EL MITO DEL PACHACÁMAC
“En el principio del mundo solo existía comida para un hombre y una
mujer que habían sido creados por PACHACÁMAC. El varón murió de hambre y quedó
la mujer, quien salió un día para recoger raíces que le servían de alimento;
alzó los ojos al cielo y entre sollozos gritó: “Amado creador de todas las
cosas, por qué me diste la vida, si habrías de matarme lentamente de hambre?
Sola vivo sin sucesión. ¿Por qué, oh sol, si eres el que reparte la luz, muestras
ser tan miserable negándome el sustento? Si no te compadeces de los elegidos
que criaste, permite oh, que el cielo me mate con un rayo o la tierra me
trague, acabando con mi sufrimiento”.
El Sol, que había escuchado todo, fingiendo no saber nada, bajó
alegremente donde se encontraba la mujer. Le preguntó la causa de su llanto y,
fingiendo ignorarla, la consoló infundiendo sobre ella sus rayos, fecundándola
inmediatamente. Cuatro días después parió un hijo.
Pachacámac, al enterarse del hecho, se indignó tanto de la paternidad
del Sol como del culto que se le rendía y cogiendo al hijo recién nacido lo
mató despedazándolo. Arrancó sus dientes, los sembró y salió el maíz; con sus
costillas y sus huesos creó las yucas; con su carne aparecieron los frutos. Desde
entonces, hubo abundancia de alimentos y no se conoció el hambre. Pero la madre
que perdió a su hijo no se mostró agradecida porque lo recordaba en cada fruto,
así que pidió venganza al Sol (que según la historia, era realmente el padre de
Pachacámac) y éste, oyéndola, para remediar la maldad y crueldad de Pachacámac,
utilizando el cordón umbilical y el ombligo del niño muerto, creó un nuevo hijo
al que llamó VICHAMA.
Cuando Vichama creció, abandonó Végueta, lugar al norte de Lima, donde
vivía con su madre, dejándola sola. Aprovechando su ausencia, Pachacámac mató a
la madre que ya era vieja; su cuerpo lo dividió en pequeños trozos y los dio a
comer a los gallinazos y cóndores. Sus huesos y cabellos los escondió a orillas
del mar; y se puso a crear nuevos hombres y mujeres que poblaron el mundo,
eligiendo entre ellos a sus curacas y jefes ara que los gobiernen.
Al volver Vichama a Végueta, y al no encontrar a su madre, empezó a
buscarla y un curaca le informó ocurrido. Al encontrar el cuerpo de su madre,
logró resucitarla y juntos planearon la venganza contra Pachacámac, el cual
logró escapar. Acusando a los pobladores de Végueta de ser cómplices de
Pachacámac, pide a su padre el Sol que los convierta en piedra y así lo hizo.
Por su parte, Pachacámac, al darse cuenta de lo que trababa Vichama, se
escondió en el mar, frente al lugar donde se encuentra su templo (Lurín).
Más tarde el Sol y Vichama se arrepienten del castigo dado a los
hombres, y al no poder deshacer lo hecho, convirtió aquellas piedras en huacas
(lugares sagrados) y las distribuyó por toda la costa para que se les adore, y
en el mar puso a otras, formando los actuales peñones e islas que existen frente
a la costa. Al ver Vichama el mundo sin hombres, rogó al Sol crease otros. Así
el Sol, dejó caer tres huevos; uno de oro, de donde salieron los curacas y los
nobles; uno de plata, de donde salieron las esposas de éstos y por último, uno
de cobre, de donde salieron las personas del pueblo (los hatun runas) y sus
mujeres. El mundo nuevamente quedó poblado”.
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El Mito de Pachacámac fue recopilado
por el cronista Fray Antonio de la Calancha cuando acompañaba al extirpador de
idolatrías Luis de Truel, ene l siglo XVI.
La presente versión ha sido adaptada del “Manual de Arqueología peruana”
de Federico Kauffmann Doig.
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