domingo, 23 de junio de 2019

Augusto B. Leguía

EL PRESIDENTE DEL ONCENIO
Augusto B. Leguía saluda al público desde su auto por la celebración del Centenario de la Independencia en 1921

Siguiendo con los comentarios a artículos manipuladores, que solo nos muestran el lado bueno de los gobernantes, esta vez me propuse dedicarle algunas lineas al artículo titulado Augusto B. Leguía, que Juan Mendoza publicó en el diario Perú 21 el 5 de noviembre del 2016, en la sección Opinión , donde trata de convencernos -al igual que hiciera con el presidente Odría- que Leguía fue el mejor, o al menos uno de los mejores, presidentes de nuestra historia. Esto, como parte de una campaña emprendida para dañar la imagen del recién elegido presidente Pedro Pablo Kuckzynski, al cual muchos políticos y periodistas acusaban de ineptitud a pesar de haber asumido el mando apenas tres meses atrás. Hoy sabemos que no fue ningún santo, pero en ese tiempo nadie sabía que sus vinculaciones con Odebrecht eran tan profundas y que de ellas, el Congreso de mayoría fujimorista se agarraría para causar su caía apenas un año y medio de haber asumido el poder.

AUGUSTO B. LEGUÍA (*)

Retrato oficial de Augusto B. Leguía como Presidente del Oncenio en pose de estadista, pintado por Daniel Hernández

Foto oficial de su segundo mandato
Augusto Leguía gobernó el Perú durante 15 años, más que cualquier otro mandatario republicano. ¿Cuál es su legado? 

El primer gobierno de Leguía, entre 1908 y 1912, no fue ni chicha ni limonada. El PBI en dólares constantes creció 3.6% por año en ese período, por debajo del promedio de 4.6% entre 1895 y 1930. Pero el segundo gobierno de Leguía, entre 1919 y 1930, fue uno de extraordinarios aciertos en el campo económico. En efecto, el oncenio fue una etapa de rápido progreso y desarrollo. Según datos del BCR, la economía creció a una tasa promedio anual de 6.5% entre 1922 y 1929. El ingreso per cápita y la productividad del capital y del trabajo se expandieron 5% y 4% por año en el mismo período. 

Efectivamente, si sumamos los dos periodos de gobierno que tuvo, Leguía termina siendo el presidente que más tiempo ha gobernado el Perú. Su primer mandato lo realizó durante la República Aristocrática Civilista, entre 1908 y 1912, resultando algo turbulento por los problemas limítrofes que tuvo que afrontar con todos los países limítrofes (dando soluciones controversiales a ellos y que incluyeron cesiones territoriales que mermaron la superficie del Perú. Si bien, llegó al poder como militante del Partido Civil, pronto su partido le dio la espalda a medida de que se iban notando cada vez más su personalismo. Esta falta de apoyo se hizo evidente cuando se produjo la intentona golpista del pierolismo, dirigida por Carlos de Piérola, hermano del expresidente Nicolás de Piérola y los hijos de éste, Isaías y Amadeo el 29 de mayo de 1909, apenas a un año de haber asumido la presidencia. Unos 200 conjurados asaltaron Palacio de Gobierno apunta de disparos. Leguía fue capturado y conminado a renunciar, pero se rehusó. Fue sacado a la fuerza a la calle y trasladado por Jirón de la Unión (Calle de los Mercaderes) hacia la Plaza del Congreso, donde frente al monumento de Bolívar nuevamente se le presionó para que renuncie, pero otra vez dijo "No renuncio". Al poco rato, las fuerzas del orden intervinieron y lo rescataron, luego de un intenso tiroteo donde murieron aproximadamente cien revoltosos. La turba, enardecida por el intento de golpe de Estado y manipulada por el gobierno, arremetió contra las instalaciones del diario La Prensa, de tendencia pierolista y de férrea oposición a Leguía, causando todo tipo de destrozos. Alberto Ulloa Cisneros, su director, acusado de conspiración fue encarcelado. Nicolás de Piérola, bastante mayor por esos días, a pesar de no haber tenido participación en el intento golpista (aunque no se descarta que lo haya fomentado), se escondió de la turba y después partió al exilio. Regresó al poco tiempo, muriendo en Lima en 1913. El orden constitucional volvió al país. El nuevo presidente, Guillermo Billinghurst, mandó apresar a Leguía y luego lo deportó a Europa.

