domingo, 9 de agosto de 2020

Lina Medina


Lina Medina, una madre a los cinco años

CRÓNICAUn caso único comprobado por la cienciaNOTICIA



MARTÍN MUCHA

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11 FEB. 2018 21:01

Lina medía 110 cm y tenía aún dientes de leche. Su hijo nació el día de la madre de Perú en 1939. CRÓNICA
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Cuando España queda conmocionada con el parto de una niña de 11 años en Murcia, vamos en busca de la madre más prematura de la Historia

Lina es peruana, hoy tiene 84 años, y ya ha sobrevivido 39 años a su propio hijo

El médico que ha escrito su biografía actualizada, que presentamos en exclusiva, nos ayuda a relatar su vida

Lina Medina tiene un nombre que rima con vida. Sigue oculta, sus 140 centímetros de estatura le ayudan a pasar desapercibida. Es una mujer discreta, de nobles modales, de una manera sensible de sobrevivir. Conserva a pesar de su edad una magnífica piel andina. Parece mucho menor de los 84 años que cuenta. Una paradoja para la madre más precoz de la historia de la humanidad. Ella tuvo a su hijo Gerardo con cinco años, siete meses y 21 días de edad. En la semana en que una niña-madre de 11 años ha conmovido a España, reconstruimos la vida de Lina con su biógrafo, el ginecólogo José Sandoval, que anuncia la reedición ampliada de su libro: Madre a los cinco años. Es un recorrido desde su niñez en una de las zonas más pobres de América, el nacimiento de su vástago, las comprobaciones médicas, las promesas incumplidas por el Gobierno, la generosidad de su ginecólogo, su caída en desgracia, la muerte de su hijo-hermano a los 40 años, el amor, el nacimiento de su segundo pequeño, la miseria, el olvido, su pensión que no llega a los 35 euros... Una existencia digna de Eurípides. Así es la vida de Lina.
Origen

Para los pobladores de Antacancha, Lina no es solo la penúltima pequeña de Tiburcio Medina y Victoria Loza. Ella es la virgen María y la madre del hijo del Sol. Crece en una de las zonas más pobres de Huancavelica, el reino de la desesperanza, una de las capitales de la miseria de Perú, donde las familias viven con un euro al día. Eso hoy. Cuando Lina nace, el 27 de septiembre de 1933, al menos no le tienen que cercenar el cordón umbilical con una piedra, como pasó con alguno de sus hermanos. Vida de campo, serena, de santos inocentes. Había tenido manchas rojas desde los ocho meses en la zona de la ingle. No le dan importancia hasta que, con dos años y nueve meses, sus hermanas ven en «sus piernecitas manchas de sangre», como describe Sandoval. Van a la madre, que «procede a realizarle un brusco examen, propio de la gente ruda del campo, para tratar de identificar la herida sangrante. Hay algo que llama la atención a Victoria: es el tenue vello que se evidencia alrededor de los genitales». La escena se repetiría 45 días después y así sucesivamente. Es gente de campo, de los Andes profundos, donde el nivel de analfabetismo llegaba a superar el 90%. «Con el transcurrir de los meses notan que los rasgos de sangre vienen en cada luna. Creencias de la zona los obligan a atribuir a la luna el motivo de esta enfermedad».

Lina y sus hermanos duermen sobre trozos de cuero y mantas, que se distribuyen en cuatro partes, tratando de formar cuatro camas. A finales de 1938, el sangrado se detiene. Victoria agradece al cielo. Eso sí, ve a la chiquitina que acababa de cumplir cinco, menos radiante. Triste. Pensaban que le había dado el mal del puquio o la enfermedad del cerro. Para abril de 1939, la barriga de Lina está muy hinchada. Padece cólicos. Se retuerce de dolor. El centro médico más cercano está a 170 kilómetros de montaña, ríos y barro. Tiburcio toma a su hijo y comienza la ruta. «Salen de Antacancha el seis, a las seis de la mañana. Inicialmente, la pequeña Lina camina pero pronto el abultado abdomen la fatiga y Tiburcio se ve obligado a cargarla, con una manta ancha la sujeta a sus espaldas».
A la izquierda, Lina Medina a los nueve meses de gestación. A la derecha, ella con su hijo en un parque de Lima. La diferencia de edad exacta entre ambos era de cinco años, siete meses y 21 días. JOSÉ SANDOVAL / CRÓNICA

