domingo, 30 de septiembre de 2018

Peruanos en el Holocausto

PERUANOS EN EL HOLOCAUSTO




El genocidio de judíos cometido por el régimen nazi durante la II Guerra Mundial es uno de los tantos temas que me apasionan y no por el morbo que este tema genera, sino porque me parece increíble lo que se hizo contra esta comunidad sin que alguien haga algo por evitarlo, aún ocurriendo en sus propias narices. el otro tema que acapara siempre mi atención es buscar el protagonismo de peruanos en los grandes acontecimientos mundiales y este no es la excepción. ¿Cómo? ¿Acaso hubo víctimas peruanas en este trágico acontecimiento? La respuesta es un rotundo SÍ. 

El primero que ha tratado el tema ha sido el periodista Hugo Coya, a quien ya me he referido en diversos artículos previos. Su libro pionero "Estación final" nos presenta muchas historias de peruanos residentes en Europa al momento de la guerra, que fueron asesinados solo por ser judíos. 

Es por ello que esta vez reproduciré -con ligeras modificaciones- un artículo del autor publicado por el diario El Comercio el 15 de mayo del 2016.


PERUANOS CAMINO AL ESPANTO (*)







La maldad del tiempo destruye y reconstruye todo hasta que la memoria se torna frágil, incierta, transformándose en distorsión, olvido. Los momentos amargos se edulcoran, cambian de tonalidad, se matizan, apaciguan culpas y hacen más ameno el pasado. La historia se vuelve relativa, inexacta, depende apenas del trazo de quien escribe. Solo los testigos impiden la deformación de los acontecimientos porque pueden narrar en primera persona qué sucedió, sin concesiones ni atenuantes. La maldad del tiempo transforma a los seres humanos también en pasajeros de un destino ignoto, cuya única certeza siempre será la muerte, indescifrable, irreversible y lacerante.

La maldad del tiempo borra huellas, diluye sensaciones, imágenes, testimonios, como viene ocurriendo con los pocos testigos que aún quedan del Holocausto y la Segunda Guerra Mundial. 

(1) El exterminio de millones de judíos en la II Guerra Mundial perpetrado por la Alemania nazi es uno de los acontecimientos más terribles de la historia de la humanidad y tal vez el más negro de todos. Y aunque hayan fotos, vídeos, libros y hasta sobrevivientes que atestigüen que esto sí ocurrió, existen muchas personas interesadas en negarlo, aduciendo que todo es un montaje cuidadosamente planeado por el sionismo estadounidense para desprestigiar al nazismo alemán y esencialmente a su líder, Adolfo Hitler, amparándose en que cada vez son menos los sobrevivientes de tan macabro acontecimiento. La mayoría de sobrevivientes testigos de tales atrocidades ya falleció. Solo quedan aquellos que en ese momento eran muy jóvenes y que hoy bordean las seis y hasta siete décadas de edad. ¿Qué pasará cuando el último testigo haya fallecido? ¿Se llegará al extremo de creer que todo fue una invención? ¿Que nunca ocurrió? ¿Que todo lo que se dijo fue mentira? De ser así, se estaría dando paso a que algo similar vuelva a ocurrir.


PERMANENTE RECORDATORIO 
La reciente muerte de Victoria Barouh Avayü, conocida por su nombre de casada como Victoria Weissberg pone en relieve esa tamática situación que nos priva de una mujer cuya simple existencia poseía un carácter extraordinario para la historia nacional y del mundo, al haber sido la única persona nacida en el Perú que sobrevivió a este espeluznante capítulo. A sus casi 91 años, su corazón dejó de latir el 29 de abril de 2016, debido a una insuficiencia cardíaca congénita en su casa de Miami, cuando se celebraba el séptimo día de la Pascua judía, religión que profesaba y que la hizo conocer el infierno nazi, y a la que se aferró para seguir existiendo.

“Creo que Dios le dijo: ‘¡Suficiente!’. Y se la llevó”, me dijo su hijo León al informarme, acongojado, su partida.
   
En la única serie de entrevistas que concedió, Victoria me relató cómo pudo esquivar la muerte que la amenazaba a cada instante en los cuatro campos de concentración en los que estuvo. “Durante todo ese tiempo traté de no pensar en el hambre, en la gente que iba muriendo alrededor, en el miedo, en la soledad, en mi familia, en la vida... Pensar podía ser peligroso”, me dijo, quebrando un silencio que se había impuesto sobre ese terrible episodio y que no se había atrevido a compartir, con todos sus detalles, durante más de sesenta años ni siquiera con sus propios hijos. El ser humano guarda en lo más profundo de su mente los momentos más atroces para no enloquecer y continuar andando.