Nicolás de Piérola, ya entrado en años y su hermano Carlos, artífice, con los hijos del Califa, del golpe de Estado contra Leguía. A la derecha, Isaías de Piérola.

El veloz avance de la economía con Leguía es especialmente meritorio, pues ocurrió en un entorno internacional poco favorable. En 1919, el país enfrentó la caída en los precios de nuestras exportaciones como consecuencia del final de la primera guerra mundial. Y en octubre de 1929, la estrepitosa caída de la bolsa de Nueva York arrastró al mundo a la recesión. El PBI peruano se contrajo más de 10% en 1930. A pesar de todo, Leguía dejó al Perú en 1930 con un PBI más de 50% superior al que tenía en 1919. Además, el Perú creció 1% más que el resto de América Latina durante el oncenio.

El fin de la I Guerra Mundial ocasionó una crisis internacional que deterioró al régimen civilista, contribuyendo indirectamente al ascenso de Leguía al poder a través del "Cuartelazo" del 4 de julio de 1919. El gobierno de José Pardo experimentó un auge económico vendiendo materias primas como algodón, cobre y petróleo necesarios para los aliados que peleaban en la Gran Guerra. Pero al finalizar la primera contienda mundial,  tanto Inglaterra como Francia habían quedado económicamente dañadas por la guerra, y más, Alemania, que se encontraba en el bando de los perdedores. De esta manera, la crisis llegó. Se paralizaron las inversiones y el comercio exterior, muchas empresas despidieron a gran cantidad de trabajadores o simplemente quebraron y los obreros y campesinos, organizados en gremios y sindicatos, empezaron a protestar exigiendo la promulgación de leyes laborales que garantizaran primero, una jornada laboral de 8 horas a nivel nacional, así como la regulación del trabajo femenino e infantil, el descanso semanal, las vacaciones remuneradas y un seguro contra accidentes laborales. El país era un caos y las protestas campesinas y urbanas se hacían cada vez más violentas. Es en esta coyuntura de inestabilidad que, ante los resultados adversos en las elecciones de 1919, donde se presumía un fraude a favor de Ántero Aspíllaga, candidato civilista y gobiernista, es que Leguía realiza el golpe de Estado con la anuencia de EE.UU. (por eso no fue casualidad que se realizara el "Cuartelazo" el mismo día de su independencia) cerrando el Congreso y apresando al presidente Pardo. Pero si una crisis lo llevó al poder, fue otra mucho peor, la que contribuyó a su caída. 


Además de Piérola, Leguía tuvo como adversarios políticos al Presidente Guillermo Billinghurst, al hacendado, congresista  y candidato a las elecciones de 1919, Ántero Aspíllaga y a su primo Germán Leguía y Martínez, crítico acérrimo de su reelección. Debido a eso fue deportado. En 1930, un nuevo adversario saldrá a la luz, el Comandante Luis M. Sánchez Cerro, quien logrará derrocarlo.


La obra pública de Leguía es monumental. Transformó Lima de una aldea decimonónica a una urbe moderna. En el oncenio se construyeron las avenidas Arequipa, Nicolás de Piérola, Argentina y Venezuela, el Palacio de Justicia y el Hotel Bolívar, y se pavimentó gran parte de las vías de la ciudad. Se expandió la provisión de agua y desagüe en Lima y en el interior, y se iniciaron numerosas obras de irrigación. Leguía se esforzó por conectar e integrar al país construyendo más de 18 mil kilómetros de carreteras, aunque a costa de empréstitos que comprometieron la hacienda pública.