Tarda dos días en llegar al hospital San Juan de Dios de Pisco. Ha viajado de la sierra a la costa del Perú. Un descenso de 3.450 metros. La auscultan distintos médicos. Ninguno quiere aceptar la realidad. Llega a manos de Gerardo Lozada, médico jefe del hospital, el ángel de Lina hasta su muerte. No es un cualquiera. Gerardo Lozada Murillo, arequipeño, cuenta entonces con 42 años, se ha graduado con las mejores calificaciones en ginecología y cirugía. Tiene además estudios de posgrado en Estados Unidos.
Real maravilloso

«El doctor Lozada con una evaluación inicial se muestra escéptico. Pide inmediatamente al padre algún documento que certifique la edad. Tiburcio extrae de su bolsa lo que tanto había cuidado, la partida de bautismo. Efectivamente, tiene cinco años, seis meses y 15 días de vida... Le encuentra los senos desarrollados y con tubérculos de Montgomery; la piel del abdomen con algunas estrías; y vello pubiano. Envía a ubicar al radiólogo... La toma de la placa se realiza con toda normalidad para el encargado del examen... Espera ansioso el procesamiento de la placa radiográfica. El doctor Lozada lo toma casi hurtándolo y lo coloca en el negatoscopio. Treinta segundos son suficientes para confirmar el diagnóstico, el resultado es categórico: se observa un feto en situación normal, en presentación cefálica, con una cabeza ya voluminosa compatible con una gestación de aproximadamente ocho meses».

Lozada reflexiona y cavila. «Pide para sí serenidad. Se sienta en su cómodo sillón y reflexiona: tiene en sus manos el caso más sorprendente... Es el caso de maternidad más precoz que, hasta el momento, registra la historia de la humanidad». El 12 de abril de 1939 declara ante la prensa. No se puede ocultar más: «Al recibir a la menor observé un bulto sospechoso en el vientre. Al parecer, efectos hidrópicos en desarrollo. Ella tiene todas las características clínicas de una gestante adulta». Lo imposible. La noticia llega a Lima, a EEUU, a Europa, Asia. Todos revisaban la edad una y otra vez. Y, aparte del lado médico, hay un crimen que investigar.
Imágenes de Lina Medina con su hijo Gerardo cuando ya había sido noticia en los más prestigiosos medios y revistas científicas internacionales. JOSÉ SANDOVAL / CRÓNICA

Tiburcio fue detenido. Las pesquisas policiales y médicas llevaron al médico y al doctor al pueblo de Lina y sus ocho hermanos, cinco varones. Fueron con cámaras para registrarlo todo. Llegaron tras pasar penurias inéditas para citadinos. Fue un encuentro con la belleza del paisaje y la pobreza más extrema. El misterio de quién era el causante del embarazo continúa hasta ahora. Aunque Sandoval apunta a un sospechoso. «Los policías miran detenidamente a cada uno de los hermanos varones. Definitivamente, capta la mayor atención Amador. Tiene 18 años... Se le observa retraído, alejado, algo temeroso». Como en el caso de Murcia, se apunta al hermano. Pero tanto él, como el padre -sometido al más cruel interrogatorio, incluso dejándole hambriento por días- y los otros parientes varones de Lina quedan exculpados por falta de pruebas.

Un prestigioso medico limeño da su punto de vista en una reunión con lo más granado de la medicina del continente: «Estamos frente a dos monstruosidades: una biológica, la posibilidad de gestación a los cuatro años y medio; y otra social, el hecho de haber tropezado esta infeliz criatura con un varón capaz de fecundarla».
La cesárea

El 11 de mayo de 1939, deciden trasladar a la embarazada de cinco años a la capital peruana. Tres días después, el día de la madre en Perú, Lina Medina entra en quirófano. José Sandoval, destacado especialista, quien ha viajado por todos los escenarios de la vida de Lina, revisado los expedientes médicos del caso, novela así de minuciosamente el nacimiento:

«El anestesiólogo coloca una máscara que le cubre la boca y nariz. Es necesario dormirla rápidamente. Por la cara lateral de la mascarilla se administran gotas de una sustancia volátil que son absorbidas por un aditamento de espuma, al mismo tiempo que se administra oxígeno que es aspirado por la pequeña paciente. A este procedimiento se le llama anestesia a la reina. Pronto Lina queda dormida... El doctor Lozada, vestido con su ropa estéril y guantes quirúrgicos totalmente a su medida, imparte repetidas pinceladas de alcohol yodado en el ya aséptico campo operatorio. La enfermera instrumentista alcanza ordenadamente los campos de tela verde con que los cirujanos muy correctamente cubren el desnudo cuerpo de Lina: sólo queda al descubierto una zona de 20 por 10 centímetros en la que se procederá a operar. Hay enorme expectativa en todos los presentes».
Retratada con uno de los médicos que estuvo en el parto. En 1941, 'The New York Times' publica los resultados de una investigadora de la Universidad de Columbia: no hay dudas sobre la edad, y la describe con una inteligencia por encima de lo normal. CRÓNICA

Es un tumulto. Hay hasta un camarógrafo enviado por Kodak, que registraba cada momento de la vida de Lina. A las 8:30 de la mañana, el doctor Lozada levanta el bisturí. «Un corte firme en la línea media del abdomen desgarra la tensa piel de la niña». El niño de Lina está a punto de venir al mundo. Apenas han sido cinco minutos. «El doctor Lozada sigue demostrando su experiencia y precisión quirúrgica: un corte transversal en la parte baja del útero permite la salida de líquido amniótico claro. La evidencia de la cabeza fetal es seguida por la introducción de la mano derecha del cirujano, que tira de aquella cabeza... Extrae». Está suspendido por los pies. Le da una palmada. «Para arrancar un intenso llanto: el alarido infantil inunda la sala». Se corta el cordón umbilical. Es varón. «La operación continúa. Hay un detalle que tratan de fijar bien los cirujanos: es el estado de los ovarios. Estos tienen características de adulto. Se confirma, entonces, la precocidad sexual de la niña. Se toma una muestra de ovario para realizar un estudio». Sorprende que para las características de Lina Medina, 110 cm de estatura, «los parámetros del niño son totalmente normales: mide 48 cm y pesa 2.700 gramos».

-Han hecho ustedes historia en la medicina -se le escucha decir al director del hospital.

En Lima se habla del nacimiento del Anticristo, de una gran farsa. Todos los exámenes médicos se comprueban una y otra vez. Incluso, «con la finalidad de desvirtuar dudas respecto a la edad de la niña», se nombra una comisión de odontólogos para analizar la dentadura de Lina. «Determina que aún no ha cumplido los seis años de edad, a juzgar por la presencia de específicos dientes de leche». Irrefutable.
Vuelta al infortunio

Se bautiza al pequeño como su médico: Gerardo. Comienzan a llegar las ofertas de un futuro mejor. Como asistir a la primera feria mundial de Nueva York por mil dólares semanales de la época. Una fortuna. Otra más, el inversionista Leo A. Seltzer propone un salario vitalicio más que apetecible y llevarse a Lina y Gerardito a EEUU para un estudio científico. Todos aceptan hasta que se inmiscuye el Gobierno peruano. Lo impide argumentando que se va a hacer cargo del cuidado total del niño y su madre-niña. Una farsa.

Para agosto de 1941, la protección se acaba. La familia Medina tiene que huir de la carísima Lima y volver a Antacancha. Adiós a los regalos y mimos excesivos. Eso sí, Lina se lleva algo valioso de la experiencia. Le enseñaron a leer y escribir. Agradecida, cuando retorna, hace lo mismo con sus tres mejores amigas. «Las diversiones con juguetes se intercalan con momentos de escritura». Por su educación, ha de caminar una hora para llegar al colegio. Lo hace gustosa. Sus padres Tiburcio y Victoria crían a Gerardito como si fuese su décimo hijo.

