sábado, 11 de julio de 2020

Leguía-Fujimori

LEGUÍA-FUJIMORI: TAL CUAL

71 años de diferencia entre el inicio del gobierno de Leguía y el inicio del de Fujimori, sin embargo las semejanzas entre ambos saltan a la vista.

Los dos gobiernos más largos de nuestra historia republicana han estado encarnados por dos personajes que llegaron al poder en elecciones limpias y después modificaron la constitución para reelegirse. A pesar de que entre ambos ha transcurrido casi un siglo, Augusto B. Leguía, que gobernó el país en dos períodos (el primero de 1908 a 1912 y el segundo de 1919 a 1930) y Alberto Fujimori (de 1990 al 2000), guardan coincidencias asombrosas y al parecer, escasas diferencias.

Leguía era un hombre pequeño y ágil, siempre aseado y bien vestido, de trato amable y de carácter sociable, amante de las fiestas y banquetes. Todos los domingos iba al hipódromo. Había nacido en Chiclayo y descendía de una clase media de terratenientes provincianos. Y gracias a un matrimonio provechoso y a buenos negocios había accedido a las altas esferas sociales de Lima. Fujimori, por su parte, era hijo de inmigrantes japoneses, que al casarse con Susana Higushi había logrado ascender un poco en la esfera social. Era ingeniero agrónomo, había sido rector de la Universidad Agraria y había conducido sin éxito un programa político en el canal del Estado.

Sus primeros cuatro años de gobierno constitucional le hicieron ver a Leguía que era más cómodo gobernar sin Congreso, por eso, en pleno proceso electoral entró a Palacio de Gobierno por la puerta falsa de la dictadura militar, disolvió el Congreso, estableció un gobierno provisional y convocó a un Congreso Constituyente con el encargo de incluir en la nueva carta política 19 puntos que él consideraba vitales para crear la “Patria Nueva”. Fujimori, habiendo ganado limpia y sorpresivamente las elecciones de 1990 en segunda vuelta, al tener la constante oposición de los “partidos políticos tradicionales”, decide cerrar el Congreso y proclamarse Presidente de Emergencia y Reconstrucción Nacional, en lo que sería conocido como el Autogolpe del 5 de abril de 1992. Los argumentos que Leguía utilizó para justificar el “Cuartelazo” del 4 de julio de 1919 parecen haber sido calcados por Fujimori para hacer lo propio el 5 de abril del 92. Dijo Leguía:

- El país requiere de reformas constitucionales que destierren para siempre la vergüenza intolerable de los gobiernos burocráticos  y personalistas condenados a la pasión y al error.
- La función del poder no puede estar reducida a preparar sucesiones presidenciales, a ubicar representantes amigos y a repartir las prebendas del presupuesto nacional entre favoritos y cortesanos.
- Las reformas de la Constitución  que son indispensables y que tengo prometidas a la nación las hará el pueblo mismo, prestándole su sanción directa.
- Confío en que la vos de la patria, a la cual, a pesar de mi modestia, yo represento en este momento histórico, hará que todo el país complete la obra que he comenzado.
- Conciudadanos: tenemos la obligación  de crear la democracia efectiva y de hacer la felicidad de nuestra querida patria.

Leguía prometió crear una “Patria Nueva”. Fujimori ofreció la “Nueva República”. Leguía era la “voz de la patria” y Fujimori la “voz del pueblo”. Leguía odiaba a la oligarquía civilista y buscó su desaparición política, mientras que Fujimori hizo lo propio con la “partidocracia”. Ambos creían ser los únicos capaces de salvar al Perú. Durante el Oncenio, Leguía entregó a Colombia el Trapecio Amazónico y Fujimori donó Tiwinza a Ecuador, .más el territorio comprendido entre los hitos Cunsumaza-Bumbuiza y Yaupi-Santiago.