Leguía, como buen hombre de negocios, era un hombre de mundo. Había vivido muchos años en distintos países, entre ellos Inglaterra y EE.UU., donde había hecho negocios de todo tipo desde su juventud y más aún, desde su exilio. Incluso se dice que trabajó en la Bolsa de Valores de Nueva York. Esos socios serían quienes tendrían los contratos exclusivos para la construcción de toda la infraestructura inaugurada durante el Oncenio. Obras como las avenidas Leguía (hoy Arequipa), Brasil, La Colmena (hoy Nicolás de Piérola), Colonial (llamada El Progreso y hoy conocida como Oscar R.Benavides), Costanera, Venezuela y Argentina. Lima, al fin estaba modernizándose a la altura de ciudades como Buenos Aires y México.




Con el advenimiento de la celebración del Centenario de la Independencia la ciudad no solo siguió creciendo, sino que se embelleció gracias a las donaciones de las colonias de inmigrantes residentes en Lima y gobiernos amigos, especialmente monumentos. La colonia española donó un Arco Morisco; la francesa, una estatua de la libertad; la italiana, el Museo de Arte Italiano; la inglesa, el antiguo Estadio Nacional; la japonesa, el monumento a Manco Cápac; la china, una gran fuente de mármol ubicada en el centro del Parque de la Exposición; la estadounidense, la fuente de los Atlantes, etc. Se construyó además, la Plaza San Martín con el monumento al libertador argentino en el sitial principal, el Hotel Bolívar, para alojar a las delegaciones invitadas, el Palacio de Justicia y numerosas obras de irrigación en distintas partes del país, especialmente en Cañete, donde tenía sus tierras. Por último, se inició la reconstrucción del Palacio de Gobierno, incendiado el 3 de julio de ese mismo año, a escasos 25 días de la celebración central. Todas estas obras le daban a Lima la apariencia moderna que él quería, para que esté a la altura de las grandes capitales latinoamericanas como Buenos Aires o México. Lima empezaría a ser conocida como la "Ciudad Jardín".


El ex presidente Andrés A. Cáceres, como único héroe de la guerra de 1879 con vida fue homenajeado durante las celebraciones del Centenario. Se le concedió el título de Mariscal y se  le construyó una casa para que viva dignamente, pero la rechazó, por lo que pasó a poder de la Sociedad Fundadores de la Independencia. Murió el 10 de octubre de 1923, siendo enterrado con honores en La Cripta de los Héroes.


Saludo al Presidente Leguía, cuadro de Daniel Hernández, pintado en 1921 con ocasión de la celebración del Centenario de la Independencia. La obra muestra a Leguía en el centro de Salón Dorado, recibiendo el saludo del representante del gobierno francés y héroe de la I Guerra Mundial, Charles Manguin. alrededor se encuentran las figuras políticas más importantes del gobierno como el Ministro de RR.EE. Alberto Salomón y el Alcalde de Lima José Rada y Gamio. Junto a ellos, el recién distinguido Mariscal Andrés A. Cáceres, héroe de la guerra del Pacífico y ex Presidente de la República. rodeándolo se encuentran los miembros de las diferentes delegaciones extranjeras asistentes. entre ellos está Favio Lozano, representando a Colombia. El cuadro es una versión idealizada de este momento, pues cada delegación fue recibida en privado y el general Manguin, no llegó a tiempo para la presentación de la delegación francesa. Por último, Palacio de Gobierno se había incendiado el 3 de julio de ese mismo año. veinticinco días antes de la celebración central. Se cree que fue producto de un cortocircuito debido a la excesiva iluminación con la que se le había adornado, aunque e mismo Leguía escribió en sus memorias tituladas Yo tirano, yo ladrón, aseguraba que el incendio fue provocado por una bomba puesta en el despacho presidencial, de la cual se salvó por haberse demorado en el hipódromo. Los actos oficiales se realizaron en la casa de Leguía.

Leguía, que había combatido al invasor en la Batalla de Miraflores, cerró la frontera con Chile en 1929, cuando Tacna se reincorporó al seno de la patria. También cerró la frontera con Colombia a través de un controvertido tratado limítrofe.