La escuela es una etapa memorable en su vida hasta que Gerardo, a los 10 años, se entera en una pelea con compañeros que su hermanita Lina es su madre. Un trauma para ambos. «A principios de 1952, Lina vuelve a Lima a estudiar taquigrafía y mecanografía». Cuenta ya 19 años, modales exquisitos, hasta había aprendido a montar a caballo. Apenas se gradúa, Lozada, su médico, la contrata para su clínica y se lleva a Gerardito a vivir con él. «Pasa de un extremo al otro, desde un rincón de la sierra en extrema pobreza a formar parte de una de las familias más aristocráticas de Lima». Todo va bien, para madre e hijo con la ayuda de su protector.
El bebé fue bautizado Gerardo en homenaje al medico que atendió el parto. CRÓNICA

Hasta que, en 1960, muere repentinamente el doctor Lozada. Y Gerardito cayó en el alcoholismo. De haber sido alumno destacado en una escuela privada de Lima pasa a los peores trabajos. Llega a ser porteador de bultos en La Parada, uno de los barrios más peligrosos que cualquiera puede pisar.

Con el tiempo, como redención, se enamora. En 1975, tras una larga decadencia, se casa, adopta los hijos de su mujer como suyos. Se dedica a vender libros con cierto éxito. El infortunio retorna. Es diagnosticado de mielofibrosis incurable. Lina, siempre a su lado, lucha para conseguir salvarle. Su Gerardito fallece a los 40 años.
Amor y muerte

Lina, mientras, había decidido callar. Huir de los medios. Con 30 años, sigue trabajando para la familia del doctor Lozada tras su muerte. Hasta que en 1966 cierran la empresa familiar. Comienza de abajo de nuevo. Una fábrica de pilas es su nuevo destino, como obrera. Allí conoce a Raúl, con el que se une. «Lina tiene 38 años y está embarazada. Una alegría inmensa inunda este pequeño hogar, un grandísimo temor había albergado sus almas por la imposibilidad de que Lina pudiera gestar. Los dos son conscientes de que el embarazo podrá ser de mucho riesgo... Es abril de 1972, la cesárea es un éxito: un varón de 3.100 gramos es el segundo hijo de Lina». Se le bautiza Raúl, como el padre.
Su retrato más reciente, registrado en 2002. Sus últimos años son de penuria. Perdió a su querido marido Raúl en 2009. JOSÉ SANDOVAL / CRÓNICA

De la felicidad a la tristeza. Fenece Gerardo Medina en 1979. El trabajo le es esquivo y su pareja no consigue nada mejor. En la jubilación sus pensiones son paupérrimas. «Forma un pequeño taller de reparación de extintores». Logran darle educación superior a Raulito. Mas el destino sigue ensañándose con la noble Lina. «En 1995, su modesta casa es derruida para construir en el lugar una nueva calle». Terminan reubicados en una «humilde y vieja casa de adobe». El segundo hijo de Lina se muda a México. Al menos, los ancianos se tienen el uno al otro. Raúl y ella. A pesar de necesitarlo, Lina rechaza innumerables entrevistas. «Y el pago de miles de dólares», confirma el doctor Sandoval a Crónica. Desde octubre de 2012 recibe 35 euros de pensión.

El mayor golpe para Lina es la muerte de Raúl Jurado, el hombre que la acompañó y amó desde que la vio, en el año 2009. Vive en soledad. Entre Lima, en un peligroso barrio llamado Chicago Chico, y Pisco, donde se descubrió su embarazo con cinco años. No habla nunca de su primer parto. Ni con sus amigas más íntimas.

El ginecólogo Sandoval -se interesó por Lina cuando hacía un informe sobre la historia del parto por cesárea y escribió la primera versión de su biografía en 2002, además de que la cuida a la distancia avisando a los médicos de que va a tal o cual lugar y ha luchado por una pensión vitalicia para Lina- describe así el presente de la niña-madre tras sobrevivir 39 años a su hijo: «A los 84, sufre el peso de su avanzada edad, sus sobrinas residentes en la ciudad de Pisco, finalmente logran persuadirla para dejar su aislamiento voluntario y allí va Lina Medina, nuevamente a la ciudad donde se diagnosticó su excepcional característica humana. Ve al encuentro de tu pasado, que el mundo te recordará por siempre... Una mujer que resulta en un caso excepcional para la medicina».

Así es Lina, que rima con vida.

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