En 1926 un grupo de personeros oficialistas  presentó una reforma constitucional que aseguró la indefinida reelección de Leguía bajo la consigna  de correr el riesgo que un nuevo presidente deje de lado su obra, o que la continúe mal.  La mayoría leguiísta del Congreso aprobó inmediatamente el proyecto presentado. Así Leguía aseguraba su perpetuidad en el poder.  En epítetos parece que ningún otro presidente lo supera.  Su entorno se dirigía a él con sobrenombres hiperbólicos como “Gigante del Pacífico”, “Júpiter Presidente”, “Wiracocha”, “Pachacuti” “Napoleón”, “Nuevo Mesías”, “Bolívar Peruano”  y muchos más. Así como Fujimori era llamado “el Mesías de los pobres”.

Leguía modifica más de una vez la Constitución. En 1920 promulgó una que propiciaba libertades nuevas y garantías sociales como la inviolabilidad de la propiedad., la libertad de comercio e industria y la protección de la raza indígena. En el tema de la reelección, la constitución leguíista decía lo siguiente: “El presidente durará en su cargo cinco años y no podrá ser reelecto sino después de un período igual de tiempo”. Pero en 1923 la modificó de la siguiente manera: “El presidente durará en su cargo cinco años y podrá, por una sola vez, ser reelegido”. Y la nueva modificación de 1926 ya no fijaba número permitido de reelecciones; decía simplemente: “El Presidente durará en su cargo cinco años y podrá ser reelecto”. Algo similar ocurrió con Fujimori, que gracias a la nueva constitución de 1993 pudo reelegirse para el período 95-2000, pero al llegar la fecha de cambio, se dio una nueva modificación conocida como “Ley de Interpretación Auténtica”  con la cual pudo postular a la re-reelección. 

El fin de Leguía fue dramático; el comandante Luis M. Sánchez Cerro desde Arequipa exige su renuncia, su casa fue saqueada por la turba y cuando intentaba huir en una de los barcos de la Marina de guerra fue descubierto, capturado y encarcelado en la penitenciaría de Lima, donde agravó su maltrecho estado de salud, siendo trasladado al Hospital Naval, donde falleció a los 69 años de edad. En cambio, la historia le reservaba un final diferente a Fujimori, ya que después del escándalo de los “vladivideos” logró fugar del país y refugiarse en Japón, donde permaneció un tiempo e incluso postuló sin éxito al congreso de ese país. El 2005 viaja sorpresivamente a Chile, en un gesto provocador hacia la justicia peruana que infructuosamente trata de extraditarlo. Regresó al Perú en setiembre de 2007, después que la justicia chilena aceptara el pedido de extradición, por cinco casos de corrupción, y dos casos por delitos de lesa humanidad. El 2009 fue condenado a 25 años de prisión, pero no llegó a cumplirla gracias a un cuestionado indulto otorgado en la nochebuena del 2017 por el presidente Kuczynsky, producto de negociaciones bajo la mesa con Kenyi Fujimori, indulto que fue revocado en enero del 2019, volviendo a prisión, después de pasar un tiempo internado por su estado de salud. 

Pero no todo el gobierno de Leguía fue malo. Con el dinero de los créditos internacionales se realizaron gran cantidad de obras, especialmente de infraestructura urbana –la mayoría en la capital- como las avenidas Venezuela, Colonial, Argentina y Arequipa –a la cual bautizó con su nombre- las primeras para conectar la zona industrial de Lima con el puerto de Callao para que sean exportados a EE.UU. y la última,  para conectar a los barrios residenciales del sur como Miraflores o San Isidro con el Centro de Lima.  Construyó el Hospital Loayza, el Parque de la Reserva así como la remodelación de plazas como la  de Armas,  San Martín o Dos de Mayo y sus alrededores. Promovió además la urbanización de las haciendas de Santa Beatriz, Jesús María, Lince, Breña y zonas aledañas a Miraflores, que se convirtieron en los nuevos barrios residenciales de la capital. En provincias construyó gran cantidad de carreteras y algunas obras de irrigación  en los valles de Olmos en Lambayeque, La Joya en Arequipa y Cañete en Lima, donde curiosamente se encontraban sus tierras de cultivo. De esta forma, le quitaba el control sobre la aguas que ejercía la oligarquía civilista a la cual había sacado del poder, así terminarían los problemas de escasez de agua para las tierras de los campesinos.