Ya en su primer gobierno, Leguía había suscrito tratados
perjudiciales para la soberanía nacional. Durante el
Oncenio continuó con esa tradición secesionista entregando
El Trapecio Amazónico a Colombia y Arica a Chile
Los problemas limítrofes fueron una constante en el gobierno de Leguía, tanto en el primer periodo como en el Oncenio. Durante su primer gobierno tuvo que afrontar reclamos territoriales de todos nuestros vecinos, los que se "solucionaron" con la firma de tres Colombia, Bolivia y Brasil, cediendo grandes extensiones territoriales: El Putumayo a Colombia, el Acre y el Amazonas a Brasil y la región del Beni  de Bolivia. Su segundo gobierno no fue la excepción. Leguía tenía el ideal de solucionar todos los problemas fronterizos del Perú, especialmente con Chile, país que mantenía bajo su autoridad a las provincias peruanas de Tacna y Arica desde 1883, cuando tras finalizar la Guerra del Pacífico, se suscribió el Tratado de Ancón. Fueron 36 años que Chile mantuvo cautivas ambas provincias peruanas, retrasando siempre la realización del plebiscito pues sabía que si este se realizaba en el tiempo establecido, los residentes de Tacna y Arica votarían por regresar a su patria. Es así que emprende una fuerte campaña de "Chilenización" con la cual deportó y encarceló a cientos de peruanos por oponerse a la dominación o por inculcar la peruanidad en sus hijos. Sacerdotes, profesores y cualquier otro que osase inculcar el amor patrio fue encarcelado o expulsado de Chile, y reemplazado por chilenos, de tal manera que las próximas generaciones creciesen con mentalidad chilena, para que no sientan la necesidad de volver al Perú y, en una hipotética realización del plebiscito, votasen a favor de Chile. Tratando de acabar con esta situación -y posiblemente con ánimos de entrar a la historia- entró personalmente en negociaciones con el gobierno chileno, suscribiendo el Tratado de Lima de 1923, por el cual Tacna fue reincorporada -incompleta- al Perú, pero con el alto costo de renunciar definitivamente a Arica, que pasó a perpetuidad a Chile. La reincorporación de Tacna se realizó el 28 de agosto de 1929; una fecha de alta emotividad en el sur de nuestro país.


Dos libros donde se trata de esclarecer la verdad sobre la firma del tratado de 1929 que permitió la reincorporación de Tacna a suelo patrio, pero la pérdida definitiva de Arica

La cesión del Trapecio Amazónico a Colombia, con la firma del Tratado Salomón-Lozano de 1922, fue una situación totalmente diferente, puesto que no nos hallábamos en situación conflictiva con nuestro vecino del norte desde los incidentes en La Pedrera de 1911. El tratado que ahora convertía a Colombia en país amazónico fue suscrito personalmente por Leguía y el Canciller Alberto Salomón a espaldas de la Cancillería y el Congreso, y fue mantenido en secreto por cinco años, hasta que en diciembre de 1927 fue aprobado por el Congreso peruano (con una mayoría servil a Leguía). La noticia se filtró a los medios de comunicación e inmediatamente tuvo el rechazo de la población y algunos políticos de renombre como el Primer Ministro Germán Leguía y Martínez, primo del Presidente, quien lo consideró atentatorio contra la integridad territorial peruana. Se dice que el mismo Salomón, arrepentido de haber formado el tratado, mandó secretamente una copia al gobierno brasileño, lo cual genera un incidente diplomático que bien pudo haber desatado una guerra con este país, pues, ambos países habían suscrito un tratado de cooperación por el cual toda decisión que uno de los países tomase sobre su territorio amazónico, tenía que comunicárselo al otro previamente. El Perú, a todas luces, había infringido esta cláusula. Como dato no confirmado, se dice que Leguía tenía como asesor personal del colombiano Guillermo Forero Franco, quien se habría encargado de sembrar en Leguía un americanismo que pasaba por arreglar primero los supuestos problemas territoriales que Perú y Colombia tenían pendientes. Ese sería el primer paso para que Leguía -cual mesías- pueda lograr el sueño bolivariano de unificar Sudamérica. 

A la izquierda, Augusto Salomón Osorio, Ministro de RR.EE. peruano que firmó el Tratado Salomón-Lozano cediendo a
Colombia el Trapecio Amazónico. Cuando los habitantes de Leticia (a la derecha) se enteraron, protestaron pero nadie los apoyó.

