se supo definir al ENEMIGO INTERIOR, toda resistencia exterior debió resultar inútil y, entre recompensar  a la espada victoriosa y obedecer a la ley del castigo inexorable, la Providencia prefirió esto último.

De esta convicción  surgieron para nosotros  los principios básicos y la tendencia del  NUEVO MOVIMIENTO;  persuadidos   como estábamos, esos eran los únicos fundamentos capaces de detener la decadencia del pueblo alemán, y a la vez cimentar la base sobre la cual podrá subsistir un día aquel estado  que represente no un mecanismo de intereses económicos extraño a nosotros, sino un organismo propio de nuestro pueblo: UN ESTADO GERMÁNICO EN LA NACIÓN ALEMANA."


Distintas ediciones en español de Mein Kamp, bajo el título de "Mi Lucha". El libro era de lectura obligatoria en la Alemania nazi. Mientras que fue prohibido en la Alemania contemporánea, en el resto del mundo se vendía abiertamente. En 2015, fue permitida nuevamente su publicación en Alemania,  pero una versión comentada, tratando de desmitificar la ideología nazi, sin maquillar u ocultar sus atrocidades. Al año siguiente, con más de 85 mil ejemplares vendidos, fue uno de los más adquiridos en ese año.




  

 

 

  

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FUENTE:
Adolfo Hitler, "Mein Kampf" ("Mi Lucha"), capítulo XI, 1925









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