“Cuando el tiempo era joven aún en los inmensos territorios, dominio del
poderos Gran Imperio Colla (Tiwanaku), en las cercanías del lago Titiccacca, vivieron
los aguerridos Mistis, hombres recios de piel cobriza, poseedores de una gran
fuerza cósmica, producto de su concepción panteísta, respaldada por su gran
sentido comunitario. En esos dominios, el LAGO TITICCACCA era el “Apu” o dios
supremo, reverenciado por los mistis, ya que los había convencido de que él era
la masa de agua más grande que haya
existido en el área andina desde que fuera creado el mundo. Los mistos vivían en torno al lago, dedicados
a la agricultura y la ganadería, asistiendo a la tierra – la Pachamama- en su
parto diario, que generosamente les regalaba sus frutos como consecuencia de su
milenaria gestación.
La sumisión en la que vivían los mistis hacia el lago por siglos fue
perturbada por el eco sonoro de una voz que emergía de las concavidades del
tiempo y que daba el siguiente mensaje: ‘El Dios de dioses del agua es la
MAMACOCHA -que es el mar- y hay que ir a su encuentro atravesando todo el
Tawantinsuyo’. El mensaje fue captado por el MISTI más rebelde, quien liberándose
de la sumisión que le tenía al lago Titiccacca, emprendió la búsqueda del “Dios
de dioses”. Lleno de voluntad empieza el descenso, atravesando cerros, valles,
quebradas y, cuando el cansancio lo agotaba, estaba ya a orillas del inmenso océano,
el cual era tan grande, que el Misti no podía ver la otra orilla. Era tan
majestuoso el mar, que tenía que ser, inconfundiblemente, un dios mayor; era
pues, la MAMACOCHA, la que la misteriosa voz del tiempo le sugirió que buscara.
El Mar se muestra poderoso, es inagotable fuente de vida para el hombre
y de sus entrañas se obtienen gran cantidad de recursos ictiológicos. Después
de constatar a la superioridad del mar frente al lago, cogiendo unos frutos
marinos, emprende el regreso a los dominios del lago -el Collao-dispuesto a
demostrarle a los demás mistis la inferioridad del Titiccacca, al cual debía
dejar de adorar y abandonarlo en el acto deberían, pues solo era parte del
grupo de dioses menores del mundo andino.
Cuando el Misti rebelde se dirige al Collao, es sorprendido por el
Titiccacca, que lo buscaba furioso desde que se enterara de su partida, cerca
del actual valle de Arequipa. Con voz contundente que estremeció el valle, el
Titiccacca lo castiga diciendo: ‘Por haber desobedecido mi mandato de
mantenerte fiel a mis principios y ser sumiso a mi voluntad, ahora, como
castigo, te quedarás convertido en volcán’. Desde entonces, el rebelde MISTI permanece
en el mismo lugar, viendo el tiempo pasar, cumpliendo con resignación su
castigo. Pero no está solo, lo acompaña CHACHANI, su amante, compañera y
esposa, quien, al conocer el castigo de su amado (como producto de la
determinación inflexible del lago), se queda en el mismo sitio, también
convertida en volcán, para hacerle eterna compañía. Precisamente, CHACHANI, en
lengua aimara significa ‘La que tiene marido o acompañante’.
Como fruto de la fuerza telúrica de este amor, nace el auténtico
Arequipeño, en parte andino, en parte costeño, simplemente Arequipeño"
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El presente relato ha sido
adaptado de la obra del arequipeño MANUEL HUANQUI HURTADO, ‘Semblanza de
Arequipa”.
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