Leguía fue un dictador que cambió la Constitución a su antojo para reelegirse dos veces. El colapso de la economía mundial llevó a su caída en 1930. El ensañamiento contra Leguía fue infame: se saqueó su residencia, se le encerró en una celda diminuta y no se le brindó tratamiento adecuado para el cáncer que lo aquejaba.

Antes de su segunda toma de mando, la Constitución vigente establecía que el periodo presidencial era de cuatro años y no se podía postular a una reelección inmediata, sino hasta pasar el periodo presidencial de otro candidato. Leguía, al tomar el poder promulga una nueva Constitución Política, la de 1920 (elaborada por una Asamblea Constituyente que él mismo había convocado meses atrás) y modifica el artículo constitucional sobre el periodo presidencial, aumentándolo a cinco años (como sigue hasta hoy) y abría la posibilidad de postular a una reelección pero después de otro periodo presidencial. Esto último fue modificado por el Congreso, manipulado por Leguía, permitiendo la postulación del Presidente a una sola reelección inmediata, es decir, sin haber culminado su mandato. Para las elecciones de 1924, Leguía decide participar nuevamente en las elecciones para tentar una reelección inmediata. De ganar, esta vez gobernaría por cinco años. 


Germán Leguía y Martínez
Cuando se dijo que su Ministro de  Gobierno y Policía y a su vez Presidente del Consejo de Ministros, Germán Leguía y Martínez (abogado e historiador consumado y prestigioso catedrático universitario y que además era su primo hermano), anunciaría su postulación en las elecciones, Augusto se adelantó y anunció públicamente su deseo de postular a la reelección inmediata. Para ello conmina al Congreso a aprobar la reforma del artículo constitucional, como se dijo líneas arriba. En defensa de sus principios, Germán se opuso considerándolo un grave error y un atentado contra  el orden constitucional y renunció a su cargo como Ministro. Condenó como Traidores a la Patria tanto a Leguía como a los congresistas que aprobaron su reelección inmediata. El 15 de diciembre de ese mismo año (dos meses después de su renuncia), por orden de su primo, fue encarcelado en el penal de la Isla San Lorenzo. Días después fue deportado a Panamá. De nada sirvió la protesta de los intelectuales, del colegio de Abogados y de la Corte Suprema, de la cual había sido miembro. Sin mayor oposición y siendo candidato único, Augusto B. Leguía es reelegido para un segundo mandato presidencial inmediato, hasta 1929. El año en que finalizaría su gobierno, pide al Congreso, modificar nuevamente la Constitución, porque -como decía Leguía- las reformas no se pueden parar. Esta vez, la reelección será indeterminada, es decir, que el Presidente decidirá cuando terminar su mandado, pudiendo continuar hasta su muerte, o en su defecto, hasta que le hagan un golpe de Estado.

Comandante Luis M. Sánchez Cerro
Efectivamente, fue un golpe de Estado el que sacó a Leguía del poder en 1930. El Crack de la Bolsa de Valores de nueva York ocasionó una gran crisis mundial que arrastró a las grandes empresas concesionarias de las multinacionales estadounidenses y el Perú no fue la excepción. Las empresas quebraron, el desempleo y la pobreza también; el descontento social no se hizo esperar. La violencia se apoderó de las calles. Las FF.AA. aprovechan el momento y desde Arequipa, un sector del Ejército se amotina el 22 de agosto de 1930 y emite un pronunciamiento exigiendo la renuncia de Leguía. Su líder, el Comandante Luis M. Sánchez Cerro, toma el poder tres días después derrocando al General Manuel María Ponce, a quien Leguía había dejado el poder al mando de una Junta de Gobierno. 
Leguía es capturado cuando intentaba escapar en el crucero "Almirante Grau" a Panamá. Es llevado al penal de la isla del Frontón y luego recluido en la Penitenciaría de Lima, donde enferma de gravedad. Será trasladado al Hospital Naval, donde fallece el 6 de febrero de 1932. 