Se había proclamado a sí mismo “protector de la raza indígena” para lo cual creó el “Día del Indio” y la Dirección de Asuntos Indígenas del Ministerio de Fomento: A la vez, muchos indígenas fueron nombrados autoridades en sus respectivos pueblos y prohibió a nivel nacional el trabajo gratuito que éstos prestaban desde la colonia. Aunque aparentemente fueron medidas beneficiosas, con la Ley de Conscripción Vial, se produjo un retroceso en su política indigenista, ya que, según esta ley, todos los varones entre 18 y 60 años de edad tenían la obligación de trabajar 12 días al año y en forma gratuita, en la construcción de carreteras. Quienes no podían hacerlo, pagaban una multa de 10 soles. Con el tiempo, muchos preferían pagar la multa en  lugar de trabajar, así que los únicos realmente obligados resultaron siendo los más pobres, los indígenas.

Los partidos políticos fueron proscritos y sus líderes apresados o exiliados, incluyendo a su primo Germán Leguía y Martínez, quien se había atrevido a presentarse como candidato presidencial en 1924, siendo deportado a Panamá. Los medios de comunicación fueron censurados, difundiendo solo lo que era beneficioso para el régimen. Quienes se negaron fueron perseguidos.

Aunque aparecía como un dictador autócrata y autoritario, era manipulado por su asesor, el colombiano Guillermo Forero Franco, quien habría generado en él un espíritu americanista que lo llevó a convencerse que era el elegido para continuar la labor americanista de Bolívar  llevando  la paz a Latinoamérica, para lo cual era necesario ceder a Colombia el Trapecio Amazónico; 120 mil km2 que le permitieron  tener acceso directo al Amazonas. La firma en secreto del tratado Salomón-Lozano del 24 de marzo de 1922 –a espaldas de la Cancillería, del Congreso, de Brasil- demostró  una vez más sus dotes manipuladoras. Ni la población de Leticia, fue consultada. Ésta se enteraría años más tarde que había sido desarraigada del Perú, cuando el 17 de agosto de  1930 –cinco días antes de la revolución de Arequipa- tropas colombianas tomaron posesión efectiva de la ciudad de Leticia.

Si bien hubo múltiples acusaciones de corrupción en su contra, hay que resaltar que nunca pudieron demostrárselo, aunque sí hallaron pruebas contra muchos de sus parientes y amigos, que habían llegado a ocupar cargos importantes en la burocracia estatal gracias al más descarado nepotismo.

Con el Oncenio se cierra el período de República Aristocrática civilista, dando paso a la formación de una nueva oligarquía vinculada al capitalismo estadounidense. Su política se caracterizó por ser personalista y dictatorial, además de centralista. Significó la más grande e irresponsable entrega de territorios, recursos, empresas y servicios del país a los capitalistas norteamericanos y a los países vecinos. Logró el desplazamiento de la oligarquía civilista pero formó una nueva, esta vez con todos sus allegados, los cuales practicaban un servilismo nunca antes visto. Y aunque ambos justificaron sus reelecciones con argumentos que hacían referencia al atraso económico, social y moral que no permitía el desarrollo democrático del país y que lo llevaría al caos nacional, lo que realmente estaban justificando era su adicción a la “Droga del Poder”.




__________________________
FUENTES:
“Clases, Estado y Nación en el Perú” – Julio Cótler
“Afianzamiento de la dominación imperialista y emergencia de las corrientes populares” – Fernando Silva Santisteban
“Leguía-Fujimori: Pasiones Fatales” – Revista Oiga, 17/08/92
“Fujimori: ¿La larga sombra de Leguía?”  – Diario El Comercio, 16/04/00







No hay comentarios:

Publicar un comentario

Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.