Con el paso de los años y, en un intento por sanar las profundas heridas, regresó a Auschwitz y recorrió ese que fue el antepenúltimo campo de la muerte en el que estuvo antes de ser transferida al de Bergen-Belsen; luego como trabajadora-esclava en Alemania; y, finalmente, a Theresienstadt (Hoy llamado Terezin), en la otrora Checoslovaquia, donde los británicos la liberaron a fines de junio de 1945. 


Añadir leyenda

Exhibiendo orgullosa el número A-7085 que le tatuaron los nazis en su brazo derecho al convertirla en prisionera, Victoria Weissberg, sus hijos, nietos y bisnietos volvían todos los años a Auschwitz —cada vez que su salud se lo permitía— para participar en la llamada Marcha por la Vida, junto a unas doce mil personas provenientes de todo del mundo. Este tipo de peregrinaciones es común en muchos sobrevivientes del holocausto. 

(2) Campos como Auschwitz, Sobibor, Ravensbruck, Sachsenhausen, Dachau o Treblinka -por mencionar solo los más conocidos- anualmente son visitados no solo por turistas curiosos sino por cada vez menos sobrevivientes del holocausto judío perpetrado por los nazis en el II Guerra Mundial. Y no es que se trate de masoquismo puro, sino que para ellos tienen una significación muy especial; en ellos perecieron sus padres, hijos, hermanos, esposos y demás familiares y amigos solo por el hecho de ser judíos. Para ellos, visitar los "campos de la muerte"  es rememorar el pasado, un pasado violento, lleno de injusticias y muerte solo porque a los ojos del nazismo, eran el mayor enemigo de la humanidad, unos parásitos de raza inferior y por tanto, merecedores de ser exterminados.
    


Estaba orgullosa por haber sido una de las pocas personas que logró salir con vida del mayor campo de exterminio de la Segunda Guerra Mundial, puesto que otro millón cien mil personas no pudo hacerlo, de las cuales el 90% profesaba la religión judía. El otro 10% fueron católicos, Testigos de Jehová, homosexuales, gitanos, disidentes políticos, personas con deficiencias físicas y miembros de alguna etnia que no fuese aria (Eslavos por ejemplo). 

La mayoría de esas víctimas perdió la vida por el hambre, los trabajos forzados, las cámaras de gas, los hornos crematorios, los experimentos médicos, las enfermedades sin atención, las sesiones de tortura o los balazos.

(3) Muy pocos saben que la "Solución Final" también apuntaba al exterminio de otros grupos étnicos considerados inferiores, entre ellos los Gitanos o Romaníes, que por su condición de nómades, de origen incierto, estaban mal visto en la sociedad, especialmente por considerar que se dedicaban al pillaje, al secuestro y a la adivinación. Los Eslavos por su parte, a pesar de ser europeos y blancos, también estaban en la "lista negra" del nazismo. Se les consideraba inferiores y merecedores de muerte. Esta es la razón por la que Hitler fue tan dura en la invasión a Europa Oriental donde millones de rusos y polacos -por mencionar solo algunos- fueron brutalmente masacrados. Por último, los Testigos de Jehová (adoradores de un "dios falso"), los disidentes políticos y hasta los homosexuales, fueron recluidos en estos infames campos. Y no es que todos hayan muerto en las cámaras de gas, un gran npumero pereció por los malos tratos, las torturas, el trabajo extenuante y las epidemias, que eran bastante comunes dado el hacinamiento, la mala alimentación y las condiciones insalubres en las que vivían.

OTROS TESTIGOS
La historia de Victoria no es la única de una persona nacida en nuestro país que pasó por los campos de concentración. 

La vida de Héctor Levy Wurmser fue forjada también por el sudor, la sangre y el fuego. Nació en San Luis de Cañete, el 7 de junio de 1898, debido a que su padre —Nathan— llegó de Francia para instalar una fábrica dedicada a la producción industrial de azúcar. Mientras su padre trabajaba en la hacienda Casablanca y su madre ayudaba en la enfermería en la misma finca, Héctor aprendió a hablar en español, disfrutó sus primeros años de vida, aprendió a leer y escribir, creció y formó una familia. 