Disturbios y saqueos tras la caída de Leguía




























En total, Augusto Bernardino Leguía y Salcedo terminó siendo el Presidente que por más tiempo ha gobernado al Perú; 15 años divididos en dos periodos:
* Primer gobierno constitucional bajo la República Aristocrática (24 de setiembre de 1908 - 24 de setiembre de 1912)
* Segundo gobierno, conocido como el Oncenio de la Patria Nueva, que tuvo varios periodos:
** Gobierno provisional (4 de julio de 1919 - 12 de octubre de 1919)
** Primera elección; Segundo gobierno constitucional (12 de octubre de 1919 - 12 de octubre de 1924)
** Segunda elección; primera reelección inmediata y Tercer gobierno constitucional (12 de octubre de 1924 - 12 de octubre de 1929)
** Tercera elección; segunda reelección inmediata y Cuarto gobierno constitucional (12 de octubre de 1929 - 25 de agosto de 1930)


Izquierda, Leguía en su lecho de muerte. Derecha, su féretro es llevado en hombros al cementerio


Pero la mezquindad y el odio no sobreviven el paso del tiempo. Augusto Bernardino Leguía es el fundador del Perú moderno.


Como se puede apreciar, el autor del artículo, en ningún momento menciona los aspectos de Leguía o de su gobierno. No lo reconoce como dictador, ni siquiera lo insinúa. Porque eso fue Leguía, un dictador civil, lo que resulta peculiar, ya que hasta ese momento solo habíamos tenido dictadores militares (con la excepción del primer gobierno de Piérola). como dictador, no solo entró al poder por un golpe de Estado o modificó la Constitución cuantas veces quiso, a la justa medida de sus ambiciones, sino que aplicó la represión como método para lograr la continuidad de su gobierno, mantener el orden  y hasta para preservar el orden moral. Persiguió, apresó y deportó a sus enemigos políticos (ya vimos lo que le pasó a José Pardo, que aún no acababa su mandato, y a Germán Leguía, sin tomar en cuenta los vínculos familiares). La Penitenciaría de Lima y las prisiones de las islas San Lorenzo y El Frontón se llenaron de presos políticos. Algunos hasta fueron torturados o condenados a muerte. Los diarios fueron cerrados porque no se alinearon con su régimen. Desde el mismo día del "Cuartelazo" se vio que su objetivo era eliminar la libertad de expresión. Los locales de los dos diarios más importantes de la época, diarios controlados por el civilismo, "El Comercio" y "La Prensa", fueron atacados por un turba que destruyó y saqueó sus oficinas e imprentas y luego los incendió. Lo mismo hicieron con las casas de sus directores, que tuvieron que exiliarse en el extranjero para no ir a la cárcel.  Ya en el poder, arremetió contra los directores de los medios periodísticos, Federico More, escritor y director de "El Hombre de la Calle" y la "Revista Semanal"; Clemente Palma (escritor hijo del tradicionalista Ricardo Palma y congresista de la república), director del diario "El Espectador" y ex director del diario "La Crónica" y la revista "Variedades", y Ezequiel Balarezo Pinillos, director de "La Noche", cuyos medios de prensa fueron cerrados por el régimen y sus dueños sometidos al "ostracismo". La censura llegó incluso a la radio, el teatro y el cine, prohibiendo la exhibición de radionovelas, obras teatrales, documentales con contenido político adverso al régimen o películas consideradas inmorales por su contenido sexual, ofensivo para la sociedad y la Iglesia. Como ejemplo está "Páginas Heróicas", película, sobre la guerra del Pacífico, que fue prohibida por considerarla ofensiva contra Chile, y "Camino de venganza", porque representaba al mundo campesino idealista y a una Lima llena de peligros, imagen que contrastaba con la imagen que Leguía quería mostrar y porque esa vida rural idealizada podría inspirar más revueltas indígenas. Una prueba más de que Leguía era un dictador es la persecución realizada a los líderes políticos de tendencia izquierdista, Víctor Raúl Haya de la Torre (futuro fundador del APRA), quien fue apresado en el Frontón en 1923 y luego deportado a Panamá, por su oposición al régimen y a la Iglesia (Leguía era un ferviente católico), contra la que se había enfrentado ese mismo año cuando el arzobispo de Lima Emilio Lissons intentó consagrar al Perú al Corazón de Jesús, como una forma de apoyo al dictador. No regresaría hasta 1931, después de la caída de Leguía, para postular a las elecciones de ese año. El escritor y filósofo José Carlos Mariátegui, también fue apresado por participar de una conspiración comunista para derrocar a Leguía. Después le dieron arresto domiciliario, permaneciendo en esa condición hasta el fin del Oncenio. 


