lunes, 5 de febrero de 2018

El Motin de Aznapuquio y el Motín de Balconcillo

EL PRIMER GOLPE DE
ESTADO (*)



El primer golpe de Estado en la historia republicana del Perú es el que se conoce como Motín de Balconcillo. Fue un amotinamiento o una sedición en el cual se contiene un golpe de Estado, si por éste debemos entender, tal como he propuesto, “la alteración de la legalidad preexistente por medio de la fuerza o la violencia con el objeto de imponer una nueva legalidad”.

Pezuela
Curiosamente, el dominio español en el Perú también concluye con otro motín, el Motín de Aznapuquio. El 28 de enero de 1821, dieciocho altos jefes reunidos en la localidad de Aznapuquio, entre los que se encontraban José de Canterac, Jerónimo Valdés y Ramón Rodil, dieron un ultimátum al Virrey Joaquín de la Pezuela, de 60 años, culpable de debilidad e impericia ante los ojos de aquellos, para que entregara el mando al General José de la Serna, de 51 años, verdadero instigador de la conspiración, quien ya antes había dado a conocer su estado de ánimo, rehusando obedecer al Virrey.


La Serna
Descontados los turbulentos episodios que siguieron inmediatamente a la Conquista, nada semejante había ocurrido en cerca de 300 años de ininterrumpido dominio español. Nunca había estado en tela de juicio el principio de legitimidad. Jamás se había discutido ni contradicho la autoridad del Virrey nombrado por su Majestad Católica. Aunque Pezuela no oponga resistencia, que en verdad, no puede oponer; aunque Madrid convalida ex post facto, la usurpación realizada por La Serna, los amotinados de Aznapuquio hacen entrar en descomposición al Virreinato del Perú.

Poco tiempo después, el Motín de Balconcillo, será la réplica exacta del Motín de Aznapuquio. Como presagio para el destino del Perú, puede señalarse que, con un golpe de Estado, comienza la agonía del poder Real y con otro golpe de Estado, se inicia la atormentada vida de la República. ¿Qué había ocurrido?

Luna Pizarro
Al ingresar a Lima el General San Martín y proclamar nuestra independencia, lo primero que hace es convocar a los pueblos a la elección del Congreso Constituyente, para que los peruanos decidan así su destino por intermedio de sus representantes libremente elegidos. El Congreso se instala el 20 de setiembre de 1822 bajo la Presidencia de Francisco Xavier de Luna Pizarro. Ante él, San Martín –desengañado en Guayaquil por Bolívar y convencido de que no puede por sí mismo completar la independencia- dimite al mando supremo y se despoja de la banda bicolor que lo simboliza. En su proclama de despedía a los peruanos consigna las célebres palabras: “La presencia de un militar afortunado…es temible a los Estados que de nuevo se constituyen…Peruanos, os dejo establecida la representación nacional; si depositáis en ella una entera confianza, cantad el triunfo…si no, la anarquía os va a devorar”.  Y así ocurrió. La anarquía nos devoró porque no entendimos el mensaje de paz y unidad de San Martín.


Riva Agüero
Ante esta situación, el Congreso tenía que hallar una solución a la vacancia del Ejecutivo que se había producido con la renuncia de San Martín. Había que elegir un jefe de Estado con el máximo posible de atribuciones para que continuara y terminase la guerra contra los realistas. Es así como Luna Pizarro, asume el poder por un día,  solo hasta que entre en funciones la Junta Gubernativa que se había creado ex profesamente para reemplazar temporalmente a San Martín, solo hasta que se elija al próximo gobernante del Perú. Esta Junta estuvo formada por un triunvirato integrado por José de la Mar, Manuel Salazar y Baquíjano y Felipe Antonio de Alvarado. Sobre su conformación, Bolívar advirtió su fracaso cuando dijo: “La conformación de este gobierno es mala porque el Congreso es el que manda y el triunvirato es el que ejecuta, es decir, que va a haber una mano para obrar y veinte cabezas para deliberar”. Y así ocurrió. Tras el fracaso de la Campaña de Intermedios se produjo el primer golpe de Estado de nuestra historia republicana. Los jefes del Ejército Patriota, encabezados por Andrés de Santa Cruz, envían al Congreso una representación con un ultimátum, en el que señalan el fracaso del gobierno. “Recomiendan” la designación de un Jefe Supremo y señalan, para ese cargo, al Coronel José de la Riva Agüero. Algunos diputados protestaron, el presidente del Congreso, Luna Pizarro, declara que, en estado de coacción, carece de libertad para votar. La mayoría acepta la posición conciliadora de Hipólito Unanue de acceder al pedido del Ejército y termina nombrando a Riva Agüero como Presidente de la República (el primero de nuestra historia) el 27 de febrero de 1823. Pronto lo asciende al rango de Gran Mariscal pese a que no ha tomado parte en batalla alguna. Luna Pizarro se exilia.

En adelante, la Constitución Política del Perú prohibirá para siempre a las FF.AA. ejercer colectivamente el derecho de petición, pues no sería realmente un “pedido”, sino un ultimátum con pistola en la sien.

Retratos de José de La Serna y Joaquín de la Pezuela según
Evaristo San Cristóbal

Artículo del diario La República sobre el
Motín de Aznapuquio

Los conspiradores de Balconcillo, Riva Agüero y Santa Cruz




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(*) Adaptado del artículo homónimo de Enrique Chirinos Soto, publicado en el diario El Comercio el 21/03/95

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