La vida lo condujo a París y creyó que por haber servido a Francia como miembro del ejército durante la Primera Guerra Mundial no le pasaría nada junto a su esposa e hijos. Por ello, se negó a enviarlos a Argelia (colonia francesa en el Norte de África considerada segura), donde huyó el resto de su familia al estallar la guerra. Los hechos le demostrarían cuán equivocado estaba.

Su esposa Irene y sus dos pequeños hijos fueron arrestados junto con él por las propias autoridades colaboracionistas francesas y enviados a Auschwitz. Gerard (de cuatro años) y Michelle (de apenas siete meses de nacida) son las víctimas más jóvenes que el Perú posee en los registros de la Segunda Guerra Mundial. Su esposa y los padres de Héctor murieron en las cámaras de gas y él fue fusilado, a modo de escarmiento, al reclamar un poco de agua y alimento para los prisioneros tras dos días ininterrumpidos de trabajos forzados. 

(4) Francia fue rápidamente derrotada por Alemania. No fue ni la sombra de ese país que combatió en todo momento a Alemania en la I Guerra Mundial. Tal fue el impacto que causó el que haya sido sorprendida exactamente con la misma estrategia con la que Alemania atacó en la I Guerra Mundial (por la frontera belga) que no se pudo recuperar y prefirió capitular. Se formó un gobierno provisional conocido como la "Francia de Vichy", donde gobernaba el General Phillipe Pétain, héroe de la I Guerra Mundial, pero que ahora había pactado con Hitler, dejando a su merced gran parte de su país. Su gobierno fue abiertamente colaboracionista con el nazismo, al punto de perseguir y entregar a los alemanes a todos los judíos que habitaban el territorio que él controlaba. Los Levy fueron víctimas de esta actitud servil y discrimitatoria de Pétain.

La calle en la que nació en San Luis de Cañete lleva actualmente su nombre, un recuerdo de su paso por este mundo, de sus penurias, sus alegrías, sus tristezas; de todo aquello que hicieron sus padres y familiares para llegar a nuestro país.



Por su parte, los hermanos limeños Eleazar y Jabijo Assa Adout fueron, asimismo, capturados el 23 de marzo de 1943 en sus casas de Marsella, y obligados a tomar el convoy número 52 con destino al campo de exterminio de Sobibor (Polonia), donde llegaron tres días después. El convoy estaba formado por 994 personas y, como mínimo, murieron 950 de ellas al llegar, cuando fueron gaseadas. 





Apenas 44 personas de este convoy se salvaron de morir en la cámara de gas, entre ellas, estos hermanos peruanos, quienes más tarde ofrecieron su vida a cambio de salvar a centenares, cuando se encargaron de abrir las puertas principales —a sabiendas de que ello representaba una muerte segura— en el más exitoso levantamiento en un campo de concentración, el 14 de octubre de 1943. 

Otros peruanos asesinados en Auschwitz fueron los primos Jaime, Rosita y Florita Lindow, muertos porque sobrepasaban los sesenta años. Ellos forman parte de la legión cercana a los sesenta millones que murieron en la Segunda Guerra Mundial.

LA HEROÍNA
En esa época de espanto y barbarie sin límites, una persona nacida en nuestro país, sin embargo, dio uno de los más hermosos ejemplos de solidaridad y altruismo. Magdalena Truel Larrabure abandonó su condición de mera espectadora de los atropellos en el París ocupado por los nazis para unirse a la Resistencia francesa, impulsada por su fe católica, a sabiendas de los riesgos que corría y del hecho de que podía escapar, ya que no tenía restricción alguna para regresar al Perú. 

Se transformó en una de las mejores falsificadoras de documentos del grupo clandestino de franceses que luchaban contra los invasores, salvando de una muerte segura a centenares de niños judíos, miembros de la Resistencia y soldados aliados para que pudieran infiltrarse en las líneas enemigas sin ser descubiertos. 

Fue detenida en la capital francesa el 19 de junio de 1944, cuando acudió a uno de los locales de la Resistencia para recoger un poco de tinta. Después fue conducida al campo de concentración de Sachsenhausen y murió el 3 de mayo de 1945 durante una de las llamadas ‘marchas de la muerte’. Se encuentra sepultada en el cementerio de Stolpe, en Alemania.