Como se puede ver, ejemplos sobran para sustentar que Augusto B. Leguía fue un dictador personalista, autocrático y represivo. Que no pretendan engañarnos con medias verdades.



Juan Mendoza, columnista de Perú 21, autor de este artículo


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(*) Artículo publicado por el diario Perú 21 el 05/11/2016




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En los últimos años, varios autores se han dedicado a limpiar la memoria de Leguía a través de una serie de publicaciones reivindicatorias, donde el dictador aparece casi como un héroe nacional, víctima de odios políticos que hasta hoy están presentes y que se han encargado de hacerle "mala fama". El autor de este artículo parece estar en la misma línea.

¿Real o apócrifo? libro de memorias del Presidente Leguía

Qué mejor libro para exculpar a Leguía de toda responsabilidad que sus propias memorias cuya autenticidad fue puesta en tela de juicio por Jorge Basadre, especialmente porque no se tiene constancia de que el presidente hubiera escrito un libro antes o después de su caída, y si así fuera ¿Lo escribió en la cárcel o en el hospital? El mensaje que transmitía era que no se consideraba ni Tirano, ni Ladrón. Culpaba más bien al civilismo de esta patraña y del golpe militar de Sánchez Cerro. Al parecer, quien publicó el libro tenía una sola intención: mostrar su inocencia y señalar a los verdaderos culpables de las desgracias del país. Para explicar mejor su caída señala como principal elemento la deslealtad de sus antiguos adulones. El partido de Leguía nunca levantó cabeza. Ni sus hermanos, ni sus seis hijos pudieron convertir el “Oncenio” en un dorado período a continuar. 

En calidad de hija del presidente Leguía, la poetisa Enriqueta Leguía Olivera ha dedicado años y dinero a limpiar la memoria de su padre a través de diversas publicaciones. El último es la publicación comentada del último discurso de asunción al mando que diera Leguía tras ganar las elecciones de 1929.

Algunos de los títulos recientemente publicados donde sus autores tratan de limpiar la imagen de Leguía, justificando sus actos, enalteciendo su política y echándole la culpa de una supuesta leyenda negra a sus adversarios políticos. Tal es su acogida que el libro de Alzamora ya va por su segunda edición

Si algo hay que reconocerle a Enriqueta Leguía es su persistencia y el profundo amor a su padre que la llevó a 
fundar la Fundación Leguía, dedicada a limpiar la reputación del Presidente, tarea que continuó hasta su muerte  en julio del 2017, a los 95 años en EE.UU. donde residía hace bastante tiempo. Acá, junto a dos libros más de su autoría

Sin embargo, existen varias publicaciones donde Leguía es mostrado como lo que realmente fue, un dictador, un autócrata; publicaciones con un enfoque más analítico y con sentido crítico. algunas dedican sus páginas a todo el Oncenio, otras a determinados aspectos y algunas como parte de diversas historias generales. 

Libros con visión crítica y específica del Oncenio

Algunos libros que se han dedicado exclusivamente a la celebración del primer centenario de nuestra Independencia


La más reciente publicación sobre Leguía, pero esta vez un estudio biográfico, donde el autor, Freddy Centurión González, aborda la poco estudiada trayectoria personal, académica y laboral del presidente, donde, asegura, se pueden encontrar las raíces de ese pensamiento pragmático que distinguió a sus dos gobiernos, bajo una mirada analítica e imparcial. Como dice el autor "Sin caer en leyendas negras, que endemonian al personaje, ni en leyendas rosas, que lo mitifican".














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