lunes, 2 de enero de 2017

El Radicalismo Islámico II

ELLOS SE JUNTAN...(*)



Mientras Francia sigue conmocionada por el desencadenamiento de una vorágine de violencia terrorista sin precedentes, ya han comenzado a alzarse algunas voces que, aunque "condenan" la violencia, justifican sibilinamente el crimen con el argumento de que resulta inadmisible burlarse de la fe de los demás sin sufrir las consecuencias. Así, se señala que la tolerancia que la tolerancia a las creencias ajenas debería pasar por una prohibición autoimpuesta de expresarse sobre cualquier manifestación religiosa que pueda herir la suceptibilidad de una comunidad determinada. A eso se le llamaría "Respeto" para vivir en paz.

La premisa de tal argumento parte de que el concepto de libertad no puede ser reducido a una patente de corso para ofender las creencias (en este caso religiosas) de otros en aras de una absoluta tolerancia para el agravio. Así se afirma implícitamente la idea de que la religiosidad y sus diversas manifestaciones no ofenden a nadie, quizá en el presupuesto de que nada que venga de Dios ofende. Esto, por supuesto, es una visión egocéntrica y fanática del mundo.

Vasquez Kunze, autor del
artículo.
Conozco a varios a los que podría parecerle agraviante para razón humana, el hecho de pasear en andas una imagen morada (en el siglo XVIII había varios de esos). O persignarse. O arrodillarse frente a un crucufijo. ¿Y por qué alguien no podría tomar por ofensivo un culto divino presidido por una mujer que imparte sacramentos cristianos? entonces, ¿cuál es la medida del agravio? Seamos bien claros. Es gracias a una sociedad democrática que no se adscribe a ningún credo que fulano se puede persignar, mengano arrodillarse tres veces al día hacia La Meca, zutano cruzarse de brazos en el Sabbath y perencejo despotricar contra todos los anteriores. Y para las ofensas existe, por supuesto, la justicia. no la divina, sino la de la Constitución y las leyes del Estado republicano.

Pero son esas leyes las que repugnan precisamente a aquellas que ponen sus creencias religiosas como centro del respeto universal, y que, sin tratarse de musulmanes, consideran que los que se burlan de Dios están bien muertos. Y eso es a lo que llamamos "Fanatismo", poco importa que sea musulmán, judío, católico o evangélico.



Por ejemplo, ¿en qué ofende a la minoría cristiana copta la sensibilidad del Islam en Egipto para que sus miembros sean perseguidos o asesinados? ¿Cuál es la provocación de los sunitas contra los chiítas -musulmanes ambos- en Iraq o en Siria para morir decapitados?. La respuesta es muy simple. La ofensa, la provocación es EXISTIR. Porque así es el fanatismo. No pide respeto; exige sumisión absoluta o la aniquilación total.


En ese sentido, poco importa cuanto respeto presentemos al fanatismo para vivir en paz. Nunca será suficiente si ese respeto no significa, a la larga, abjurar de todas nuestras creencias para someterse a las suyas, exclusivas y excluyentes. El fanatismo, es pues, el enemigo jurado  de esa cultura de libertad bajo cuya protección florecen mil credos. Y precisamente para los fanáticos, de los que se trata es que no existan mil, sino uno solo. Por eso no deben pasar , sea que adoren a la media luna, la cruz, una estrella, o cualquier otro símbolo "divino".

En lugar de ser una riqueza, para los radicales islámicos (o de cualquier otra religión), la diversidad de credos
es una ofensa y por lo tanto, las "religiones falsas" deben ser eliminadas.




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(*) Artículo publicado por Ricardo Vásquez Kunze en su columna "Desayuno con Diamantes", en el diario Perú 21 el 13-01-15.



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