Su historia había permanecido oculta durante décadas hasta que pude conocerla y plasmarla en mi libro Estación Final, abriendo paso para acabar con esa maldad que impregna el tiempo. En breve, la historia comenzará a hacerle justicia.

Un grupo de productores de Hollywood leyó mi obra y prepara una película que permitirá que el mundo conozca a esta entrañable mujer. Por su parte, el escritor Raúl Tola acaba de concluir una novela basada en su historia y yo me encuentro inmerso en la escritura de otro libro que permita revelar hechos aún desconocidos sobre su vida.

PIEZA CLAVE 
El periodismo, el cine y la literatura son los guardianes de la memoria colectiva, agentes que rechazan tenazmente el olvido y el punto final. Son convocadores constantes de un interminable ejercicio de recordación que muestra cómo fueron aquellos caminos de destrucción para que la humanidad no vuelva a deambular por ellos.

Caminos como los que recorrió la peruana de origen arequipeño Elvira Josefina Concepción de la Fuente Martínez, cuya participación en la Segunda Guerra Mundial comenzó a ser conocida el 12 de agosto del 2005, cuando los Archivos Nacionales Británicos desclasificaron su expediente. 

Elvira había sido una de las pocas integrantes de una compleja red de espionaje usada por Gran Bretaña durante la Segunda Guerra Mundial denominada Comité XX o Doble Cruz. Estuvo formada por agentes dobles que trabajaban para Gran Bretaña y cuya misión era proporcionar información falsa sobre los aliados a los nazis para que estos últimos realizaran acciones bélicas erradas. 

Con una biografía intensa en la que desafió la moral, las costumbres y las tradiciones de la época, Elvira contribuyó a la derrota definitiva de los nazis al desinformar acerca del lugar exacto del desembarco de Normandía y, además, de salvar a Londres de un inminente ataque con armas químicas. Pieza clave de la mayor operación de engaño jamás ideada durante un conflicto, y que terminó por derrotar a Hitler y sus huestes. 

EL JUSTO
Esa maldad del tiempo que ha permitido desconocer el caso del cónsul del Perú en Suiza, José María Barreto, quien contravino las órdenes expresas del gobierno de no conceder visas ni documentos a los judíos en 1938. Sin recibir nada a cambio, Barreto emitió pasaportes peruanos para 58 judíos, incluyendo 14 niños que se encontraban prisioneros en Vittel (Francia), y estaban listos para ser deportados a los campos de exterminio. En 1943, la Policía suiza descubrió uno de esos pasaportes a nombre del judío alemán Gunther Frank y lo comunicó a la cancillería peruana.

El diplomático fue destituido de inmediato, murió en la miseria y, décadas después de conocerse su historia, se transformó en el primer peruano en ser declarado Justo de las Naciones en el 2014, título que ostenta una pequeña minoría que supo mantener la piedad cuando todo rastro de humanidad había desaparecido, como ocurre siempre en las guerras. 

Verdugos, luchadores, víctimas, testigos de una barbarie que siempre, como todo recuento tamizado por la maldad del tiempo y del espacio obliga, algunas veces, a menciones simplistas, repletas de lapsus y lagunas. 

HISTORIAS TAMBIÉN NUESTRAS
Con el paso de los años, supervivientes como Victoria desaparecerán del todo al igual que nosotros, que zarparemos también en este barco que es la vida, aunque su travesía perdurará en los vestigios que dejen y que nosotros olvidemos sobre ellos. Solo sus recuerdos y quienes podamos reproducirlos serán una lucha constante contra el olvido, una auténtica victoria contra la muerte. Porque, al final, nadie estará realmente muerto mientras su recuerdo permanezca vivo.

En el Holocausto, una ideología criminal suprimió la vida de millones de personas, y debemos recordarlas una y otra vez para que no se repita. 

“Tengo más recuerdos que si tuviera mil años”, decía el poeta francés Charles Baudelaire para recordar la lucha permanente de los hombres contra esa maldad del tiempo que nos condena inexorablemente a la amnesia.

Si dejamos que el tiempo borre la historia, nuestros hijos y los hijos de nuestros hijos no podrán decir como el poeta Roland Dubillard: “estoy seguro de que mi muerte me recordará algo...”.

