“Según algunos mitos prehispánicos, en la costa central vivía la
princesa-diosa CAVILLACA (Cahuillaca, según algunos autores), que al ser muy
hermosa, era pretendida por todos los dioses de la región, pero ella siempre
los rechazaba. Sin haber permitido que ningún hombre la tocara, se recostó a la
sombra de un árbol de lúcumo negro para hilar, quedándose pronto dormida.
CUNIRAYA, era un dios poderoso que gustaba de vestir harapos. Se había
enamorado perdidamente de Cavillaca y, transformándose en ave, se posó sobre el
lúcumo e introdujo su semen en uno de sus frutos, el cual dejó caer delante de la
princesa-diosa, quien ve la fruta al despertarse y muy contenta, se la come,
quedando inmediatamente embarazada, sin haber tenido contacto con ningún
hombre. A los nueve meses nació un niño, al cual crió sola durante un año,
deseando siempre conocer al padre. Así es como Cavillaca convoca a todos los
dioses de la región, quienes acudieron con sus mejores galas, esperando que la
princesa escoja a alguno de ellos como esposo. Entre ellos se encontraba de
incognito, Cuniraya, vestido como mendigo.
La diosa interrogó de forma grupal e individual a los pretendientes para
averiguar la paternidad de su hijo. Al mendigo ni lo tomó en cuenta. Como nadie
reconocía la paternidad de su hijo, ésta puso al bebé en el piso, advirtiendo
que aquel al que se acercase el bebé sería considerado como el padre. El bebé
gateó así en dirección al mendigo, que lo cargó alegremente en brazos. Cavillaca
se horrorizó ante tal escena, pues no podía creer que hubiese tenido un hijo
con un harapiento piojoso que no era de su condición. Apartó al niño de los
brazos de su padre y se fue corriendo; ni paraba para descansar, ni volteaba su
rostro para mirar atrás. Si así lo hubiera hecho, se habría dado cuenta que era
seguida a lo lejos por Cuniraya, que había dejado el traje de mendigo para
vestir lujosamente, con la esperanza de ser visto y aceptado por Cavillaca, ero esto nunca pasó.
Cavillaca corría a tal velocidad con el niño en brazos que Cuniraya la
perdió de vista, por tal motivo, preguntaba desesperado a cada animal que se
encontraba en el camino. Mamíferos, aves, reptiles eran interrogados por el
dios, quien premiaba a los que lo
alentaban en su búsqueda y castigaba a quienes se mostraban pesimistas.
Por el camino se encontró con un CÓNDOR, al que preguntó si había visto
a Cavillaca, a lo que este contestó que estaba cerca y que habría de
encontrarla, por lo que el dios lo bendijo con su reinado en los cielos, larga
vida y abundante carne de animales, de la que se alimentará luego de la muerte
de éstos. Aquel que lo matara, también habría de morir. Cuando le preguntó lo
mismo a un ZORRINO, este le dijo que se hallaba demasiado lejos y que nunca la encontraría,
maldiciéndole Cuniraya con nauseabundo olor, que lo obligará a salir de noche,
para no recibir el odio y desprecio de la gente.
A un PUMA que se encontró en el camino y que le dio ánimos para
encontrar a su amada, lo bendijo con el amor de los hombres, que lo adorarán y
festejarán con cantos en su nombre, colocándose su cabeza sobre la propia. Lo bendijo,
además, con abundantes llamas de ‘hombres culpables’ para su alimentación. El
ZORRO con el que se cruzó después le dijo que nunca la encontraría, por lo que
fue castigado a ser odiado y perseguido por los hombres, que no se conformarán con
matarle por placer, sino que pisarán su cuerpo y lo maltratarán.
Se encontró luego con un HALCÓN, que le aseguró su pronta reunión con la
hermosa Cavillaca, por lo que fue beneficiado con el amor y adoración de los
hombres, que le ofrecerán llamas, cantos y bailes, y si muriera o lo matasen,
lo pondrán los hombres sobre su cabeza y ahí hermosamente estará. Le dio, además, felicidad y abundantes aves
para cazar y comer. A un LORITO negativo lo castigó volviéndolo parlanchín y
gritón, por lo que tendría que huir caminando de los hombres que odien el
escándalo que este hará. Igual suerte tuvo una SERPIENTE que, por darle la
contra, la condenó a vivir arrastrándose para escapar de los hombres que quisieran
matarla.
Basándose en las indicaciones brindadas por los animales generosos,
logra divisar a lo lejos a su amada, quien a pesar de escuchar el eco de la voz
de Cuniraya llamándole, sigue su camino sin voltear la mirada, dirigiéndose
hacia el mar frente a las costas de Lurín, donde se levantaba el santuario del dios
Pachacámac, adentrándose en él diciendo ‘Por haber parido un hijo inmundo de
un hombre despreciable, voy a desaparecer’, y así, apenas tocaron el agua
del mar, madre e hijo se convirtieron en los islotes que se encuentran frente
al santuario. La isla más grande viene a ser Cavillaca y la más pequeña, su
hijo,
Algunas leyendas complementarias narran que Cuniraya, desconsolado y
furioso, descarga toda su ira sobre la diosa URPAYHUACHAC -esposa del dios
Pachacámac- destruyendo el estanque que se encontraba al interior del templo,
donde la diosa criaba los peces, que fueron arrojados por el furioso enamorado
al mar, el cual, desde ese momento cobró vida. Aparentemente, Cuniraya habría
dado muerte a Urpayhuachac, por lo que Pachacámac le habría arrancado
inmediatamente la vida”.
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Mito recogido por el cronista español del siglo XVI, Pedro de Ávila, en
1538. Versión adaptada de las obras: “Manual de arqueología peruana” de Federico
Kauffmann Doig y “De Adaneva a Incarri° de Alejandro Ortiz Rascaniere.
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