La historia es compleja y una gran tragedia nunca puede ser interpretada apenas mediante estereotipos reduccionistas o cifras, dejando de lado sus causas, orígenes, contexto político, económico y social, como los de aquella crisis que gestó un régimen racista, xenofóbico y homofóbico para convertir a Alemania, Europa y el resto del mundo en un gigantesco campo de batalla. Los testigos evitan esas distorsiones y nos lo recuerdan siempre.

Después de todo aquello que ya conocemos, existen aún personas y organizaciones en diferentes partes del mundo que se niegan a reconocer lo ocurrido o que lo ponen en duda. Los extremistas políticos y religiosos discurren aquí y en otras partes del mundo con sus ideologías plagadas de odio, de segregación, de marginación, de discriminación al diferente.

Las historias de Victoria, Magdalena, Elvira, José María y de todos los que sufrieron los estragos de los conflictos también son nuestras. Representan una advertencia constante acerca de las amenazas que surgen cuando los fanáticos se aproximan y detentan el poder. 
“La gente no debe dejar de luchar. Incluso cuando se piense que no hay salida, siempre habrá una razón para volverse a levantar. Siempre habrá una esperanza para seguir adelante”, fueron las últimas palabras de Victoria antes de acabar de contarme su historia. Ella partió y, muy pronto, no quedará ningún testigo vivo de la Segunda Guerra Mundial porque la maldad del tiempo avanza sin pausa.

El silencio y el olvido se tornan indiferencia y aumentan el riesgo de que el mundo avance en dirección a ese pasado de barbarie. La amnesia puede hacer que se repitan estos terribles acontecimientos y que los supervivientes del Holocausto sigan abandonando este mundo sin la certeza de que su historia no se repetirá.











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(*) Hugo Coya, Peruanos camino al espanto, diario El Comercio, 15/05/16

lunes, 17 de septiembre de 2018

Peruanos en el "Día D"

En un campo de entrenamiento en Canadá aparecen nuestros compatriotas George Sanjinez (1), Luis Chirichigno (2),Arnoldo Zamora (3), Carlos Pérez Barreto (4) y Carlos Oyangúren (5), junto a otros voluntarios que partirían al norte de Francia para liberar Europa del dominio nazi. 
LOS PERUANOS DE NORMANDÍA

Desde que empecé a escribir este blog me propuse destacar la presencia del Perú –o mejor dicho, de los peruanos- en la historia mundial, y así lo he hecho. Francisco de la bodega y Quadra, Túpac Amaru II, José Santos Chocano son solo algunos. Dentro de este rubro, busqué destacar la participación peruana en el conflicto bélico más importante de toda la historia, la II Guerra Mundial. Y es precisamente en ella, donde mayor presencia de peruanos he hallado y sobre los cuales he escrito en su momento sendos artículos. Madeleine Truel, Elvira Chaudoir, Ernesto Pinto Bazurco, José María Barreto y George Sanjinez Lenz fueron los primeros.  Precisamente es sobre este último que volveré a escribir, pues este domingo 16 de setiembre de 2018, el diario El Comercio, aprovechando el 79° aniversario del inicio de la II Guerra Mundial (1/09/39), publicó un artículo dedicado a los peruanos que desembarcaron, como parte de las tropas aliadas, en la costa de Normandía, en la operación militar más grande de toda la historia, que habría de durar entre el 6 de junio y el 20 de agosto de 1944 y que significaría el inicio del fin del régimen nazi de Adolfo Hitler.







“Las balas trazaban el cielo en la playa de Courseulles-sur-Mer, en Normandía. Habían pasado varios días desde el Día D [6 de junio de 1944], pero los combates estaban lejos de terminar. Saltamos a un mar helado lleno de cadáveres. La mayoría había recibido disparos en las piernas y brazos y habían quedado desangrados mientras intentaban regresar nadando a los botes que estaban a 5 kilómetros de la orilla. Vi caer al primer compañero del cuarto pelotón. Mi pelotón. Mi amigo. Cuando llegamos a tierra aún quedaba un campo lleno de minas, un alambrado de púas y un acantilado de 30 metros de alto. Eso sin contar a los soldados, cañones y ametralladoras”.
A sus 101 años, Jorge Sanjinez revive una escena que lleva casi ocho décadas en su memoria. Él formó parte de la Brigada Pirón en el desembarco de Normandía, un grupo compuesto por unos 2.200 soldados que se enrolaron en las Fuerzas Belgas Libres, tropas que lograron escapar de Bélgica y unirse a los aliados luego de que el rey Leopoldo III capitulara ante los nazis en mayo de 1940.
En tierras sajonas, las filas belgas pasaron a estar bajo el mando del Ejército Británico y fueron rebautizadas en honor al mayor Jean Baptiste Pirón, un experimentado soldado que había combatido en la I Guerra Mundial y los entrenó en bases de EE.UU. y Canadá.
Sanjinez fue uno de los cinco peruanos que llevaron el uniforme de esta brigada. Carlos Pérez-Barreto y Carlos Oyanguren desembarcaron a su lado aquella tarde de agosto. Desde Londres, el chiclayano Luis Miguel Chirichigno y el puneño Arnoldo Zamora coordinaban la logística del batallón y a la vez sobrevivían a los incesantes bombardeos nazis sobre la capital inglesa. El francés André Layseca, que había llegado a vivir al Perú pocos años atrás, se encontraba en la Segunda Compañía Motorizada.
— Camino a la guerra—

Cada uno fue a la guerra por razones distintas. Sanjinez por aventurero, Layseca quería vivir un combate y Chirichigno quería conocer Europa.
Barcos con voluntarios chilenos y argentinos recogieron a los peruanos del puerto del Callao en enero de 1943, atravesaron el canal de Panamá, hicieron una corta escala en Cuba y desembarcaron en Nueva Orleans. Luego, recorrieron la costa este de EE.UU. en trenes, hasta llegar a Montreal, donde fueron entrenados por seis meses. Tras ello, se embarcaron en el transatlántico Queen Mary con destino a Irlanda. Desde ahí un ferry los llevó a Liverpool y finalmente se agruparon con las fuerzas belgas en Londres en setiembre de 1943.
Casi un año después, partieron hacia Normandía a bordo de cuatro acorazados .
Libretas militares de la Brigada Pirón
Registraba datos personales, ascensos y sanciones


“[La noche que partimos] un comandante nos dijo que saldríamos a hacer un entrenamiento de playa. ‘Vamos a demorar cuatro días, lleven todas sus cosas’, dijo. Luego llamaron a una reunión y dijeron: ‘Señores, esto no es un entrenamiento, esto es Normandía’. Todos estábamos pálidos”, cuenta Sanjinez a El Comercio.
—En el terreno—

La misión que tuvo la brigada fue clara: debían recuperar la costa francesa del control nazi.
Pese a que Sanjinez asegura que desembarcaron 17 días después del Día D, la bitácora que conserva la Real Federación Nacional de Veteranos detalla que la Brigada Pirón llegó en dos grupos a las 10:00 a.m. del 7 de agosto a las playas de Arromanches [Gold Beach] y Courseulles [Juno Beach].
El 17 de agosto, la Brigada Pirón recuperó Franceville en el marco de la operación Paddle. Avanzaron por la costa francesa hasta que el 29 de agosto atravesaron el río Sena, donde recibieron la orden de dirigirse a la frontera con Bélgica. El 4 de setiembre participaron en la liberación de Bruselas del control nazi.
“Cuando terminó la guerra en Francia, él [André Layseca] entró al pueblo donde nació. Todas las chicas salieron a abrazarlo, le aventaban flores, como a un héroe. En eso, su madre salió y ¡jua! le mandó un par de cachetadas. ‘¡Qué haces acá! ¡Te van a matar!’, le dijo”, cuenta Violeta De Negri, viuda de Layseca.
La labor de la brigada continuó hacia Holanda y Alemania antes de desactivarse.
Tras retirarse, Sanjinez se quedó un tiempo en Inglaterra, ganando unos pocos centavos. Regresó al Perú en 1946 y tras dos años desempleado consiguió trabajo en la antigua compañía telefónica. Fue despedido al poco tiempo, pero luego entró a trabajar a la empresa Faucett, donde llegó a ser gerente comercial. Actualmente vive en Pucallpa.
Layseca decidió retomar su aventura. Volvió al Perú, conoció a su esposa, con quien tuvo dos hijas, trabajó en un par de haciendas, incursionó en la industria pesquera y laboró en hoteles y clubes antes de aceptar un empleo en albergues de la selva, donde trabajó hasta poco antes de fallecer. Chirichigno vivió en Londres, Liverpool, volvió al Perú y finalmente se mudó a las Islas Canarias, donde falleció un mes antes de cumplir 97 años. Zamora, quien se casó con la hermana de Chirichigno, volvió al Perú para trabajar como periodista hasta su muerte, a los 90 años. A excepción de Sanjinez y Layseca, el resto murió sin recibir condecoraciones.
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LOS QUE PARTICIPARON EN LA GUERRA
Jorge Sanjinez
(24/1/1917 - Moquegua)
El único miembro vivo de la brigada. A los 25 años se enroló en el ejército belga. Ha recibido media docena de medallas, la última fue la Legión de Honor en grado de caballero, que le entregó el Gobierno Francés en el 2017.
André Layseca
(14/2/1918 - Blingel, Francia )
Tras la guerra volvió al Perú y fue recibido como un héroe, pero siempre se negó a hablar sobre la guerra y evitó que sus hijas vieran películas bélicas. Mantuvo una fuerte amistad con Sanjinez hasta su muerte, en el 2010.
Luis M. Chirichigno
(6/7/1918 - Chiclayo)
Formó parte de la división de tanques del batallón de artillería del Ejército Peruano durante el conflicto con Ecuador de 1941. Tres años después se alistó en la Brigada Pirón por el simple deseo de conocer Europa.
Arnoldo Zamora
(25/10/1917 - Puno)
A los 27 años se enroló en la Brigada Pirón y conoció a Chirichigno. Ambos estuvieron a cargo de la logística desde Londres. A su regreso trabajó de periodista. Jaime Bayly lo incluyó en su libro “Los últimos días de La Prensa”.
Carlos Pérez Barreto
(6/6/1920 - Lima)
Vivió en la hacienda San Andrés, en Trujillo, y trabajó como mecánico. Según su libreta militar, formó parte de la Segunda Unidad Motorizada de la Brigada Pirón y se habría mantenido vinculado al ejército belga hasta 1954.
Carlos Oyanguren
(Desconocido)
Registros de la guerra dan cuenta de su participación en las filas de la Brigada Pirón. Según Sanjinez, Oyanguren se ahogó durante el desembarco. El Comercio no pudo comprobar esa versión.
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Investigación
Reconstruyendo los pasos de los héroes
Las historias de estos soldados se guardan hoy en la Real Federación Nacional de Veteranos de la Brigada Pirón. Esta asociación, con sede en Bruselas, mantiene el registro de las misiones que cumplió cada uno. El Comercio tuvo acceso a las libretas de matrícula de nuestros compatriotas y a partir de ellas contactamos a los familiares de Layseca, Chirichigno y Zamora, además de Sanjinez, a quien entrevistamos en enero del 2016, un año antes de que el Gobierno Francés le otorgara la Legión de Honor en grado de caballero.
No fue posible ubicar a familiares de Pérez Barreto. De Oyanguren no hay registro más allá de su nombre.

Entrevista A José Mogrovejo, Historiador
“LAS FIGURAS DE ESTOS HÉROES NOS DEBERÍAN SERVIR COMO EJEMPLO”
— ¿Cuán importante es saber que estos peruanos participaron en el desembarco de Normandía?

Es importante para comprender que la historia no solo debe ser entendida a nivel de nación. Es necesario que empecemos a recopilar experiencias individuales porque al fin y al cabo son las que trascenderán en la sociedad. Por ejemplo, hay un colegio en Pucallpa y otro en Arequipa con el nombre de don Jorge Sanjinez. Las figuras de estos héroes nos deberían servir como ejemplo.
— Sobre todo porque, a fin de cuentas, representaron a toda la nación durante el conflicto.

Sí, en cierta medida llevaron un carácter de peruanidad consigo. Pero, además, cuando uno escucha la impresión que los europeos tenían sobre cómo actuaba o pensaba Jorge Sanjinez les sorprendía, pero lo aceptaban. Eso también es importante porque las diferencias fueron las que causaron la división de Europa en un momento, pero finalmente las diferencias en sus filas terminaron uniéndola nuevamente.
— ¿Por qué dejamos que cayeran en el olvido estos héroes?

Porque hemos estado tan acostumbrados a mirar a la historia en base a los grandes acontecimientos que dejamos de lado las pequeñas historias que se desarrollaron durante esos eventos.
— Varios de estos peruanos fueron criticados por no participar en el conflicto contra Ecuador de 1941

No es el deber de la historia juzgar sino entender.